A pesar de que las temperaturas relativamente
más bajas no son condiciones ideales
para la formación de arrecifes coralinos,
existen importantes estructuras en la zona norte
y en la parte central de las islas. Las singulares
estructuras verticales, fisuras, cavidades y
túneles que han producido las costas
rocosas de lava en nada tiene que envidiar a
la diversidad estructural de las verdaderas
formaciones coralinas y albergan una alta diversidad
de invertebrados sésiles como esponjas,
anémonas, caracoles, cangrejos, estrellas,
erizos, gorgonias y corales, que a su vez sostienen
una abundancia impresionante de peces. Estas
costas rocosas alternan con áreas de
playa y algunas zonas donde predominan manglares
con su propia riqueza. Montañas submarinas
y acantilados profundos son otros rasgos de
la extraordinaria biodiversidad marina.
Bajo estas condiciones, organismos de diferente
origen han colonizado las costas del archipiélago.
Una gran mayoría de especies de peces
e invertebrados vienen del Pacífico Tropical,
pero otras especies tienen su origen en las
costas más frías del Perú
y de Chile. Pocas especies vienen directamente
del Pacífico Central y algunas inclusive
tienen afinidad con el Atlántico. Las
condiciones variadas que ofrece el archipiélago
determinan la distribución de las diferentes
especies en las islas.
A pesar de la similitud de la fauna marina de
Galápagos con otras regiones, existe
un sorprendente número de especies que
solo se encuentran en el archipiélago.
Este alto endemismo se debe a procesos evolutivos
generados por las suficientes condiciones de
aislamiento.
Si bien el océano abierto es típicamente
poco productivo, los afloramientos y los aportes
de las corrientes provenientes de zonas continentales
mantienen en Galápagos una gran riqueza
tanto en variedad como en cantidad de fauna
marina, y también de las especies “terrestres”
que dependen de ella: aves marinas, reptiles
y mamíferos. Ballenas de casi todas las
especies se han registrado en las islas, particularmente
durante el invierno Antártico. Especies
altamente migratorias –atunes, peces espadas,
vela, merlines y dorados– ingresan al
archipiélago y se acercan en cardúmenes
directamente a los acantilados marinos donde
se concentran sus presas. Esto atrae a los pescadores,
quienes en esta franja costera pueden producir
considerable daño.
La riqueza del archipiélago es mayor
y más frágil en las zonas costeras,
pues allí existen las especies territoriales,
las no migratorias, aquellas que son especialistas
de hábitat. El reto es dar protección
a estos ecosistemas costeros que contienen casi
todas las especies endémicas de la zona,
acomodando los intereses de pesca, tratando
de alejarlos de la costa y orientándolos
hacia los hábitat y especies migratorias
y no exclusivas del archipiélago.
Este proceso atraviesa por algunas dificultades,
la mayor de ellas es que cualquier “solución”
es solo una solución si el acceso a los
recursos marinos queda restringido, y si con
la participación de los pescadores y
sus cooperativas, el derecho de pescar queda
realmente reservado a quienes son pescadores.
El conflicto no es solo entre “conservacionistas”
y “usuarios” de los recursos de
la reserva. Si bien la gente de conservación
ha ido muy lejos en aprender a dialogar y tratar
de encontrar soluciones que satisfagan a todos,
los pobladores galapagueños tienen el
reto de encontrar vías para acomodar
los intereses pesqueros, protegiendo a la vez
las poblaciones de peces grandes, como tiburones,
que son de gran atractivo para el turismo submarino,
fuente de empleo para la misma población.
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