A
pie llegamos a la unión de los ríos
Tiaco Chico y Tiaco Grande que forman el Pailacajas.
El día estaba por terminar. Nos apresuramos
a escoger un buen sitio para levantar nuestras
carpas bajo unos árboles de polilepis.
Era una noche tranquila y despejada. Durante
la comida comentamos sobre la belleza única
del lugar y de nuestros planes para coronar
el Altar. Esa noche nos acostamos temprano porque
el día siguiente prometía mucha
actividad. Al poco rato, esa clara y serena
noche se convirtió en una fuerte tormenta
que no cesó sino hasta el día
siguiente.
26
de diciembre “campamento italiano”
5:30 de la mañana
Los
arrieros ya se encuentran en el campamento con
tres mulas. El frío es intenso. El día
lluvioso. Lentamente desarmamos el campamento,
tomamos un breve desayuno y emprendemos la marcha.
Cruzamos el río Pailacajas y continuamos
por el flanco izquierdo del río Tiaco
Chico sobre un camino sumamente pantanoso, que
empeora con la lluvia incesante. Completamente
mojados llegamos a la gran arista, denominada
“Negro Pacha”. Aquí el camino
se torna rocoso. Caminamos cerca de 5 horas
antes de alcanzar el “campamento italiano”.
En este lugar, la neblina se desvanecía
y la espectacular presencia de la montaña
nos daba la bienvenida. Para quienes llegábamos
por primera vez, la belleza del entorno era
indescriptible. Desde allí se divisan
fácilmente los picos de la montaña.
Poco
tiempo después llegaron al mismo lugar
los grupos de Cayambe y El Sadday. Dedicamos
el resto del día a intercambiar comentarios
entre los grupos. A su vez, aprovechamos todo
el tiempo posible en estudiar la ruta que tomaríamos
al día siguiente para alcanzar nuestro
ansiado objetivo.
27 de diciembre, triunfo y tragedia.
4:00 de la mañana
Hemos empezado el ascenso hada el Obispo. Erik
decide quedarse en el campamento porque se siente
indispuesto. Nuestro primer obstáculo,
la pared de roca que nos conduciría al
glaciar sur de la montaña. Utilizando
crampones, cruzamos la masa de hielo con dirección
a la base de una fuerte pendiente, que al parecer
es la vía más accesible. Después
de ascender por esta pared, escalar toda la
pendiente hasta la arista del calvario, cruzamos
el glaciar “colgante” y alcanzamos
la base de la segunda canaleta de hielo.
En este lugar se nos unen dos amigos del Club
Sadday, Víctor Astudillo y Fernando Viteri.
Estamos agotados pero muy entusiasmados por
haber vencido las primeras dificultades. La
segunda canaleta se presenta mucho más
difícil y peligrosa. Las rocas caen silenciosas
desde la parte superior. Hay mucha tensión
en todos; al lograrlo, llegamos al filo de la
caldera. El paisaje es impresionante: el cielo
despejado permite divisar el cráter en
todo su esplendor, una herradura casi perfecta,
con una caída de aproximadamente mil
metros. Al fondo, la gigantesca laguna amarilla.
Nos sentimos insignificantes ante semejante
inmensidad.
El ascenso por la pared final es de unos 30
metros. Los amigos del Sadday son los primeros
en subir, colocan una clavija intermedia para
asegurarse y dejan una cuerda fija para los
que vienen detrás. Son las 13:00 horas,
llegamos a la cumbre. Abrazos, felicitaciones,
fotografías, comentarios y un refrigerio.
Habíamos cumplido nuestro objetivo. En
un banderín de la agrupación escribimos
nuestros nombres dedicando esta conquista a
Jorge Larrea, pionero del andinismo ecuatoriano.
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