Inclusive
hay uno entre nuestro país y Colombia:
la Reserva Awá en el norte de Esmeraldas
y el sur del Chocó, además existe
una propuesta para crear una reserva secoya
entre Ecuador y Perú en la zona del río
Lagartococha.
La propuesta de los garantes
El documento entregado por los garantes y ratificado
por los congresos de los dos países,
propone la creación de dos reservas naturales,
una a cada lado de la frontera previamente establecida
en las cumbres de la Cordillera del Cóndor,
colindantes y con el mismo nombre, pero cada
una sujeta a la legislación y administración
de su respectivo país.
Esta zona coincide con el área del conflicto
del Cenepa, y comprende 54,4 kilómetros
cuadrados en Perú y 25,4 en Ecuador,
incluyendo el kilómetro cuadrado ecuatoriano
alrededor de Tiwintza.
Para Günter Reck, director del Instituto
de Ecología Aplicada de la Universidad
San Francisco de Quito, la creación de
una reserva de estas características
cumpliría con sus objetivos políticos,
pero es insuficiente para cumplir con objetivos
serios de conservación. Apenas protegería
un pequeño porcentaje de la cordillera
del Cóndor, y la gran variedad de ecosistemas
presentes en la zona, muchos de ellos únicos
en el mundo, no estaría adecuadamente
representada.
El área más diversa de Sudamérica
“En solamente tres semanas en la cordillera
del Cóndor, pudimos recoger más
de 900 especímenes de plantas en condiciones
de reproducción, que representan aproximadamente
800 especies. Ésta fue la experiencia
de recolección de plantas de selva tropical
más productiva que jamás haya
tenido ninguno de nosotros, nos sentimos realmente
abrumados por ella”. Robin Foster es enfático,
y su testimonio impresionante si tomamos en
cuenta que entre “nosotros” estaban
incluidos los principales especialistas mundiales
en botánica tropical: Alwin Gentry y
el mismo Foster. Así mismo señalan
que de 40 especies de orquídeas encontradas
en la cuenca del Machinaza, al menos 26 son
nuevas para la ciencia. De hecho, el estudio
de Conservation Internacional del que formaban
parte, junto con otros biólogos de Ecuador,
Perú y Estados Unidos, concluye que no
hay área de ese tamaño que sea
más diversa y menos conocida en toda
América del Sur, ni siquiera la llanura
amazónica o El Chocó.
Además de señalar la gran variación
de ecosistemas debido a las diferencias altitudinales
y la confluencia de especies tanto amazónicas
como andinas dentro de ellos, hacen hincapié
en las características únicas
que se presentan por el hecho de que es un macizo
aislado de los Andes principales. Lo que más
les llamó la atención es un tipo
de vegetación distinto de todos los que
se conocen hasta ahora, encontrada en las cumbres
y colinas de la Cordillera: praderas con cúmulos
de orquídeas, bromelias, arbustos, palmeras
enanas y helechos, parecida a la vegetación
que se halla en lo alto de los tepuis venezolanos.
No solo su importancia científica y ecológica
debió haberlos maravillado. Quien se
adentra en estos bosques se encuentra con un
paisaje sobrecogedor y misterioso. La niebla
y los musgos constituyen el húmedo ropaje
con que se cubren las ramas de retorcidos árboles
y arbustos, el continuo goteo de la vegetación
se va filtrando entre las hojas muertas para
formar pequeños arroyos que se vuelven
más y más ruidosos conforme avanzan
por la pendiente hasta precipitarse en innumerables
cascadas que con su juvenil alegría anuncian
al venerable Amazonas. Estas cascadas que adornan
de lado y lado el encañonado del río
Nangaritza, que las recibe con un bosque muy
diferente al que les dio vida, con árboles
que sobrepasan los 30 metros, forman uno de
los espectáculos naturales más
deslumbrantes del país. De la misma manera
sorprenden las galerías sin fondo de
las múltiples cuevas que se encuentran
en la región, donde los huácharos
o tayos, unas aves adaptadas a la oscuridad,
y los murciélagos, son los soberanos.
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