Cuando
se habla de Ayahuasca o Yajé, con seguridad
cada persona piensa en algo diferente. Para
algunos es el famoso brebaje que utilizan los
shamanes, para otros es algo del pasado, pero
pocos piensan que es una medicina muy poderosa
merecedora de todo respeto.
Según la botánica actual, la ayahuasca
es un bejuco leñoso que crece en la Amazonía
y fue descrito para la ciencia en 1860 por el
botánico inglés Richard Spruce.
Como pócima es un preparado que combina
varias plantas: la ayahuasca como ingrediente
principal, la chalipanga, otra especie de bejuco
y la amiruca, una planta de la familia del café.
Un indígena que nunca haya conocido otro
lugar además de la selva, quizá
piense en el Yajé como la llave que abre
la ventana del cielo; otro la verá como
una herramienta capaz de liberar el alma de
su cuerpo para poder experimentar directamente
el mundo espiritual, y así, cada quien,
dependiendo de su perspectiva del mundo, tendrá
un particular criterio sobre esta bebida tradicional
de los pueblos amerindios. La verdad es que
tratar de conceptualizar el Yajé y su
influencia en la vida de la gente, más
ahora que se ha difundido en todo el mundo,
siempre será un gran misterio.
Relatando algunas historias del pueblo Secoya
sobre el origen mitológico de esta planta,
espero compartir con ustedes una pequeña
mirada dentro de la profunda espiritualidad
indígena. Al entender un poco más
sobre la cosmovisión de aquellas comunidades,
donde esta mezcla de plantas ha conformado una
importantísima parte de su pasado y aún
de su vida presente, quizá podamos ampliar
nuestro entendimiento sobre otras maneras de
ver el mundo.
Los Siecopai, gente multicolor, quienes
hoy en día se identifican como el pueblo
Secoya, afirman que ocurrió lo siguiente:
muy antiguamente, en las cabeceras del río
Siecoya (aguas multicolor) caminaba un grupo
de gente Siecopai, cuando llegó
a un claro de bosque, vieron que allí
vivía gente “divina”: eran
los Ñañë Siecopai
(la gente multicolor de Dios). Según
cuentan, los techos de sus casas brillaban,
tenían algunas variedades de plantas
milagrosas, se vestían con coronas de
plumas azules y tenían collares cruzados
hechos de cocos brillosos. La actual cultura
Secoya fue formada y creada después de
este encuentro con los divinos inmortales, inclusive
su nombre viene del de ellos. Algunos viejos
cuentan que ellos tenían el Ñañe
Siecopai Yaje: el Yajé de la gente
multicolor de Dios.
Los Secoyas que tomaron este Yajé aprendieron
muy rápidamente cómo recuperar
su naturaleza divina y reunificarse con su “verdadero
hogar”, un reino divino a orillas del
río Matëmo Tsiaya. Este,
dicen, es un lugar maravilloso que ni simples
o complejas palabras podrán realmente
describirlo, donde la vida es apacible y nadie
muere. Como dicen los abuelos: “Sólo
los que lo han experimentado y logran tener
un acceso fluído a este reino, saben
que ya alcanzaron su meta más sublime”.
No todos los Secoya lograron aprender; dicen
que esta variedad de Yajé se perdió
porque era muy delicada y si se la descuidaba,
moría. Ahora ya no existe esta variedad,
por eso es más difícil llegar
a este lugar en el cielo.
Los abuelos tomadores de Yajé del pueblo
Secoya lograron entender y conocer otra realidad,
la cual dicen es el mundo verdadero.
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el artículo completo en la edición
No 7
de ECUADOR TERRA
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