N° 67 - septiembre octubre 2010
 
 
 
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Tiburones, hoy y mañana

por Kelly Swing*

Existen cientos de especies de tiburones pero solo una docena asoman en aguas ecuatorianas regularmente. Muchas de sus características los hacen especialmente vulnerables a la sobreexplotación pesquera. Su estrategia de cacería basada en la persecución activa los hace presa fácil de los anzuelos. Al haber evolucionado prácticamente sin enemigos naturales, su capacidad reproductiva es limitada: son lentos en alcanzar la madurez sexual y tienen poca prole en cada ciclo reproductivo. Asimismo, al estar al tope de la cadena alimenticia, su bienestar está ligado al de todo su ecosistema.

Históricamente, los humanos no hemos visto a este grupo de animales como un objetivo importante. Durante las dos últimas décadas, esta situación ha cambiado. Ahora la demanda de aletas de tiburón en el mercado asiático ha incrementado astronómicamente. El resultante aumento en la captura de tiburones en todo el mundo atrae mucha atención de los biólogos y muchas dudas sobre el futuro de sus poblaciones naturales. La mayoría de los científicos piensan que esta situación no es sostenible.

En el Ecuador, esta controversia ya tiene más de diez años. Como consecuencia, se han dado una serie de cambios en las regulaciones nacionales. Hasta 1997, la pesca de tiburones estaba totalmente abierta. Después siguió una veda completa. Desde el decreto ejecutivo que en 2007 causó tanto revuelo mediático, toda captura dirigida o intencional se considera ilegal, mientras que la comercialización de los tiburones caídos incidentalmente en la redes está permitida. La discusión ahora se centra en cómo se define la captura “incidental”. ¿Es posible conocer las intenciones de un pescador por el arte que emplea o por los equipos que muestra al inspector? En teoría, sí es posible, pero en la práctica no es un conocimiento totalmente confiable.
Sin duda, la pesca de tiburones en Ecuador ha crecido comparada a lo que era hace veinte años. Los pueblos con pesca artesanal en ese entonces típicamente tenían un día de mercado a la semana; hoy el mercado es todos los días. La población humana local, como en todo el mundo, crece. Hoy en día hay más pescadores, más demanda para sus productos (dentro y fuera del país), más flujo de caja y más presión sobre los recursos.

Los pescadores tienen que ir más lejos para capturar suficiente mercancía para costear sus operaciones, se agotan algunas especies y, para mantener los ingresos, van por especies que antes no tenían ningún valor –es el caso de los tiburones y, más recientemente, de las manta rayas. La falta de alternativas empuja al pescador a comercializar todo lo que caiga, de la especie que sea, con un verdadero riesgo de comprometer la pesca en el futuro. Si lo capturado no es consumido por humanos, se lo vende por unos centavos la libra a las fábricas de harina de pescado para hacer balanceado animal.

La ONU dice que la mitad de las especies comercializadas en nuestra región presentan síntomas de sobreexplotación. Según sus estudios, se estima que el 90% de la pesca mundial habrá colapsado hasta 2050. ¿Se enfocan los señores de la ONU solamente en la naturaleza y no contemplan el bienestar de los humanos? Es justamente por pensar en el futuro de los humanos que se advierte sobre situaciones inestables. Actualmente, la cosecha mundial alcanza cien millones de toneladas cada año, sin considerar cuántos peces mueren sin llegar a tierra o ser contabilizados.

En el país, el gobierno y algunas ONG como Equilibrio Azul han colectado datos sobre la captura de tiburones en varios mercados y puertos pesqueros durante casi tres años. Estos datos serían aún más útiles si incluyeran datos históricos, de antes del crecimiento de la demanda en Asia. Las estimaciones del número de tiburones capturados anualmente en el Ecuador varían entre unas decenas de miles hasta un millón y más. ¿Quién tiene la razón? Por los reglamentos y por la atención de la prensa, una porción de la cosecha se torna clandestina. De hecho, Ecuador parece tener los mejores datos en la región sobre captura y comercio de tiburón, pero al no saber el tamaño del mercado negro, la utilidad de esa información para decisiones de manejo se limita considerablemente.

Bajo la actual perspectiva, hasta tres cuartas partes de la pesca artesanal (sin incluir moluscos o crustáceos) podría etiquetarse como “incidental”. Pero lo que cae es lo que cae, y esta etiqueta no cambia los impactos ecológicos. La sobreexplotación es un hecho comprobado por números y tendencias, no por definiciones ambiguas. La pregunta relevante sería: ¿es esta cosecha sostenible para el bien de los tiburones (o los atunes o las corvinas…) y para el bienestar de los pescadores, ahora y en el futuro? Los dilemas de la industria pesquera son mucho más acuciantes que si lo que hacen es coyunturalmente legal o ilegal. Lo que tiene que preguntarse es si sigue protegiendo sus intereses actuales o si puede proteger sus intereses pensando en sus hijos y nietos


Kelly Swing es un PhD y profesor de Ecología y director de la estación de biodiversidad Tiputini USFQ, apasionado por la naturaleza de Ecuador. kswing@usfq.edu.ec