N° 66 - julio agosto 2010
 
 
 
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Cascada de San Rafael. ©Pete Oxford


por Gerard Coffey*

 

 

 

Es lunes, son las dos y media de la tarde y me encuentro fuera de la entrada a la cascada de San Rafael en Quijos, provincia de Napo. Espero el bus para regresar al pueblo de El Chaco, pero la espera no me molesta; hay poco tráfico, el clima es fresco y el paisaje es verde y exuberante. La cascada misma es magnífica, alta y ancha, con un caudal impresionante. No me sorprende que sea la más famosa del país, pero sí que seamos los únicos visitantes. Durante las dos horas que pasamos en el área natural no vimos a nadie más. El empleado del Ministerio del Ambiente que controla el acceso no tuviera ni un dólar de cambio, lo que me lleva a pensar que la escasez de visitas es lo normal.

Pero no estoy de paseo; vuelvo al Chaco para entrevistar a Esteban Zarria, jefe de Ambiente de la municipalidad de ese cantón. El objetivo es entender mejor los posibles impactos del proyecto hidroeléctrico Coca Codo Sinclair, obra estrella del gobierno de Rafael Correa. Según los técnicos de la empresa estatal Coca Coda Sinclair, encargada de gestionar el proyecto, sus turbinas producirán un promedio de 860 megavatios por hora de energía eléctrica limpia y renovable, un aporte significativo al plan de electrificación del Ministerio de Electricidad y Energía Renovable.

La energía renovable es el futuro, se dice. Es la respuesta frente al cambio climático y es más limpia y barata, tan buena como el pan, y el proyecto Coca Codo Sinclair es el camino para obtenerla. Se proclama que con ello se exportará energía en vez de importarla de Colombia o generarla quemando diesel importado. Llevará al país, se asevera, de las tinieblas hasta la tierra prometida del desarrollo.

Si bien el proyecto puede ser una fuente significativa de energía renovable, llevarlo a cabo no deja de plantear varias inquietudes. Entre ellas, una que preocupa mucho son los impactos en la misma cascada de San Rafael. Este es un paisaje emblemático del país, que figura en muchas publicaciones oficiales del Ministerio de Turismo. Y precisamente en el turismo, también se dice, se asentará una parte importante del futuro económico.

Mateo Terry es presidente de la fundación Río Napo y un aficionado del kayak. A él también le interesa el proyecto y, con la ayuda de algunos amigos kayaqueros, ha hecho estimaciones de los niveles de agua en el río Quijos. Asegura que estas estimaciones demuestran que el caudal del Quijos es mucho menor de lo que el gobierno sostiene, por lo que considera que el proyecto está sobredimensionado. No se opone al proyecto, sino que le parece importante asegurarse que los impactos en el río y la cascada sean los mínimos posibles.

Me muestra fotos de la cascada en varias épocas del año, de las que derivan sus estimaciones. Con un flujo de sesenta metros cúbicos por segundo parece otra, no la imponente maravilla natural que acabo de visitar. Terry me cuenta que en 2008 la Agencia de Aguas de Quito del entonces Consejo Nacional de Recursos Hídricos aprobó un caudal mínimo –el mínimo caudal que debería tener la cascada después de la construcción del proyecto– de 56 metros cúbicos por segundo, pero en junio de 2009, después de la renuncia del jefe de la Agencia, este fue reducido a veinte metros cúbicos por segundo, insuficiente, según Terry. –Me recuerda la cascada de Agoyán que quedó reducida a un chorro después de la instalación de la central hidroeléctrica. No queremos que pase lo mismo con San Rafael– dice.

Los alrededores de la cascada de San Rafael es uno de los sitios preferidos por los avituristas para observar a la variedad amazónica del gallito de la peña (Rupiculoa peruviana). Foto: Murray Cooper / Archivo Criollo


EL CHACO

De regreso al Chaco, me doy cuenta de lo bonito que es: bien mantenido, rodeado de montañas, con clima agradable. No me sorprende cuando Esteban Zarria me cuenta que la municipalidad busca convertirlo en el “jardín de los quiteños”. Me habla de las obras de Coca Codo Sinclair, ubicadas en un 95 por ciento dentro de los límites del cantón, cerca del activo volcán Reventador y entre dos áreas protegidas: Sumaco-Galeras y Cayambe-Coca. Al igual que otros en el pueblo, no se opone al proyecto, siempre y cuando las normas ambientales y locales se respeten durante su construcción. Hay que contratar también a la gente local, sostiene, no como ahora, pues la empresa gestora está trayendo gente de la Costa.

Me enseña el mapa del proyecto. La toma del agua sucederá justo aguas abajo de la unión del Quijos con el río Salado. No habrá represa, pues no conviene por los riesgos sísmicos y volcánicos. A cambio, se construirá un muro de contención para desviar el agua a un túnel de veinticinco kilómetros que atravesará la montaña. Al otro lado del “codo” (ver mapa) se construirá un pequeño embalse compensador que ayudará a regular el flujo de agua, y la casa de máquinas donde se alojarán las turbinas. Luego el agua será devuelta al río, a esta altura llamado Coca.

Zarria me indica un bosque protector de 31 mil hectáreas. La tierra es apta para el ganado, comenta, y últimamente se han producido invasiones. Ahora existen dieciséis asociaciones en el área donde se construirá la línea de transmisión de alto voltaje que conectará el proyecto con la red nacional. Las asociaciones dicen contar con seiscientos miembros, aunque Zarria duda de la cifra. Cuando le pregunto sobre los posibles impactos en la cascada de San Rafael, me afirma que sí, que para el cantón la cascada es importante, pues es una de las principales atracciones de la zona. Si bien reconoce que el desvío del agua tendrá consecuencias para el río y la cascada, la magnitud del impacto dependerá del caudal ecológico que se establezca: es decir, del caudal mínimo necesario para que el río y todo lo que depende de él no sufran impactos irreversibles.

Una de las actividades que se verían afectadas si no se deja suficiente caudal en el río Quijos-Coca es el turismo acuático, con gran potencial en la zona. Foto: Jorge Anhalzer / Archivo Criollo

 

EL MINISTRO

En el despacho del ministro de Electricidad y Energía Renovable, Miguel Calahorrano, otra vez consultamos los mapas. El ministro, un hombre bien formado pero sencillo, sin aspecto de político profesional, me habla con entusiasmo del proyecto. Han pasado años estudiándolo, –dice– es el proyecto más estudiado de la historia del país. Se iba a construir en los años ochenta pero después de la erupción del volcán Reventador fue archivado. Ahora, con diseño distinto y un sitio más adecuado, el proyecto es viable. No se va a construir una represa y sí –enfatiza– hay suficiente agua en el río para producir hasta los 1 500 megavatios de los que habla el presidente, y dejar un flujo suficiente en el río.

Cuando le planteo la posibilidad de efectos negativos en la cascada, me habla de estudios recientes que confirman un caudal de 289 metros cúbicos por segundo en el área de desvío del agua, de los cuales se utilizarán 220 para generar electricidad. En cuanto al río y la cascada –me dice– cuando llueve, y hay que tomar en cuenta que esta zona es una de las de mayor pluviosidad del país, habrá mucha más agua en el río. Además –señala– río abajo del punto de captura hay otros cauces, como el río Malo, y muchos riachuelos que ayudarán a mantener el flujo de agua sobre la cascada.

El ministro es persuasivo, pero preocupa que el estudio de impacto ambiental presentado al ministerio del Ambiente por la Coca Codo Sinclair confirme que el caudal ecológico se ha establecido en veinte metros cúbicos por segundo. Según los técnicos de la empresa, el nivel fue calculado por la consultora Efficacitas, y representa solo el siete por ciento del caudal promedio. La cifra parece confirmar las dudas de Mateo Terry: es muy baja. En promedio, hay veintisiete días al año en que el caudal río arriba de la toma no alcanza ni los cien metros cúbicos por segundo, y aunque existen fuentes de agua río abajo del punto de captación que, según la empresa, aportarán con otros cuarenta, vale preguntar si en temporadas secas estas fuentes también sufrirán reducciones dramáticas.

El problema –me dice Patrick LeGoulven, director de hidrología del Institut de Recherche pour le Développement– es que los caudales ecológicos suelen establecerse no solo ni primeramente en base a la ciencia. Las cifras de diez o veinte por ciento del caudal promedio, por ejemplo, que muchas veces se manejan como norma de caudal ecológico, fueron calculadas en los Estados Unidos y la Europa de los años treinta. Son de épocas y regiones distintas, y aquí, ahora, no son las apropiadas.

En la práctica, los caudales ecológicos representan juicios de valor –explica LeGoulven. Son el resultado de sopesar las opciones disponibles. Sí, podemos medir la biota en el río, es decir, el número de bichos por litro por ejemplo, y esto nos puede ayudar a formar una opinión respecto al nivel necesario de agua para que el río goce de una vida plena. Pero a final de cuentas –dice–, en casos como el de Coca Codo Sinclair las decisiones tienen un fuerte componente social y político.

Caudal aparte, quedan otras inquietudes. Por ejemplo, sobre los posibles impactos de una eventual erupción del volcán Reventador, que según el mismo ministro Calahorrano suceden en promedio cada treinta años. La última fue en 2002. Según los técnicos de la empresa, la falta de una gran represa y la ubicación de la toma de agua a quince kilómetros río arriba del volcán implican un riesgo menor. Según dicen, la ceniza de cualquier erupción sería menor que el sedimento que todos los días trae el propio río.

También vale preguntar si no habrían sido mejor otras opciones para generar la misma cantidad de electricidad. ¿Quizá la generación fotovoltaica o geotérmica, o las pequeñas centrales repartidas en varios puntos, serían más apropiadas? O tal vez sería más provechoso invertir los aproximadamente dos mil millones de dólares que costará Coca Codo en programas de eficiencia o reducción de pérdidas en la transmisión. Un experto en generación de electricidad y eficiencia energética, que pidió la reserva, opina que en el mejor de los casos se podría reducir en un veinte por ciento la demanda del sector doméstico, que actualmente utiliza la mayor parte de lo que produce el país (28,17% en 2008). Según el ministro, no es asunto ni de lo uno ni de lo otro, sino de avanzar en los dos frentes. El Consejo Nacional de Electricidad estima un crecimiento promedio anual en la demanda energética de 7,5 por ciento hasta 2020, y de no mediar una disminución por un eventual desaceleramiento económico, satisfacerla requerirá utilizar todos los medios posibles.

El problema principal para implementar las alternativas es dónde conseguir el financiamiento. Parece que en el clima económico actual las fuentes son escasas, sobre todo para programas de baja visibilidad política. Se dice que ya existen problemas de financiamiento para otras obras hidroeléctricas e incluso para el programa de sustitución de refrigeradoras, el aparato doméstico que más electricidad consume.

Según las últimas declaraciones del presidente Correa, Coca Codo ya cuenta con financiamiento de parte del gobierno chino, y Jorge Glas, ministro de Áreas Estratégicas, dice que los trabajos iniciarán a finales de junio. No obstante, los diarios y comentaristas siguen opinando –a veces pareciera que con tintes políticos– sobre el aspecto financiero de la obra. Pero el costo monetario de la obra no agota el tema. No hay que olvidar que el proyecto debe ser medido también en función de la salud de la cascada de San Rafael, uno de los atractivos turísticos más importantes del país, y del río que allí se origina. Preocupante, pues, que a pesar de varios intentos no haya sido posible conseguir una opinión desde el Ministerio de Turismo

San Rafael, la mayor y más hermosa cascada del Ecuador se ha convertido en un emblema y una imagen promocional del país en el exterior. Foto: Pete Oxford / Archivo Criollo


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Gerard Coffey es un periodista inglés independiente que vive y trabaja en Ecuador. Fue director del periódico Tíntají y es editor de La Línea de Fuego. www.lalineadefuego.wordpress.com




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