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no. 64
marzo - abril 2010

 

 

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Carta del editor

Ecuador Terra Incognita es un revista sobre el Ecuador. Esa es su delimitación geográfica. Pocas veces publicamos fotografías o artículos que trasciendan esos límites. Las veces que lo hemos hecho, se ha tratado de temas regionales que, por su misma naturaleza (migraciones, conservación transfronteriza, calentamiento global), involucran territorios más amplios. Sin embargo, nuestra atención suele estar dentro de las fronteras nacionales. Son las realidades que mejor conocemos y que más nos inquietan.

Esta es, además, una revista de fotografía. En la constante búsqueda por honrar nuestro lema –“una mirada diferente al Ecuador”– indagamos todo el tiempo nuevas propuestas de fotógrafos ecuatorianos. Sin embargo, no podemos limitarnos a las maneras de ver el Ecuador, sino que también nos interesan las excitantes miradas con que cada vez más compatriotas registran el mundo. Así fue, por ejemplo, cuando Pablo Corral se convirtió en el primer ecuatoriano en publicar una historia en la prestigiosa National Geographic. Orgullosas, nuestras páginas acogieron las imágenes que Pablo traía de su periplo por los parajes andinos.

En esta edición volvemos a salir del terruño, hasta Buenos Aires. Karla Gachet comparte con nuestros lectores la historia de una joven bailarina de tango, cuyas imágenes íntimas y tiernas le valieron a Karla ser la primera fotoperiodista ecuatoriana en recibir un premio del más importante concurso del mundo, el World Press Photo. Para nosotros, este es un premio doblemente especial, pues Karla es como de la familia. Ella fue, junto con su esposo, otro gran fotógrafo, Ivan Kashinsky, editora gráfica de esta revista. Felicitaciones a ambos.

Los otros dos artículos que trae esta edición son, más bien, bastante “cercanos”. El primero es la historia en América del “mejor amigo del hombre”, el perro. También incluimos una crónica de la visita a un vecino de Quito, el Rucu Pichincha. Esperamos que estas páginas, mientras lleven al lector en un viaje por el tiempo y el espacio, también lo hagan sentir como en casa.

Correo

Puyango: es alarmante lo que sucede

Como señalan en la sección “Notas” de su última edición, el bosque petrificado de Puyango es algo único, pero lamentablemente está perdiéndose, víctima de los intereses y de la negligencia. Los ecuatorianos no lo conocen ni lo toman en cuenta.

Me explico. Este es uno de los tres únicos bosques petrificados en América. Además de los fósiles de árboles y moluscos, es posible que existan restos de animales más grandes. Ahora, ¿cuál es el problema? Las investigaciones que se hacían se pararon hace más de veinticinco años. Según los habitantes de Puyango, existía colaboración de Fundación Natura y organismos internacionales, pero todo eso se perdió porque los fondos que se entregaban no siempre cumplían con los objetivos para los que fueron asignados. Actualmente, la administración se alterna cada dos años entre los consejos provinciales de Loja y El Oro, pues el bosque está en las dos provincias, pero esto implica que no existen programas de investigación a mediano y largo plazos, y se pierde la capacitación del personal, pues se lo cambia casi por completo en cada nueva administración. Por otro lado, la otra gran riqueza de Puyango, su flora y fauna endémicas, tampoco se ha estudiado como se debería.

No es posible que desperdiciemos así un lugar único, que si bien no es Galápagos, merece que se lo respete, investigue y difunda para que el turismo beneficie a la gente del sector.

Francisco Villacís, Quito


¿Y el calentamiento global?


Dos de mis ediciones favoritas de su excelente revista han sido las dedicadas a la minería (no. 54) y a la iniciativa Yasuní-ITT (no. 62), ya que son temas de actualidad, muy importantes para el país. Hay otro tema muy importante que deberían tratarlo con la misma profundidad: el cambio climático. Recibió mucha atención en el mundo tras la cumbre de Copenhague, pero no ha generado el suficiente debate en Ecuador. En los medios mostraron que otros gobiernos, como las Maldivas o Nepal, tomaban el tema muy en serio (el primero porque se puede ver sumergido por las aguas y el segundo por el derretimiento de varios glaciares de los Himalayas con todas sus consecuencias). Incluso llevaron a cabo gabinetes “itinerantes”, uno submarino y otro en el campo base del Everest, respectivamente, para llamar la atención. ¿Por qué no se discute más el tema en el Ecuador? Entiendo que se esperan los mayores estragos en la zona ecuatorial precisamente. ¡Ojalá Ecuador Terra Incognita dedique un número al tema pronto!

Gabriela Lozano, Loja


Vergüenza

Hay que estar de acuerdo con el presidente Correa. La negociación de fondos internacionales para dejar el petróleo del Yasuní bajo tierra ha sido vergonzosa para el país. ¿Qué otra cosa que vergüenza puede dar que se condicione a la entrega de dinero el cumplimiento de las leyes nacionales que prohíben explotar petróleo dentro de áreas protegidas, más aún cuando estas han sido declaradas “intangibles”? Sí, es una vergüenza, o la continuación de una vergüenza de larga data, pedir dinero para dejar de construir la nación sobre el genocidio y la colonización interna, como lo hacemos al menos desde los años setenta. Y ciertamente es vergonzoso que exijamos 3 500 millones de dólares por la no explotación, cuando solo entre enero de 2005 y agosto de 2008 se entregaron 10.804 millones de dólares como subsidios a los sectores más ricos del país en combustible barato para sus 4x4 (revista Gestión, febrero 2009).

Una cosa es que se busque el reconocimiento de las externalidades positivas de dejar el petróleo en tierra y de conservar el Yasuní, ¿pero que exijamos dinero y establezcamos plazos para ello? Es acertada la comparación que en ese sentido hace Jorge Anhalzer en su revista (no.62): es como secuestrar a la propia abuelita y pedir rescate por ello. Y si queremos seguir con los símiles, las histriónicas declaraciones del presidente Correa de que nadie le va a impedir explotar en el Yasuní, invocando la soberanía, se parecen a la justificación del puñete a la mujer con el infame “marido es”.

Por último, es una pena –otro nombre que en el Caribe dan a la vergüenza– que se haya cambiado un equipo negociador de primera, con gente preparada y convencida, con otro liderado por una socialité, cuyo principal atributo es su afán de figuración y sus relaciones sociales.

Francisco Ruiz, Quito


Crisis energética e iluminación pública

Algunas cosas buenas trajo la crisis energética. Una es que nos hizo darnos cuenta –ojalá– que la energía no está garantizada, y que el maltrato a la naturaleza no afecta solo a “los animalitos”, sino también a la economía, que a veces parece que nos importa más. La crisis por lo menos expuso todas las fallas e ineficiencias de nuestra matriz energética basada en el petróleo.

Otro regalo que nos trajo la crisis es devolver la noche a la ciudad. Para ahorrar energía se dispuso que se apague una proporción importante de la iluminación pública y se obligó a que se desconecten los letreros luminosos y las violentas vallas y pantallas publicitarias que han invadido la ciudad. El resultado: una ciudad más acogedora, más respetuosa con sus ciudadanos, menos estridente y menos parecida a un hospital. Muchas cartas a los periódicos se quejaban de que la falta de iluminación aumentaría la inseguridad, pero la calentura no está en las sábanas. Al contrario, una ciudad que respeta a sus ciudadanos promueve el respeto entre ellos.

Ojalá que las autoridades municipales se hayan percatado de estos cambios momenta-neos y los conviertan en permanentes, especialmente obligando a apagar durante las noches las vallas publicitarias, pantallas gigantes y tramposa señalización de tránsito (tramposa porque se sobredimensiona para poner publicidad atrás) que agreden a la ciudad.

Diego Matute, Quito

¿Alternativa energética o propaganda mentirosa?

Me permito dirigirme a ustedes para, por medio de su revista, hacer oir mi protesta ante la pretensión del Ministerio Coordinador de la Producción de engañar a la ciudadanía. En una de sus propagandas escuchamos anunciar con bombos y platillos al locutor que se promueven “alternativas energéticas”, en clara alusión a la “energía alternativa” tan de moda y tan necesaria ante la crisis y el calentamiento global. Pero lo que sigue no tiene nada de alternativo. Se exhorta al oyente a comprar y utilizar generadores de electricidad para sus empresas, y se ofrece un subsidio a quien lo haga (además del diésel ya subsidiado con el que funcionan). Es decir, se promueve la adopción de la más contaminante e ineficiente forma de generación de electricidad –el generador privado– y se lo dora con el adjetivo de “alternativo”, para hacernos tragar semejante absurdo. ¿No sería mejor que se utilice ese dinero en promover energías verdaderamente alternativas, como la eólica o solar, y asesorar a las empresas y municipios para que las adopten? Recientemente España batió su propio récord, y durante algunas horas produjo el 53% de toda la energía generada en el país a través de los molinos de viento que ha instalado. En Sevilla se está construyendo un proyecto de energía solar que para 2013 abastecerá a 180 mil hogares, es decir, a la mayoría de su población. ¿Y nuestra revolución? Alternativa, pero de retro.

Vicente Grey, Quito


Monos de Misahuallí

Luego de leer la sección “Correo” de su edición 63, me permito hacer los siguientes comentarios:

1. Mis sinceras felicitaciones a la revista Ecuador Terra Incognita, por acercarnos más a la naturaleza a través de sus publicaciones. Gracias por este esfuerzo y dedicación.

2. La revista me dio la oportunidad de hacer una pequeña apreciación sobre una situación real que acontece en el puerto de Misahuallí, con relación al maltrato que allí reciben los monitos de parte de los turistas (no. 62). Me da mucho pesar que el señor Diego Peña, quien les escribe luego, no sea capaz de ver una realidad palpable a simple vista.

3. No soy yo quien debe juzgar las actitudes del señor Peña al querer defender su realidad. De igual manera, pienso que él no debió emitir juicio alguno sobre mi experiencia vivida en ese sitio.

Susana Pinto, Quito


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