N° 59 - mayo junio 2009
 
 
 
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de Juan Lorenzo Barragán*

Texto por X. Andrade

 

caso sea lo anodino en que se está convirtiendo el panorama visual en las ciudades ecuatorianas que haya desatado el sentido de urgencia que encierra la publicación de estas imágenes. Ellas han sido seleccionadas de una muestra más amplia, captada por las lentes de un colectivo dispar y nucleada por la convocatoria de Juan Lorenzo Barragán. Necesariamente tienen énfasis diferentes y enmarcan la realidad de distinta manera. Sin embargo, todas ellas tienen en común partir de un sentido de admiración por lo que llamamos “lo popular”, sin esencializarlo ni reducirlo a expresiones materiales desarrolladas fuera de toda influencia o, por el contrario, apegado solamente a la marca étnica de sus hacedores. De hecho, el registro aquí presentado –que fuera desarrollado individualmente por sus autores, a diversos ritmos y en distintos tiempos, y que muchas veces encuentra su territorio común en la reacción de humor e irreverencia frente a los cánones establecidos por los sentidos gráficos dominantes– retrata en su conjunto un legado subestimado por las definiciones patrimoniales del estado: aquel creado por los hacedores de imágenes de estratos populares y, se puede presumir legítimamente, de condición mayormente mestiza, operando desde y sobre entornos urbanos de ciudades de mayor y menor alcance.

Lo popular –especie en amenaza de extinción gracias a las políticas homogenizadoras del espacio público y al abuso de las tecnologías de reproducción digital expresada en gigantografías de neón a la puerta de todo negocio– encuentra plena cabida en estas páginas. Ellas forman una pequeña muestra de aquel patrimonio que es objeto privilegiado de la destrucción sistemática por parte de los gobiernos locales, como si estuviéramos –como ciertas autoridades– avergonzados de la riqueza del diseño y las irregularidades de la producción manual, la cromática de patrones chocantes al ojo aniñado, y las tipografías todavía no encapsuladas en la tecla de una computadora. Más allá de los sentidos encontrados del buen gusto y lo exótico, estos letreros de barberías, comedores o cabarets, propagandas políticas que hacen ver bellos a los partidos por una sola vez, y tipografías múltiples, revelan una forma de producción que iba del concepto a la realización manual de la idea por parte de un ejército de obreros gráficos y su plasmación en el espacio público o la propiedad privada. Aunque muchas de las imágenes atrapadas en estas páginas hoy por hoy hayan dejado de existir, encontrarán su revancha en la magia simpática que todavía puedan despertar en los lectores. De hecho, este poder mágico se reserva normalmente a aquellas alusivas a figuras religiosas, alguna también aquí incluida. Sin embargo, la calidad de ruinas en el presente que guarda el resto promueve a pensar en las obtusas transformaciones que, muchas veces, tienen lugar en nombre del progreso. Así, estas imágenes adquieren el poder renovado que, como contraparte a su marginación, adquieren todas las imágenes del pasado. Detrás de algunos de estos letreros hay formas de vida y sectores sociales que han sido empujados a los márgenes de la ciudad, y con ello formas estéticas que nunca llegaron a formar parte de los cánones aceptados del arte, amén de aquellos hacedores de imágenes que, trabajando por comisión, se encargaron de dejar un testimonio de sus propios criterios y talentos en las paredes de negocios particulares. Con la salvedad de las transnacionales de gaseosas y algunas instituciones públicas, fue y es precisamente el patronazgo de los pequeños o medianos comerciantes, y, por ejemplo, los sentidos de distinción del ciudadano común intentando decorar su automóvil para convertirlo en un museo itinerante, los que han dejado esta particularmente rica impronta esparcida por todo espacio que no haya sido aún “regenerado”. Esta muestra intenta honrar el legado de hacedores y financistas anónimos, aquellos que gozaron del prestigio otorgado por estas imágenes en el día a día de las que una vez fueron sus calles

 

*Xavier Andrade es antropólogo visual, docente en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales - Ecuador.

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