no. 56
noviembre - diciembre 2008

 

 

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Carta del editor

La modernidad trajo consigo la creencia de que los límites que imponía la naturaleza a la actividad humana serían superados gracias a la tecnología. En la arquitectura, como en las demás artes, el ingenio humano se regodeaba en la victoria sobre esos límites. La consigna era expresar la distinción entre naturaleza y cultura, y, en concreto, la preeminencia de esta última. Rascacielos que desafían la gravedad, obras faraónicas de infraestructura, espacios comerciales que consumen tanta energía como una ciudad. A esto se nos dio por llamar progreso, y bregamos ansiosos en su pos.

En el Ecuador, por el carácter colonial de la modernidad, esta noción tomó una forma peculiar. Por “cultura” se entendía lo europeo, y lo que hacían “los naturales” se asimiló a la naturaleza. Así, la arquitectura no elaboró sobre temas preexistentes, sino que los obliteró a favor de lo exótico. Materiales y diseños apropiados para el entorno se abandonaron por otros que, muchas veces, no ofrecían ventajas funcionales, sino el simple mérito de evocar lo extranjero: el helado bloque de cemento se ha instalado en los páramos y el techo de zinc abrasa las moradas del bajío.

A pesar de que todavía imperan las obras desmesuradas y los métodos insostenibles, la crisis ambiental ha hecho más evidentes nuestros límites. Surge, o más bien, vuelve, una tendencia a vernos como parte de la naturaleza y no como sus amos, a aprender de ella en lugar de buscar dominarla. Es así como gana espacio la arquitectura orgánica o bioarquitectura, tema de esta edición.

Uno de los ejes de esta arquitectura más atenta con el ambiente es una revolución en los materiales utilizados, desde la síntesis de nuevos elementos hasta la revalorización de los tradicionales. Un lugar especial entre estos últimos ocupa la caña guadúa, de la que trata otro de nuestros artículos.

Esperamos, pues, que además de disfrutar este número que ponemos en sus manos, les resulte muy edificante.

 

 

Correo

Debate minero

Con respecto al artículo “Minería: promesas insostenibles” aparecido en la edición 54, quisiera comentar lo siguiente:

Estoy de acuerdo en oponernos a la minería, siempre y cuando seamos consecuentes y también nos opongamos a sus secuelas: la electricidad, el carro, el televisor, la refrigeradora, la casa de hormigón, el agua entubada y la bicicleta.

Lo ideal es encontrar una solución intermedia, con un nivel modesto de consumo que pueda ser sustentable.

Bruce Hoeneisen, Quito


Permítanme extenderles mi más sincera felicitación por su revista, que no le pide favor alguno a ninguna publicación extranjera; desde el año 2006 en que obtuve mi primera revista, soy su fiel seguidor.

Por otro lado, quisiera referirme a los comentarios vertidos por el señor José Morocho en su correo publicado en la edición 55, en que se acusa a la revista de “aprovecharse de la ignorancia de la gente”.

Me ha sorprendido ver que todavía exista gente que apoye la explotación minera en nuestro país. Al público nos interesa el punto de vista ecológico y el daño inmenso que se puede causar a nuestro ecosistema con esta actividad, y no solo el lucro que ésta generaría, que ya lo conocemos, pues es lo que prima en otros medios. El interés de los lectores de Ecuador Terra Incognita creo que es aprender a valorar, amar y respetar a nuestra Pacha Mama y el progreso económico de nuestro país, todo con la debida medida. Si no empezamos a cambiar nuestros hábitos y creencias, ¿qué tipo de ambiente heredaremos a nuestras futuras generaciones? Dejaremos un país desértico, resultado de la explotación indiscriminada.

Y no solo hablo como ambientalista, sino desde el punto de vista humano; mucha gente ha sido expropiada de sus tierras por el llamado “progreso”, mucha gente ha muerto y mucha gente vive enferma. ¿Ignorancia es entonces tratar de proteger a los nuestros y a nuestra naturaleza? Estamos conscientes del enorme beneficio económico que traerían las mineras, pero, ¿conocemos el verdadero costo de eso? No somos ignorantes y no estamos en contra del desarrollo. Creemos firmemente en que somos un país rico, del cual se pueden explotar muchos recursos, y el más importante es el turismo, el cual sí ha dado de comer a la gente que le ha dedicado tiempo y esfuerzo. No nos ceguemos a una sola realidad. Nos merecemos el respeto de no ser tratados como ignorantes por tener una convicción.

Marco Antonio Chico
Organización Ecologica Wira-Purú, Ambato


Ciclistas superhéroes

Al parecer, la campaña de Biciacción ha levantado polvo, no solo por las críticas a su publicidad “desnudos frente al tráfico”, sino que la promoción de medios de transportes más incluyentes y menos contaminantes parece que molesta a muchos.

Por cada bicicleta que se utiliza, o más bien, por cada vehículo que se deja de utilizar, se le ahorra al ambiente veintiún kilogramos de dióxido de carbono por cien kilómetros recorridos. Y sin embargo, en esta ciudad crónicamente enferma por la polución y el congestionamiento, hay “formadores de opinión” que todavía nos consideran a los ciclistas parte del caos, en lugar de entender que nuestro esfuerzo ayuda a construir una ciudad diferente para las próximas generaciones.

Para muchos sonará a exageración o parecerá que me refiero a los ciclistas como si fueran héroes o mártires, pero la realidad es que desde la posición del ciclista las calles están llenas de enemigos con armas poderosas y letales –los automóviles– de los que tenemos que defendernos cotidianamente. Aunque no todos los conductores tienen esta actitud, al parecer esta se exacerba en horas de congestión, y el que paga su estrés y sus problemas es el ciclista y el peatón. Todo ciclista ha sido o conoce otro ciclista que ha sido víctima de un atropellamiento. El automóvil hace de la ciudad un espacio violento y, a quien no lo posee, su víctima.

Sin embargo, creo que más nos parecemos a superhéroes, a los de las tiras cómicas: somos invisibles, por lo que los autos no respetan cincuenta centímetros que necesitamos entre ellos y la vereda; tenemos oído biónico, pues nos lo revientan los pitazos que no oyen quienes los emiten desde sus burbujas; y si acuamán respira bajo el agua, nosotros respiramos dentro de una nube de esmog, que nos obligan a aceptar como un mal necesario o un fenómeno natural.

Movilizarse en bicicleta en estos tiempos es una opción, que puede ser vista como una nueva moda o como un jipismo de esta década verde; si se convirtiera en la norma, todos viviríamos en una mejor ciudad.

Andrea Bustos, Quito


Culuncos

Quisiéramos agradecer por el artículo “Culunco Casa de Pájaros” (no. 55); al respecto nos permitimos hacer algunas aclaraciones:

1. El artículo hace referencia a un sector que se encuentra en una zona geográfica mayor denominada Yunguilla, bajo manejo sustentable comunitario, liderado actualmente por la Corporación Yunguilla.

2. La zona conserva importantes vestigios preincásicos y coloniales, siendo los culuncos uno de muchos atractivos presentes.

3. Son varios los culuncos en la zona, pero ninguno se llama “Casa de Pájaros”; sus nombres son nativos, como culunco Auca o Guantupungo.

4. El acceso al área de los culuncos solo es posible atravesando la comunidad de Yunguilla, en la cual existe, por necesidad de protección de la zona, un control en el camino. En ese contexto, la presencia de turistas en los culuncos y en el bosque nublado de Yunguilla requiere de reservación previa con nuestro Proyecto de Ecoturismo.

5. Todos los ingresos generados por la actividad turística son para beneficio de la comunidad y la conservación de los culuncos y el bosque.

Germán Collaguazo
Coordinador general, Corporación Yunguilla


El Aromo

Los felicito, ya que son un medio de comunicación con noticias que muchas veces los demás medios dejan de lado. Mi interés es porque, como ciudadano de Manta y ecuatoriano, me preocupa que el gobierno desee construir una refinería en   El Aromo, un lugar encantador y lleno de historias, que se encuentra en el bosque de Pacoche, el mismo que alberga un ecosistema único en la región. Me gustaría que realicen un reportaje sobre el tema, analizando los pros y los contras que tendría construirla en este lugar y no en otro.

Marcos Espinoza, Manta

* Correo es un espacio de diálogo. Envía tus opiniones o noticias a ecuadorterraincognita@yahoo.com. Por espacio o claridad, las cartas pueden ser editadas.

 

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