N° 51 Enero - diciembre 2008
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Foto Andrés García Prado
Una joven disfruta un helado en la Plaza de San Marcos, Quito

Fast food criolla en la Vicentina

Texto Soledad Varea y Blanca Rivadeneira

Agáchate! ¡Y vuélvete a agachar! que los agachaditos... reverencian el platito de tripa mishki, hacen una venia al morocho con empanada, acogen entre sus manos el olor de la guatita; cerquita del corazón el choclo con queso o las tortillas. El sabor de la intimidad dentro del ajetreo diario se sostiene a la altura del pecho y con la cabeza gacha, momento sagrado y platillo ansiado. Recogemos familia, panas o lugares saboreando esta fast food que te levanta del escritorio o te saca de la casa para envolverte en su oloroso humo cuando cae la tarde.

¿Quién no ha acudido al parque de La Vicentina, en Quito, para comerse una tripa mishki? Seguramente la mayoría ha estado en ese lugar, sea por la vida cotidiana apurada, para recordar antiguas formas de alimentarse o por el placer de saborear comida ecuatoriana. En los locales desmontables que se instalan cada día en ese parque ocurre una versátil fusión de comida rápida y tradicional con recetas e ingredientes del Ecuador. Tortillas caucara, mariscos, papas con cuero, menudo, fritada, tripa mishki, empanadas de viento, morocho, caldo de 31, papas con librillo, guatita, secos de pollo... muchos alimentos que incluyen ingredientes como maíz, papas o habas.

A las personas les gusta comer en la calle, porque les resulta más rápido o por el ambiente alegre. Se han apropiado de este restaurante nada común, donde ocurren escenas y momentos que escapan de la rutina; cotidianos y a la vez excepcionales, íntimos y públicos. Algunas veces familias enteras se sientan en círculo a conversar mientras comen un caldo de 31 en ollitas de barro. O hay quienes llegan desde El Inca o la Mitad del Mundo para saborear empanadas de viento. Un cliente, Samuel, acude porque el lugar le recuerda a Ambato y sus padres. Mónica, cuando fue a Alemania, extrañaba sentarse las tardes a comer morocho. Los concurrentes se acostumbran al calor del fuego, a que las señoras les permitan probar un pedazo de tripa mishki, a encontrarse con los vecinos, a sentir su identidad.

 


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