Noviembre 1999
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Por Nicolás Vélez
Foto A. Valdiviezo

El despertar del Guagua

Explosión freática ocurrida el 7 de octubre de 1999 en el volcán Guagua Pichincha.

Un gigantesco hongo de vapor y ceniza había paralizado a Quito. Hacia el occidente se erguía este monstruo que ratificaba la presencia, por años olvidada, de un vecino al que pocos habían visto como una amenaza. La llamada de atención se dio en un escenario perfecto, un cielo azul, el sol recién salido por el oriente y la gente apenas empezando su día.

¿Cuantas personas de cualquier ciudad del mundo son conscientes del poder y la belleza de la naturaleza?

Sin duda la explosión producida por el Guagua Pichincha aquel 7 de octubre fue un fenómeno inusual para las personas de cualquier época, y más aún para las de nuestro tiempo.

Cuando era estudiante descendí al cráter de este volcán. Caminé desde el poblado de Lloa cruzando los extensos cultivos y páramos que anteceden al arenal. El refugio ofrecía todas las comodidades que cualquier excursionista podría desear. Un camino permitía acceder al lugar en un vehículo todo terreno. El ascenso al borde del cráter, desde el refugio, se realizaba en menos de 45 minutos. El descenso al cráter se podía hacer en una o dos horas. Acampar en este lugar se convertía en un gran recuerdo para cualquiera, ascender al cono de ceniza, visitar la conocida “fumarola de Dante” así como sentir la salida del sulfuroso vapor de cualquier pequeña fumarola, donde se calentaba uno las manos. El micro clima del cráter además permitía la existencia de raras y hermosas plantas. Por el lugar donde hoy descienden las rocas de las erupciones hacia el río Cristal, antes descendía un arroyo donde se mezclaban el agua fría de la montaña con las hirvientes aguas del cráter, formando pequeñas piscinas con la temperatura ideal para un delicioso baño entre la niebla. Para todos los que alguna vez realizaron esta excursión, la explosión del volcán Guagua Pichincha seguramente constituyó un hermoso complemento a esas memorias.

Es triste que solo con sucesos tan grandes, la humanidad voltee su mirada a la naturaleza.

Estamos rodeados de fenómenos que, con un poco de observación, nos ayudan no solo a entender la naturaleza, sino también a conocer nuestro lugar en este planeta.

Lee el artículo completo en la edición No 5
de ECUADOR TERRA INCOGNITA

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