N° 49 Septiembre - octubre 2007
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Foto Pablo Rojas
En las canchas del parque central de la ciudad de Tena, una joven se dirige al escenario para realizar una danza y optar por el honor de ser reina del festival del río Napo. Para concursar se requiere haber nacido en esa cuenca hidrográfica, ser hija de quichuas, tener entre 17 y 24 años, ser soltera y hablar quichua.

Fiesta en el Napo

Texto María Isabel Valarezo

La noche del 12 de enero el parque central de la ciudad de Tena se llenó con casi mil personas. Estaban ubicadas en los graderíos y en las canchas a la expectativa de la nueva Yacu Warmi, la mujer del agua, quien sería la encargada de promover la conservación del río Napo.

Cinco hermosas quichuas buscaban la corona fabricada con semillas de anamora, san Pedro e ishtamuyo. Poco antes, con sus exóticas faldas artesanales, que a cada movimiento creaban un sonido particular, las candidatas se maquillaban como podían. El camerino improvisado era el retén policial; las cinco estaban acompañadas de sus familiares mientras dos presos salían de su cotidianidad y, con miradas y silencios, participaban del acto. Una cabina telefónica iluminaba la escena: esa tenue luz fue testigo del uso de sombras, pintalabios y espejos.

Luego vinieron cuatro horas de folclore, caracterizadas por el vestuario, la danza instructiva y los ritmos casi mágicos que provenían de un gran parlante y hasta de caparazones de tortugas. Y al fin la ganadora: Soraida Catalina Licuy Grefa, de 17 años, quien dice reconocer al río como suyo. El Napo ya tenía a su warmi, la encargada de difundir y promover su importancia para la comunidad.

 

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