El espejo azul del lago San Pablo (Imbakucha), observado desde el pucará de Curiloma, a 2 800 metros de altitud, puede complementar la experiencia de atestiguar el vuelo de un águila, o la de entender por qué el cóndor y otras rapaces son símbolos tradicionales de la identidad andina.
A menudo el miedo, producto del desconocimiento, ha hecho que los buitres, búhos o aves rapaces sean considerados perjudiciales para los seres humanos. Por eso, con frecuencia se los caza o elimina indirectamente, a través de prácticas no amigables con la naturaleza, como la destrucción de sus hogares o el uso excesivo de químicos en la agricultura.
Por esta razón, desde hace más de dos años, el Parque Cóndor refugia y rehabilita a individuos rescatados del cautiverio inadecuado e ilegal, buscando, en lo posible, devolverlos a la vida silvestre. Otro de sus desafíos es acercar a las personas a este grupo de aves, para que comprendan el importante papel que cumplen dentro de la naturaleza.
Una muestra de 41 ejemplares, pertenecientes a 18 especies, se aloja en 17 hectáreas donde hay senderos rodeados de vegetación nativa, miradores y una plataforma de vuelo libre. También está planificada la implementación de entretenimientos educativos, un centro de interpretación, una biblioteca, restaurante, huertos de plantas andinas y una granja ecológica.
Técnicas de cetrería y exhibiciones de vuelo libre, son algunas estrategias utilizadas por los guías para promover la educación ambiental y el ecoturismo entre los visitantes.
El Parque Cóndor, único en nuestro país, está ubicado a 10 minutos de la Panamericana Norte, partiendo de la parroquia Eugenio Espejo (lago San Pablo), desde donde existe señalización que permite llegar sin contratiempos.
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