N° 46 Marzo - abril 2007
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Foto Sutton-Hibbert / Greenpeace

¡Cacería de ballenas!

La flota ballenera japonesa partió una vez más, en noviembre de 2006, hacia la Antártida. Compuesta por un buque factoría –el tristemente célebre Nisshin Maru– y cinco buques arponeros, tiene como misión cazar cerca de 935 ballenas minke (Balaenoptera bonaerensis) y 10 ballenas de aleta (B. physalus) en el Santuario Ballenero Austral, que abarca las aguas alrededor del continente helado.

Casi todas las especies de grandes ballenas estuvieron al borde de la extinción como consecuencia de la cacería comercial, hasta que en 1986 la Comisión Ballenera Internacional estableció una moratoria para todas las especies. En este lapso algunas se han recuperado lentamente. Sin embargo, el gobierno japonés, transgrediendo los acuerdos internacionales y pese al poco apoyo interno en su país, ha continuado capturando especies amenazadas con el dudoso pretexto de realizar “estudios científicos”.

Ahora la vulnerabilidad de las ballenas podría tornarse dramática. En junio de 2006, el Japón obtuvo por primera vez la mayoría en una votación de la Comisión Ballenera en la que se emitió la Declaración de St. Kitts, que abre la posibilidad de retomar la caza comercial de ballenas. En buena medida ello se debe a que este país “recluta” los votos de países pobres –la mayoría nunca ha cazado ballenas– a cambio de cooperación económica. Con esta potencial mayoría, el objetivo declarado del Japón es la reapertura de la caza comercial de ballenas en los océanos. De plasmarse este propósito, casi se estaría sentenciando la extinción para muchas especies.

La campaña del 2007-2008 en aguas antárticas contempla matar, además de casi mil ejemplares de otras especies, 50 ballenas jorobadas (Megaptera novaengliae). Estas mismas ballenas son las que visitan los mares del Ecuador, y de las que depende la creciente actividad de avistamiento de cetáceos, que genera millones de dólares y miles de empleos en nuestro país.

Ante esta situación, la organización internacional Greenpeace, que sostiene hace aproximadamente 30 años una campaña para tratar de detener a los arpones japoneses, ha solicitado que el Ecuador no sea un mero espectador y se responsabilice por la conservación de estos mamíferos que generan tantos beneficios al país. Esto se lograría si el Ecuador regresara a la Comisión Ballenera Internacional, que integró hasta 1994. En mayo de 2007, en Anchorage, Alaska, podríamos estar junto al grupo de países que votarán contra la matanza de ballenas.

 




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