N° 43 Septiembre - octubre 2006
SECCIONES

inicio
archivo
suscripción
quiénes somos
índice
segmentos fijos


ÚLTIMO NÚMERO

contenido


CLUB DE
SUSCRIPTORES


suscripción
museos socios
tarjeta del club

CONTACTO

 

 

Texto Jaime Camacho
Foto Jorge J. Anhalzer

Napo, Quito y el agua

El Cayambe mira los páramos de la Reserva Ecológica Cayambe-Coca, una zona con grandes fuentes de agua en el corazón de la Biorreserva del Cóndor.

El agua

E1 agua es vida puede ser una frase trillada, pero es una gran verdad. Los seres humanos ne­cesitamos agua para que nuestro organismo, que está compuesto por un 75% de agua, funcione. Necesitamos el agua para cocer nuestros ali­mentos, para asearnos y limpiar nuestras casas y lugares de trabajo. Incluso necesitamos agua pa­ra desechar nuestros residuos. También necesitamos agua para producir la energía eléctrica que facilita nuestra existencia. Necesitamos agua para enfriar nuestros vehícu­los y nuestra maquinaria industrial. Y, quizá no sea una necesidad, pero también usamos el agua para practicar deportes o para recrearnos.

Indudablemente el agua es vida... pero no so­lo para el ser humano. Plantas, peces, anfibios, mamíferos, aves e invertebrados también depen­den del agua para vivir. Todos, de una u otra for­ma, la consumen periódicamente; y para unos, el agua es incluso su hogar o un elemento indispen­sable en la reproducción. El problema es que el agua es un recurso li­mitado; sobre todo aquella que a los humanos nos sirve más: el agua dulce. Y, a pesar de ser el planeta del agua, menos del 3% del agua de la Tierra es dulce. Además, de este tipo de agua so­lo un 30% está disponible para nuestros usos.

En contraste, el crecimiento de las poblacio­nes humanas parece no tener fin. En el año 2000 había seis billones de personas en el planeta y para el 2050 se calcula que habrá nueve billones. Esto implica un aumento de la demanda con el agravante de que no solo aumenta la población sino la demanda. Es decir, algunas personas con­sumen más agua que antes. Entonces nos enfrentamos a uno de los de­safíos más grandes de todos los tiempos: ¿có­mo equilibrar la oferta y la demanda de agua? Porque, aunque la demanda sigue creciendo, realmente no hemos encontrado la manera de producir más agua dulce.

El Ecuador, a pesar de estar en una de las re­giones con mayor riqueza de recursos hídricos, no está exento de problemas en la distribución del líquido vital, pues, entre otras cosas, su dis­ponibilidad es desigual; por ejemplo, en Loja o en el norte de Manabí las lluvias y fuentes de agua son muy limitadas, mientras que algunas zonas como las estribaciones orientales y occi­dentales de los Andes reciben abundantes preci­pitaciones en ciertas épocas del año. Además, por el calentamiento global y otros fenómenos ambientales, cada vez hay menos agua en el país.

Así, el agua de las regiones más dotadas de Ecuador es cada vez más apetecida por los habi­tantes de las zonas más secas y, semejante a lo que poco a poco está ocurriendo a escala mun­dial, los conflictos se van agrandando sin visos de solución. Por otra parte, y para agudizar más el proble­ma, la contaminación de los ríos, que también crece a grandes pasos en todo el territorio nacio­nal, disminuye significativamente la disponibili­dad de agua para consumo humano.

Quito, el agua y la BRC

Algunas zonas de la BRC gozan de una gran abundancia de agua. Y en torno a su uso, existen algunos conflictos (evidentes y latentes). Estos conflictos ocurren porque algunas zonas carecen de fuentes de agua para riego y consumo humano.



inicio - archivo - suscripción

CONTENIDO REVISTA 43