El
Bosque Protector Los Cedros, entidad privada
que nació en 1989, es un área
protegida de más de 6 000 hectáreas
de bosques primarios ubicada en la parte occidental
del cantón Cotacachi, en la provincia
de Imbabura.
Los Cedros ocupa parte de la cordillera de
Toisán y está rodeado por tres
importantes ríos: el Manduriaco Grande,
el Verde y el Magdalena Chico.
En esta zona se sobreponen dos de las más
importantes áreas de megadiversidad
del planeta: los bosques húmedos del
Chocó y la cordillera de los Andes
tropicales. Ambas con gran cantidad de especies
propias, tanto de plantas como de animales,
principalmente de anfibios y aves.
Haber declarado zona protegida a Los Cedros
implicó preservar una buena parte de
los pocos bosques montanos que quedaban en
el Chocó ecuatoriano, y convertirlos
en una zona relevante para la conservación
de muchas especies silvestres.
Una característica importante del Bosque
Protector Los Cedros es su singular posición
en el sector sur-occidental de la Reserva
Ecológica Cotacachi-Cayapas, ya que
así sirve también como zona
de amortiguamiento de la mencionada reserva.
La diversidad de Los Cedros ha sido muy poco
estudiada, no obstante se han hallado dos
nuevas especies de orquídeas del genero
Dracula, uno de los más hermosos
y apreciados por los coleccionistas. Este
hecho es un indicador de lo mucho que todavía
queda por descubrir en esta zona.
En este mismo hábitat evolucionó
el bracilargo de la cabeza café (Ateles
fusciceps), una singular especie de mono
araña que hoy se encuentra en serio
peligro de extinción. Las pocas poblaciones
de bracilargos se hallan en las áreas
protegidas del RECC, en los bosques montanos
que lo colindan y en los territorios de la
etnia Awá, al noreste de Esmeraldas
y al noroeste de Carchi.
Por ser una estación científica
en donde habita el bracilargo, el Bosque Protector
Los Cedros ha sido seleccionado como sede
de algunos estudios base y campamento para
los talleres de entrenamiento de parabiólogos
comunitarios especialistas en toma de datos
de esta especie.
Este primate, que depende del bosque primario,
es digno de ser reconocido como emblema de
la protección de los bosques noroccidentales.
Aparte de estas riquezas naturales, la zona
ha demostrado ser rica en minerales, lo que
ha llamado el interés de la industria
extractiva nacional y trasnacional. El Estado,
en su búsqueda de fuentes de sustento
económico alternativas al limitado
recurso petrolero, ha recibido préstamos
del Banco Mundial para desarrollar el potencial
minero del país.
Con el cambio de leyes que incentivan o atraen
el capital extranjero y el financiamiento
de prospección minera dentro de todas
las estribaciones occidentales del país,
incluyendo las áreas protegidas, Ecuador
ha mandado un señal confusa al mundo
sobre el destino de este zona.
Por otra parte, las grandes empresas madereras
nacionales, en lugar de imponer reglas de
extracción sustentable (que a la larga
les serían rentables), utilizan cualquier
debilitamiento del Ministerio del Ambiente
para satisfacer sus intereses a corto plazo.
Tal vez la promoción de un reducido
número de monos es lo que falta para
que estos bosques dejen de ser desconocidos
y llamen la atención al Ecuador y al
mundo sobre su importancia.
Treinta y cinco años de petróleo
nos han dejado pobreza y deudas. Ojalá
que los forestales y mineros que esperan entrar
en lo poco que queda del Chocó ecuatoriano,
hoy día, puedan dejar algo mejor para
el país. Para que esto suceda, por
supuesto, tendrán que tomar serias
medidas de protección ambiental.
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