N° 33 Enero - febrero de 2005
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Texto Luis A. Coloma
Foto Luis A. Coloma / Hyla Imágenes

Ecuador, terra de sapos y ranas

Los hábitos de los anfibios también son variados. Los hay terrestres y acuáticos, o arborícolas, como esta ranita (Hyla psarolaima), que habita en los bosques de Santa Bárbara, en la provincia de Sucumbíos.

Recuerdo que en mi infancia, durante los años sesenta, la diversidad de sapos en Guaranda (mi ciudad natal) resultaba espléndida. No era difícil encontrar pozas rebosantes de ultios (renacuajos), poblaciones abundantes de ranitas cristalinas (Centrolene buckleyi), marsupiales (Gastrotheca pseustes), cutines (Eleutherodactylus w-nigrum) y los más conspicuos pucasapos (Atelopus guanujo). Estos últimos ostentaban su color rojizo en los potreros verdes.

Recuerdo que en el Escolar Ecuatoriano, texto obligatorio de las escuelas en ese entonces, encontré extrañas incongruencias con la realidad. No se mencionaba que existían sapos rojos, y solo había un párrafo escueto que decía algo así: “son animales nocturnos y los hay de dos clases: los sapos son café, torpes, feos y con verrugas, mientras que las ranas son verdes, con grandes orejas, y se mueven a grandes saltos”.

Nada más lejano de la realidad; los textos de aquel entonces habían replicado (¡con algunos errores!) lo que se conocía de las ranas y sapos europeos. Lo cierto es que en Ecuador no solo había especies parecidas a las ranas y sapos europeos, sino que este pequeño país sudamericano contaba con una casi inimaginable diversidad de estas criaturas, las cuales, por aquel entonces, eran muy poco conocidas. Pero...

¿Qué son los anfibios?

Los anfibios (ranas, sapos, ilulos y salamandras) son vertebrados singulares por varias razones. Poseen una piel permeable con glándulas que la mantienen húmeda y otras que la protegen de virus, hongos y bacterias. Su audición también es peculiar, pues además de escuchar a través del tímpano, lo hacen por medio de sus patas. Ellos perciben sonidos de frecuencias bajas con ayuda de músculos asociados a las patas delanteras y en conexión con receptores especiales en el oído interno. Otra característica de muchos anfibios es la metamorfosis de renacuajo acuático para transformarse en adulto terrestre. Esto último generó interés por su estudio desde los albores de la zoología.

Este interés derivó en exploraciones científicas que en Ecuador comenzaron en 1849. Desde aquel entonces se han realizado esfuerzos monumentales por describir las especies de anfibios del Ecuador, cuya diversidad es exuberante.

Basta mencionar tres ejemplos para ilustrar lo dicho: En la provincia de Esmeraldas existe el sapo (Bufo blombergi) con el cuerpo más grande del mundo (26 cm). No menos interesante es el caso de la rana chachi (Hyla picturata), una rana arbórea de ojos telescópicos (extremadamente grandes y potentes) como ninguna otra (ésta vive junto a los riachuelos del Chocó ecuatoriano).

Y qué decir de los más conocidos sapos “pacman” (Ceratophrys spp.), que tienen enormes bocas para devorar sapos, y así... podríamos llenar muchas páginas mencionando los múltiples tamaños, formas, colores y modos de vida de estos habitantes de nuestro país.


Lee el artículo completo en la edición No 33 de ECUADOR TERRA INCOGNITA

 



 


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