Los
hábitos de los anfibios también
son variados. Los hay terrestres y acuáticos,
o arborícolas, como esta ranita (Hyla
psarolaima), que habita en los bosques
de Santa Bárbara, en la provincia de
Sucumbíos. |
Recuerdo
que en mi infancia, durante los años
sesenta, la diversidad de sapos en Guaranda
(mi ciudad natal) resultaba espléndida.
No era difícil encontrar pozas rebosantes
de ultios (renacuajos), poblaciones abundantes
de ranitas cristalinas (Centrolene buckleyi),
marsupiales (Gastrotheca pseustes),
cutines (Eleutherodactylus w-nigrum)
y los más conspicuos pucasapos (Atelopus
guanujo). Estos últimos ostentaban
su color rojizo en los potreros verdes.
Recuerdo que en el Escolar Ecuatoriano, texto
obligatorio de las escuelas en ese entonces,
encontré extrañas incongruencias
con la realidad. No se mencionaba que existían
sapos rojos, y solo había un párrafo
escueto que decía algo así:
“son animales nocturnos y los hay de
dos clases: los sapos son café, torpes,
feos y con verrugas, mientras que las ranas
son verdes, con grandes orejas, y se mueven
a grandes saltos”.
Nada más lejano de la realidad; los
textos de aquel entonces habían replicado
(¡con algunos errores!) lo que se conocía
de las ranas y sapos europeos. Lo cierto es
que en Ecuador no solo había especies
parecidas a las ranas y sapos europeos, sino
que este pequeño país sudamericano
contaba con una casi inimaginable diversidad
de estas criaturas, las cuales, por aquel
entonces, eran muy poco conocidas. Pero...
¿Qué
son los anfibios?
Los
anfibios (ranas, sapos, ilulos y salamandras)
son vertebrados singulares por varias razones.
Poseen una piel permeable con glándulas
que la mantienen húmeda y otras que
la protegen de virus, hongos y bacterias.
Su audición también es peculiar,
pues además de escuchar a través
del tímpano, lo hacen por medio de
sus patas. Ellos perciben sonidos de frecuencias
bajas con ayuda de músculos asociados
a las patas delanteras y en conexión
con receptores especiales en el oído
interno. Otra característica de muchos
anfibios es la metamorfosis de renacuajo acuático
para transformarse en adulto terrestre. Esto
último generó interés
por su estudio desde los albores de la zoología.
Este
interés derivó en exploraciones
científicas que en Ecuador comenzaron
en 1849. Desde aquel entonces se han realizado
esfuerzos monumentales por describir las especies
de anfibios del Ecuador, cuya diversidad es
exuberante.
Basta mencionar tres ejemplos para ilustrar
lo dicho: En la provincia de Esmeraldas existe
el sapo (Bufo blombergi) con el cuerpo
más grande del mundo (26 cm). No menos
interesante es el caso de la rana chachi (Hyla
picturata), una rana arbórea de
ojos telescópicos (extremadamente grandes
y potentes) como ninguna otra (ésta
vive junto a los riachuelos del Chocó
ecuatoriano).
Y qué decir de los más conocidos
sapos “pacman” (Ceratophrys
spp.), que tienen enormes bocas para
devorar sapos, y así... podríamos
llenar muchas páginas mencionando los
múltiples tamaños, formas, colores
y modos de vida de estos habitantes de nuestro
país.
Lee
el artículo completo en la edición
No 33 de ECUADOR
TERRA INCOGNITA |
|