Nuestro
territorio alberga una enorme diversidad de
anfibios, y no me refiero a cuán sapos
son nuestros gobernantes, o a nuestra viveza,
sino a las muchísimas especies de ranas,
salamandras y cecilias que viven en estas
tierras. En efecto, los tres órdenes
(ranas, salamandras y cecilias) conforman
la clase de los anfibios. Hablemos sobre la
presencia del tercero de éstos en nuestro
país:
Cecilia es el nombre con el que los biólogos
conocen a estos anfibios de hasta metro y
medio de longitud y sin extremidades que,
por la forma de su cuerpo, son comúnmente
confundidos con culebras o lombrices gigantes.
Solo unos pocos reconocen a estos raros anfibios
(cuyo orden es el de los Gymnophiona, en la
clase Amphibia). En efecto, casi nadie diría
“mira, una cecilia!” al ver un
ejemplar de Gymnophiona (y menos aún
“ve ese Gymnophiona”). Y es que
las cecilias son tan escasas en el mundo que
muy pocas personas saben de su existencia,
y menos aún de su ecología.
Ilulos,
cecilias, otongos o pudridoras
Las
cecilias son tan poco conocidas que no gozan
de un nombre vulgar generalizado; cecilia
es el nombre técnico vulgarizado proveniente
de la familia más diversa de estos
animales (Caeciliidae) y no es muy ampliamente
difundido. En el mundo apenas se han contado
165 especies de estos animales. El 14% (23
especies) se encuentra en el Ecuador.
En algunas zonas de nuestro país las
cecilias son conocidas como ilulos —vocablo
quichua de la Amazonia que se utiliza para
nombrar a las lombrices gigantes o animales
similares—.
Este nombre muy posiblemente se debe al parecido
físico externo entre ambos animales,
aunque en un análisis detallado se
encontrarán radicales diferencias.
Otro nombre utilizado principalmente por colonos
y campesinos es pudridoras, esto por la magnificada
creencia popular de que, por parecer- se a
una culebra, su mordedura causa infección
y una fuerte podredumbre en la zona afectada.
Confundir a las cecilias con serpientes es
fácil si no se mira con cuidado. Esto
hace que se las tema, ahuyente o asesine.
Sus similitudes son muchas, pero también
sus diferencias: si miramos en detalle la
piel de estos anfibios notaremos que no hay
escamas externas que la recubran (como las
que vemos en los reptiles) sino que su piel
es lisa y húmeda. Bajo ésta,
de todos modos, hay pequeñas escamas
imperceptibles a simple vista. Además,
las cecilias no tienen cola.
Hábitos
de las cecilias
Tienen
cuerpo alargado y usualmente azul o morado,
aunque también hay anaranjadas y negruzcas,
la mayoría de colores poco llamativos.
Viven bajo tierra y por ello generan temor
a quien las ve. Para cumplir con sus hábitos,
su cuerpo tiene músculos fuertes para
hacer movimientos serpenteantes, en los que
utilizan su cabeza para excavar. Se desplazan
entre raíces y se guían por
el olfato para conseguir alimento (comen otros
animales subterráneos como lombrices,
insectos y babosas).
En
Ecuador conocemos, por observaciones de biólogos
amigos, que las serpientes coral, que viven
a ras del suelo, se alimentan de ilulos. Ya
que debajo del suelo la luz escasea, las cecilias
no utilizan la vista para orientarse; de hecho,
sus ojos son poco útiles y están
recubiertos de piel y huesos. Tienen dientes
filudos y pueden proporcionar mordidas extremadamente
fuertes porque están dotadas de músculos
adicionales que además de cerrar la
boca, retraen las mandíbulas; por ello,
y aunque mordeduras de cecilias a humanos
sean raras, hay que tener cuidado, pues una
vez que cierran la boca es muy difícil
liberar la mordida sin causar daño.
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el artículo completo en la edición
No 33 de ECUADOR
TERRA INCOGNITA |
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