En el devenir de la Humanidad, todos los pueblos
han enfrentado el desafío de la naturaleza
para transformarla conforme a sus costumbres
y comportamientos culturales. La simple construcción
de una vivienda incorpora al paisaje el aporte
humano. La práctica de actividades
de subsistencia obligó a las sociedades
a explorar el hábitat en busca de materias
primas que permitieran fabricar armas y herramientas.
En las culturas más desarrolladas,
la búsqueda de metales para elaborar
adornos corporales significó el desplazamiento
de cientos de kilómetros desde sus
lugares de vivienda y la invención
de técnicas para su fabricación.
A la muerte de un individuo o de una sociedad,
los objetos, construcciones, adornos y conductas
tradicionales, se convirtieron en herencia
para las nuevas generaciones que aceptaron
ese legado como un vínculo para enlazar
el pasado con el presente.
La condición sociable del Ser Humano
hizo que se apropie de aquello que identificó
a sus ancestros. La herencia adquiere valor
para cada generación porque recuerda
vivencias anteriores, explica modos de vida
y afianza la identidad de los individuos dentro
de una misma cultura y de una misma nación.
El origen del patrimonio cultural es tan vital
que, de no identificarlo y valorarlo, los
pueblos se sentirían como generaciones
flotantes sin raíces en la tierra que
habitan, como seres condenados a cumplir un
ciclo vital semejante al de las plantas y
los animales, y fundirse irremediablemente
en el humus sin dejar rastro alguno.
Pero aquello definitivamente no ocurre, porque
cada generación enlaza su existencia
con la anterior, con la carga de recuerdos
de sus parientes desaparecidos, de sus héroes
míticos o de los personajes que dejaron
huella al procurar mejores días para
sus semejantes.
El Ser Humano no puede desprenderse del pasado:
este consolida la personalidad de sus naciones,
define el marco jurídico que armoniza
las relacione sociales de los individuos y
es la base de la construcción de la
Nación y del Estado.
La herencia cultural del Ecuador se remonta
la época de los primeros grupos de
cazadores-recolectores que deambulaban por
páramos andinos y planicies costeras
en busca de animales y frutos silvestres.
Doce mil años antes de Cristo, los
aborígenes se las ingeniaron para construir
refugios en 1 cumbres de las montañas
y elaborar armas y herramientas de obsidiana.
Cuando la revolución neolítica
transformó el estilo de vida de estas
sociedad, los pueblos experimentaron el uso
de la arcilla, piedra, el algodón y
diversidad de materias prima en su afán
por explorar la naturaleza ecuatorial.
Las sociedades del período colonial,
en los territorios que hoy pertenecen al Ecuador,
a más aplicar un modelo de organización
avanzado fuertemente ligado a las prácticas
rituales, incorporaron el uso de tales preciosos
(particularmente oro y la plata) para convertirlos
en finas y hermosas joyas o en objetos ceremoniales
y funerarios.
De esos tiempos no solo es, admirable la técnica
de producción de artesanías,
sino el aporte creativo cuanto a diseño
y forma, que nos llevan a relacionar su arte
con la flora y fauna compartieron. El paisaje
también fue transformado para vincular
la vida ritual con el cosmos y c tierra a
través de construcciones tronco-piramidales
que dicen mucho del nivel de organización
y percepción del mundo de esas sociedades.
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el artículo completo en la edición
No 30 de ECUADOR
TERRA INCOGNITA |
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