N° 30 Julio -agosto de 2004
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Texto Juan Xavier Malo
Foto Diego Tirira

Patrimonio arquitectónico: Generalizaciones y Omisiones

Esta hermosa escultura es parte del conjunto arquitectónico del Cementerio de Guayaquil, otro posible candidato a Patrimonio de la Humanidad.

No es el propósito de este artículo –ni podría serlo– hacer, en pocas páginas, un recuento de algo tan vasto como el patrimonio arquitectónico. Interesa más bien introducir al lector en ciertos ángulos de un tema alrededor del cual hay muchos lugares comunes, generalizaciones y omisiones, que bien vale la pena poner sobre el tapete.

Se ha hablado mucho, y con sobrada razón, del patrimonio arquitectónico construido antaño. En el caso del Ecuador, éste se remonta a lo precolombino, que está dentro de lo arqueológico (ver sección correspondiente).

Las distinciones otorgadas por la UNESCO a los centros históricos de Quito y Cuenca, han contribuido a generar una cierta conciencia en la sociedad acerca de la importancia del viejo patrimonio; se han creado instituciones dedicadas a velar por su rescate y mejoramiento. Tal es el caso, en Quito, del Fondo de Salvamento (FONSAL) y la Empresa del Centro Histórico (ECH).

El patrimonio edificado consiste de un conjunto de elementos arquitectónicos y urbanos que han ido sumándose a través del tiempo. Existe una primera generalización, a menudo relacionada con la promoción turística del patrimonio, al denominar colonial al conjunto del patrimonio existente en los cascos centrales de nuestras urbes, lo cual es impreciso; bajo este membrete se pretende encasillar productos que en muchos casos no pertenecen a la Colonia, y el término básicamente está siendo usado como sinónimo de antiguo. Es una muestra de facilismo e ignorancia, que subestima las expectativas culturales de no pocos visitantes; pudiera ser que corresponda a una desvergonzada complacencia a un turismo light; esto, de por sí triste, lo es más cuando se comprueba que a menudo, entre ciudadanos de acá, se escucha decir cosas semejantes.

Aquí cabe hacerse una serie de preguntas, desde las elementales de orden cronológico (¿Fue determinado edificio construido durante el lapso referido?), hasta plantearse ciertas distinciones preliminares entre la arquitectura y el urbanismo de nuestras ciudades.

Una primera distinción entre urbanismo y arquitectura nos enseña que en nuestras ciudades antiguas, el primero es “más colonial” que la segunda. El trazado de los dos centros urbanos mencionados lleva, efectivamente, la marca indeleble de lo colonial: la cuadrícula o damero, representaba en su momento una novísima idea de orden, una utopía que por primera vez se materializaría en América, pues en Europa el trazado imperante de las ciudades era de origen medieval, caracterizado por una irregularidad supeditada a los accidentes geográficos.

En este sentido, es en América donde se pone a prueba lo que viene a ser un producto de la razón, mediante la sujeción del trazado urbano a la matemática y a la geometría: la retícula subdivide el espacio en fracciones regulares, de aproximadamente ochenta metros. Los centros históricos de toda América Latina, poseen en la dimensión de su trazado urbano, este contundente rasgo colonial.

Sin embargo, en estos mismos centros históricos, la escena urbana, la imagen arquitectónica, no es únicamente colonial. Esto varía de ciudad en ciudad; en el caso de Quito, pertenecen al periodo colonial el conjunto monumental de iglesias y una considerable cantidad de edificaciones civiles.

Lee el artículo completo en la edición No 30 de ECUADOR TERRA INCOGNITA

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