Marzo - Abril de 2003
SECCIONES

inicio
archivo
suscripción
quiénes somos
índice
segmentos fijos


ÚLTIMO NÚMERO

contenido


CLUB DE
SUSCRIPTORES


suscripción
museos socios
tarjeta del club

CONTACTO

CONTACTO

 

 

Por Juan Fernando Freile
Foto Pete Oxford y Reneé Bish

Las misteriosas aves de la noche

El Cuscungo (Bubo virginianus), es el ave nocturna más grande en nuestro país; habita en los páramos y bosques andinos en donde los humanos han aprendido a respetarlo por su imponente aspecto.

Todas las mañanas, estemos donde estemos, las aves madrugadoras nos despiertan con sus cantos: en la ciudad, en la montaña o en la selva, siempre hay quien trine los buenos días.

Pero, como hemos visto los humanos desde el inicio de nuestros tiempos, hay aves que no despiertan con la luz del día, sino que más bien escogen esa nueva hora para empezar a descansar. Sí, por increíble que parezca –porque personalmente admito que así me parece– hay aves que solo despiertan en la noche; aves exclusivamente nocturnas.

Las sorprendentes aves de la noche están envueltas en misterio. Por una parte, este misterio es fruto de nuestro temor instintivo a la noche y a lo que no podemos ver. Por otra, se debe a que, pese a saber que las aves nocturnas existen, conocemos muy poco sobre ellas.

En el mundo se han registrado alrededor de trescientas especies de aves nocturnas, entre ellas constan incluso algunas gaviotas, loros y garzas. Sin embargo, las nocturnas por excelencia, es decir, las que actúan únicamente por la noche, son doscientas noventa. A ellas pertenecen los búhos, lechuzas, chotacabras, medialunas, entre otras.

Las aves nocturnas son unas verdaderas máquinas de precisión visual, auditiva y hasta locomotriz. Los búhos y lechuzas, por ejemplo, poseen una visión y un oído particularmente agudos. En la oscuridad de la noche localizan con sus ojos enormes y certeros ubicados en posición frontal (como en los humanos), a sus presas (roedores, reptiles o insectos), luego, con silenciosos y pausados vuelos se aproximan para capturarlas sin fallo. Su plumaje es liviano y suave, como terciopelo fino, de ahí su capacidad de volar en silencio, única entre las aves. Estas aves constituyen importantes controladores naturales de plagas, ya que se alimentan de ratones e invertebrados.

Búhos y lechuzas son, además, célebres por su solemne apariencia de sabios. Como tales, son protagonistas frecuentes de historias fantásticas en las que aparecen como camaradas de magos y hechiceros o incluso como los hacedores de magia y consejeros. Esta reputación es fruto de la mezcla de algunas características: la posición y tamaño de sus ojos, su postura erguida y elegante, la forma redondeada de su cabeza y su admirable capacidad de girarla completamente hacia los lados y hacia atrás, como quien siempre mira fijamente a todo y sabe lo que pasa a su alrededor.

El Tayo, en cambio, es la única especie comedora de frutas que trabaja en la noche. Localiza los frutos de palmas, aguacates y otras plantas que los producen grandes y aceitosos, con la ayuda de su fino olfato. Este lo distingue de las demás aves frugívoras, que normalmente se guían por la vista. En Ecuador, los tayos son conocidos por un gran sistema de cuevas que lleva su nombre y está localizado en la provincia de Morona Santiago, cerca de la frontera con Perú. Allí, al igual que en otras cuevas y grietas de montañas, los tayos viven en colonias numerosas que arman tremendos alborotos cuando se las perturba. Ellos constituyen además una fuente de aceite comestible y combustible, que los hace acreedores a un acertado nombre vernáculo en las poblaciones indígenas: pájaros de manteca.

Lee el artículo completo en la edición No 22

inicio - archivo - suscripción

CONTENIDO REVISTA 22

 

 

portada inicio archivo subscripción inicio portada archivo subscripción