La
biodiversidad de Quito es, entonces, un reflejo
urbano de lo que pasa en todo el país:
condiciones especiales para tener un montón
casi infinito de especies, sitios donde todavía
se pueden ver ejemplares espectaculares de ellas,
pero también un muestrario de lo poco
que todo esto les importa a las personas directamente
relacionadas. Lo que le pasó a la 6 de
Diciembre, ahora Ecovía, es paradigmático.
De acuerdo, había que remodelarla para
que pudieran circular los troles, pero ¿era
forzoso deshacerse completamente de todos los
árboles de los parterres, esos hermosos
molles que habían adquirido figura de
túnel por el paso de los buses y. camiones?
¿Es necesario emprender contra los sauces
de la Gaspar de Villarroel de la manera bárbara
en que lo hacen los jardineros municipales,
exterminando toda la gracia de una de las avenidas
más bellas del norte? ¿Cuántas
personas están dispuestas a diseñar
sus casas y edificios para mantener las araucarias
y cipreses gigantes, como lo han hecho personas
encomiables en la Reina Victoria? ¿Quién
está presto a poner y cuidar el césped
en sus aceras en vez de encementar hasta el
último milímetro cuadrado? ¿Cuántos
dueños de jeeps y buses piensan antes
de treparse salvajemente al parterre aplastando
todas las plantas, con tal de librarse, del
atolladero de tráfico que se ha formado
un poco más adelante?
Pero no todo es malo, por supuesto. El Municipio
del Distrito Metropolitano, especialmente, pero
no sólo en esta administración,
está dando pasos muy prometedores para
lograr que “la cara de Dios” esté
limpia y sea agradable. Entre otras cosas, está
rediseñando los parques grandes y pequeños
(vean lo que ya pasa en el parquesito de la
9 de Octubre y Carrión) para que cumplan
mejor con sus cometidos de recreación
y encuentro con la naturaleza. Tuve el gusto
de participar en la propuesta de rehabilitación
del Parque Inglés y de La Carolina. Después
de poco, ojalá, estos parques y varios
otros en toda la capital tengan otra faz. Pero
no solo es cuestión de rediseñar
los parques. La cosa va mucho más allá:
se necesita generar “ciudadanía”
en la ciudadanía.
Con las ciudades sucede algo paradójico:
se dice que no se ama lo que no se conoce. Pero
la gente que ha nacido y vivido en Quito desde
siempre, ¿no la conoce y, por tanto,
no la ama?
Talvez por ahí podemos comenzar: conociendo
real y profundamente nuestra ciudad más
allá de lo que vemos todos los días
desde las ventanas de nuestros carros y buses,
regresando (o yendo por primera vez) a los museos,
conventos y, sí, a sus plazas y parques
también, viendo lo lindo que debemos
potenciar y lo feo que debemos reparar, y contribuyendo,
aunque sea al mantener nuestro jardín
o nuestras macetas, llenos de vida y color.
Como un pequeño incentivo en este sentido,
aquí pueden encontrar una tabla para
que empiecen a reconocer en sus barrios algunos
ejemplos representativos de los árboles
de nuestra notable y amenazada biodiverciudad.
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