El
atronador sonido de los voladores es sinónimo
de que la fiesta ha empezado. Los campesinos
pronto se colocan la lampa en su hombro, y con
los corazones llenos de alegría se retiran
a sus humildes viviendas para luego asistir
a la verbena. Propios y extraños asisten
al festejo: algunos demuestran su destreza tirando
de la cuerda a la gran venada, que arroja los
famosos cuyes, coloridos cohetes que ponen en
pies de polvorosa a los clientes de las caneleras.
Otros cargan en sus hombros a las vacas locas
o a los danzantes, espectaculares figuras alegóricas
fabricadas de carrizo y forradas con papel de
brillantes colores. Para culminar la noche de
festejo no puede faltar el castillo, que con
sus ruedas de luces provoca un emocionante ruido,
mientras deja escapar las maravillosas palomas
que, impulsadas por cohetes, se elevan inundando
el cielo con hermosos colores y cautivando la
mirada de todos. A la madrugada, nuevamente
entra en acción la banda de pueblo, y
al ritmo del tradicional albazo los bulliciosos
voladores reciben el nuevo día y despiertan
a todos los pobladores de Chimbo.
Al igual que en muchos poblados del Ecuador,
en esta pequeña ciudad de tradiciones
y cultura, ubicada en la provincia de Bolívar,
aún son comunes las fiestas populares
como los toros de pueblo, las ollas encantadas
–llenas de inusuales sorpresas como monedas,
harina, pequeñas palomas y cuyes vivos–,
el famoso juego del palo encebado, o el pase
de la chamiza. Sin embargo, en Chimbo no importa
qué se festeje, la tradición de
la volatería y los fuegos artificiales
son infaltables en todas las celebraciones.
Estos tradicionales juguetes se fabrican en
el pequeño taller de uno de los artesanos
más famosos del sector: don Luis Enrique
Quintana, hijo de don Samuel Quintana, pionero
en la pirotecnia nacional, cuya experiencia
también la heredaron sus otros cuatro
hijos: Ángel, Mesías, Pepe y Aurelio.
Don Luis labora de lunes a viernes, sin horario,
en uno de los trabajos más peligrosos
debido a que algunos componentes que se usan
en la pirotecnia son químicos altamente
tóxicos como el nitrato de potasio, sulfuro
de antimonio, purpurina de aluminio, clorato
de barita, purina de plata, entre otros. A pesar
de que estos compuestos son costosos, importados
de Chile y Alemania, son indispensables a la
hora de poner color a las luces y al fuego.
Por ejemplo, el nitrato de potasio da la coloración
violácea, mientras que el sulfuro de
antimonio el color amarillo y el clorato de
barita el verde. Cuando el cielo se pinta de
rojo es porque los fuegos pirotécnicos
tienen nitrato de estroncio y si predomina el
blanco luminoso y brillante es por la purpurina
de aluminio y de magnesio.
Esta noble tarea también requiere de
elementos típicos de la zona como el
carrizo, hilo de cabuya, hollín de cocina,
carbón, barro, e incluso papas. Otro
ingrediente importante es un tipo de fertilizante
agrícola conocido en el mercado como
13-46-0.
En el taller de los Quintana se elaboran distintos
tipos de fuegos pirotécnicos que son
bautizados de acuerdo a su apariencia. Los más
comunes son los voladores, las ruedas, palomas,
vacas locas, toros, venadas, danzantes, pilas,
palmas de coco, y el más grande y caro
de todos: el castillo, que actualmente puede
costar entre 200 y 300 dólares.
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No 17 ECUADOR TERRA
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