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Por Joge Erazo Verdesoto
Foto Jorge J. Anhalzer / Archivo Criollo

En Chimbo se enciende la fiesta

En Chimbo el cielo se inunda de color durante as fiestas patronales de San José, el 14 de marzo de todos los años. Con igual júbilo también se celebra en el poblado de Santiago al Señor de la Salud, el 28 de julio.

El atronador sonido de los voladores es sinónimo de que la fiesta ha empezado. Los campesinos pronto se colocan la lampa en su hombro, y con los corazones llenos de alegría se retiran a sus humildes viviendas para luego asistir a la verbena. Propios y extraños asisten al festejo: algunos demuestran su destreza tirando de la cuerda a la gran venada, que arroja los famosos cuyes, coloridos cohetes que ponen en pies de polvorosa a los clientes de las caneleras. Otros cargan en sus hombros a las vacas locas o a los danzantes, espectaculares figuras alegóricas fabricadas de carrizo y forradas con papel de brillantes colores. Para culminar la noche de festejo no puede faltar el castillo, que con sus ruedas de luces provoca un emocionante ruido, mientras deja escapar las maravillosas palomas que, impulsadas por cohetes, se elevan inundando el cielo con hermosos colores y cautivando la mirada de todos. A la madrugada, nuevamente entra en acción la banda de pueblo, y al ritmo del tradicional albazo los bulliciosos voladores reciben el nuevo día y despiertan a todos los pobladores de Chimbo.

Al igual que en muchos poblados del Ecuador, en esta pequeña ciudad de tradiciones y cultura, ubicada en la provincia de Bolívar, aún son comunes las fiestas populares como los toros de pueblo, las ollas encantadas –llenas de inusuales sorpresas como monedas, harina, pequeñas palomas y cuyes vivos–, el famoso juego del palo encebado, o el pase de la chamiza. Sin embargo, en Chimbo no importa qué se festeje, la tradición de la volatería y los fuegos artificiales son infaltables en todas las celebraciones.

Estos tradicionales juguetes se fabrican en el pequeño taller de uno de los artesanos más famosos del sector: don Luis Enrique Quintana, hijo de don Samuel Quintana, pionero en la pirotecnia nacional, cuya experiencia también la heredaron sus otros cuatro hijos: Ángel, Mesías, Pepe y Aurelio.

Don Luis labora de lunes a viernes, sin horario, en uno de los trabajos más peligrosos debido a que algunos componentes que se usan en la pirotecnia son químicos altamente tóxicos como el nitrato de potasio, sulfuro de antimonio, purpurina de aluminio, clorato de barita, purina de plata, entre otros. A pesar de que estos compuestos son costosos, importados de Chile y Alemania, son indispensables a la hora de poner color a las luces y al fuego. Por ejemplo, el nitrato de potasio da la coloración violácea, mientras que el sulfuro de antimonio el color amarillo y el clorato de barita el verde. Cuando el cielo se pinta de rojo es porque los fuegos pirotécnicos tienen nitrato de estroncio y si predomina el blanco luminoso y brillante es por la purpurina de aluminio y de magnesio.

Esta noble tarea también requiere de elementos típicos de la zona como el carrizo, hilo de cabuya, hollín de cocina, carbón, barro, e incluso papas. Otro ingrediente importante es un tipo de fertilizante agrícola conocido en el mercado como 13-46-0.

En el taller de los Quintana se elaboran distintos tipos de fuegos pirotécnicos que son bautizados de acuerdo a su apariencia. Los más comunes son los voladores, las ruedas, palomas, vacas locas, toros, venadas, danzantes, pilas, palmas de coco, y el más grande y caro de todos: el castillo, que actualmente puede costar entre 200 y 300 dólares.

Lee el artículo completo en la edición No 17 ECUADOR TERRA INCOGNITA

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