Y,
a pesar de que el Parque Nacional Sangay alberga
notables poblaciones de cóndores, el
área no ha sido incluida en la Bioreserva
del Cóndor, que a su vez abarca la Reserva
Ecológica Cayambe-Coca, la Reserva Ecológica
Antisana, el Parque Nacional Cotopaxi, y el
Parque Nacional Sumaco-Napo-Galeras en Ecuador.
El río Upano, que se origina en la bellísima
Laguna Negra de Atillo, cerca del escarpado
macizo del Ayapungo, tiempo atrás era
un magnífico río de aguas rápidas
cristalinas. Cuando estuvimos allá por
primera vez en 1996, era todavía posible
ver cómo la destrucción ocurría
en medio de un mundo pre-humano. Para abrir
la Guamote-Macas, los bulldozers expoliaban
las laderas internas de la Laguna Negra, arrojando
el excedente de roca y lodo en el agua, práctica
opuesta a la recomendada. Las aguas de la laguna
se hicieron de un color desagradable, ceniciento,
opaco y deprimente durante años; los
colores originales, los tonos profundos, a veces
verdosos, nunca regresaron.
Más abajo de la laguna, en las laderas
de los cerros, se producían explosiones
con dinamita y, desde una altura de setenta
metros por encima del nivel de la vía,
con regularidad bajaban derrumbes hacia el profundo
cañón del Upano. Esta carretera,
planificada de unos pocos metros de ancho, estaba
tallando profundamente las montañas sobre
un frente de centenares de metros. Todo esto
ocurría en el medio de las más
maravillosas y prístinas selvas nubladas,
en uno de los lugares más lluviosos de
la Tierra. La gente que vivía en Zuñac,
un pequeño poblado situado río
abajo, partidarios vehementes de la construcción
de la carretera, más tarde nos dijeron
que el Upano era antes un río de bellísimas
aguas claras, que podían beber. Mientras
tanto, probablemente, los ecosistemas fluviales
(los más expuestos y delicados) ya han
desaparecido.
No está claro cómo será
emprendido el manejo de la carretera en el futuro.
De hecho, a partir del corte de la vía
es muy probable la propagación de las
invasiones, con destino a la zona núcleo
del Parque. Para controlarlas de manera significativa
se requiere de muchos recursos, que seguramente
no dispone el Ministerio del Ambiente, sin fondos
(duele decirlo) en forma crónica.
En resumen, los efectos ejercidos sobre los
procesos evolutivos de la Amazonía corren
el riesgo de ser dramáticos. Simplemente,
el corredor sub-andino de las estribaciones
de la cordillera está próximo
a perderse, y los animales no estarán
en condiciones de migrar sin complicaciones
de norte a sur, como lo hacían antes.
Esa es una de las razones por las que la planificada
carretera Guamote-Macas y otras de su género
son tan absurdas desde el punto de vista de
conservación global.
A la fecha, los caterpillar necesitan devorar
los últimos dos kilómetros de
selva lluviosa para completar la construcción
de la vía. Las preguntas son: ¿existe
un margen legal para parar todo esto? Si la
respuesta es no, entonces quiénes deberían
contribuir para reducir los impactos negativos
debidos a las devastaciones no planeadas y tan
profundas?, ¿quiénes impedirían
la cacería furtiva, tala indiscriminada,
colonización ilegal y consecuente contaminación?
Desafortunadamente, estas últimas actividades
no son exclusividad del valle del Upano y afectan
al Ecuador en las diferentes regiones.
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