¿Qué
está matando a los anfibios? Hay muchas
explicaciones posibles. Si uno pregunta a la
gente de los páramos, es admirable la
frecuencia con que se escucha que los jambados
desaparecieron en el terremoto de 1987. Lo cierto
es que esta explicación meramente intuitiva
puede tener su base científica. Andrés
Merino, de la PUCE, encontró que el clima
de la Sierra en los años 1986 y 1987
se caracterizó por temperatura inusualmente
alta y humedad muy baja. Esto puede haber producido
la disminución de las poblaciones y una
mayor propensión a enfermedades. Una
de ellas puede ser la Chytridiomicosis, infección
causada por un hongo encontrado ya en especímenes
de jambatos y de ranas marsupiales (Gastrotheca
spp.). De hecho, puede ser una combinación
de factores, la mayoría de ellos tristemente
aso ciados con la más “inteligente”
de las especies. Los anfibios son especialmente
sensibles a lo cambios climáticos por
su piel permeable y su doble vida (en agua y
tierra); por esto la contaminación del
suelo, agua y aire; la disminución de
la capa de ozono, con el aumento de los rayos
ultravioletas; la tala de bosques, que provoca
la disminución de la humedad y el aleja
miento de las lluvias; y la forestación
con pino y eucaliptos, especies exóticas
que acidifican secan los suelos donde crecen;
tienen un efecto directo o indirecto sobre las
poblaciones d anfibios.
Otra posible causa de la desaparición
de la ranas de altura son las sabrosas truchas
(Qncorhynchus mykiss), peces originarios
de Amé rica del Norte que han sido introducidos
en casi todos los ríos y lagunas de la
Sierra ecuatoriana. Las truchas son predadores
voraces y se alimentan de casi todo lo que se
mueve; en las aguas donde hay truchas prácticamente
no hay renacuajos.
El refrán dice “guerra avisada
no mata gente”, y los anfibios nos están
dando una alerta roja sobre las consecuencias
de la catástrofe ambiental que estamos
provocando y que ya nos afecta.
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