Julio de 2001
SECCIONES

inicio
archivo
suscripción
quiénes somos
índice
segmentos fijos


ÚLTIMO NÚMERO

contenido


CLUB DE
SUSCRIPTORES


suscripción
museos socios
tarjeta del club

CONTACTO

 

 

 

 

 

Por Carlos Jácome
Foto Judy Bustamante

Rondador: mitad viento, mitad montaña

Estatuilla antropomorfa de la cultura Jama Coaque, del período de desarrollo regional (500 a.C. a 500 d. C.). En ella se ve un músico tocando un sicuri o sampoña

Se sabe que hasta antes de la llegada de los españoles los rondadores estaban hechos de barro cocido y tenían nueve tubos, quizá por las concepciones musicales de la época. Tenían forma de ronda y sus cilindros estaban unidos descendentemente según su tamaño. Luego de la fusión del quichua con el español se lo empezó a llamar rondador; comenzó así a interpretarse en las dos culturas y a introducirse en el espíritu ecuatoriano.

Hablar de este instrumento es adentrarse en un mundo de magia, leyenda e historia. En algunas culturas, como en la Jama Coaque, ya se lo utilizaba en ceremonias religiosas en el año quinientos de la era cristiana, por eso es común verlo representado en estatuillas de cerámica de aquella época. Diferentes formas, todas relacionadas, permiten reconocer en estos antiguos instrumentos a los padres del rondador. Se cree que en aquellos años se los construía también de fibras naturales como la caña o el sigse. No se ha llegado ha determinar con exactitud dónde exactamente fue creado, ni qué tiempo tomo en desarrollarse; solo sabemos que es parte de nuestra cultura, que cuando lo escuchamos lo sentimos profundamente, y que relegarlo al olvido como hasta ahora es un error imperdonable.

El rondador representa el equilibrio entre el hombre, la naturaleza y el espíritu, conjugados por la imaginación del pueblo que habitó lo que hoy es Ecuador. No es difícil imaginar a la comunidad reunida en torno a la armonía manada de sus cañas rindiendo tributo a los urcutaitas y a la sagrada Pachamama.

En tiempos no tan lejanos se fabricaron rondadores de huesos de animales adornados por piedras y corales. Esta variedad en la elaboración es el fructífero resultado de la incansable búsqueda de nuevos materiales que permitan mejorar la expresión de sonido y creatividad. Cuando se lo construye de plumas de mallku, el cóndor, señor dueño de los Andes, cuidador de la Pachamama y del Taitainti, se dota al rondador de una característica especial y se lo une a lo espiritual y místico. Historias de antiguos taitas cuentan las peripecias que pasaron nuestros ancestros para tener el privilegio de llevar consigo este magnífico instrumento: noches bajo la luz de la luna, largas y frías, con las estrellas asomándose a la boca de las cuevas que cavaban en la tierra y en las que permanecían escondidos hasta poder recoger las plumas del pájaro de los dioses. Fueron noches de respeto a la vida y entendimiento con la naturaleza, tiempo que sirvió para escuchar al viento soplar, creando diferentes sonidos, melodías y armonías. La recompensa por esas frías noches escuchando la verdadera música, la que viene de la naturaleza, fue un instrumento ligado al shungu andino. Cuando se lo sopla recuerda al inasible huaira en la sobresaliente cordillera ecuatoriana.

El rondador es conocido en toda la región andina. En el Ecuador tiene parientes lejanos como el pingullo, el pífano y las pallas; en Perú y Bolivia sus primos son la malta, los chulis, zampoñas, sankas y tarkas. La gran capacidad creativa de la región se manifiesta en el florecimiento de instrumentos extraor- dinariamente parecidos pero completamente diferentes en escalas musicales, afinaciones e incluso interpretaciones.

Lee el artículo completo en la edición No 13
de ECUADOR TERRA INCOGNITA

inicio - archivo - suscripción

CONTENIDO REVISTA 13

 

 

portada inicio archivo subscripción inicio portada archivo subscripción