Hay
quien sostiene que cada uno de los infinitos
rasgos del Universo tiene su reflejo en los
diminutos detalles del micromundo, evidenciando
así los intrincados y sutiles vínculos
entre las distintas dimensiones. Los minúsculos
detalles de la naturaleza, cuando los examinamos
de cerca, son siempre una sorprendente revelación
visual. A medida que profundizaba más
en la micro-fotografía, empezaron a cautivarme
más y más las interconexiones
entre los seres vivos y su íntima relación
con el universo circundante.
Este tipo de interacciones entre los miembros
de un sistema viviente es común a todos
los organismos. Cuando la asociación
es beneficiosa para los miembros de la misma,
los ecologistas la llaman ‘simbiótica’
o ‘mutualística’. Además,
estas relaciones constituyen un factor fundamental
para la salud integral del ecosistema. Hemos
descubierto y estudiado la mayoría de
las criaturas más grandes con quienes
compartimos este mundo; sin embargo, en el diminuto
mundo de la hormiga y de la pulga, o de organismos
incluso más pequeños, todavía
no comprendemos más que una fracción
de sus relaciones con el conjunto, de sus hábitos
de comportamiento y del papel que desempeñan
dentro de las esferas de vida que les rodean.
Para tener una idea de la complejidad y el carácter
de estas conexiones, podemos poner como ejemplo
a un pequeño insecto en el que se han
realizado interesantes estudios: la hormiga.
Es difícil comprender que animales tan
ligeros contribuyan con el 50% del peso de todos
los animales vivos en la selva amazónica;
tal es su abundancia y variedad, que prácticamente
todos los árboles y plantas tienen algún
tipo de relación con ellas. Por ejemplo,
las hormigas de la foto (familia Formicaridae)
‘ordeñan’ a otros insectos
llamados ‘áfidos’ para obtener
el líquido que secretan, y luego usarlo
como alimento para las hormigas juveniles. El
áfido, a cambio, recibe protección
por parte de las hormigas, quienes incluso lo
guardan ‘bajo techo’ durante la
noche, introduciéndolo a la oquedad del
árbol en que habitan. También
este árbol recibe sus beneficios por
abrigar a las hormigas y a sus ‘vacas’;
las hormigas lo protegen de otros insectos u
animales que se alimentan de sus hojas y aprovecha
los nutrientes provenientes de los desechos
de las hormigas.
Otro caso que ilustra la complejidad de las
relaciones entre especies es el de las hormigas
Allomerus y los árboles del
género Cordia en la Amazonía.
Las hormigas esterilizan al árbol en
que habitan comiéndose sus flores; de
esta manera el árbol no puede producir
semillas. La energía que el árbol
ahorra al no reproducirse la utiliza en un mayor
crecimiento. Al hacerse más grande, el
árbol provee mayor espacio para que la
colonia de hormigas pueda a su vez crecer. Es
importante anotar que esta relación no
es de simbiosis, sino que en ella la hormiga
actúa como un parásito. La relación
no causa un mutuo beneficio; más bien,
la hormiga se beneficia en perjuicio del árbol
que no puede reproducirse. En otras especies,
sin embargo, las hormigas benefician a la reproducción
del árbol al proteger sus flores de los
depredadores.
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el artículo completo en la edición
No 13
de ECUADOR TERRA
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