Carta del editor
Entre los pilares de la Ilustración está la dicotomía cartesiana entre cuerpo y alma. Al ser el alma exclusividad humana, el resto de la creación quedó reducida a máquina e instrumento. El colonialismo impuso esa racionalidad en la mita y la plantación esclavista. Los cuerpos-objeto de los infieles y la naturaleza-objeto estaban para ser explotados hasta donde aguanten. Ese es el sustrato ideológico que rige la economía extractivista. El apilamiento de los efectos ambientales y humanos de esa violencia ha generado cuestionamientos fundamentales a ese orden de cosas. Entre los que han generado más expectativas está el reconocimiento de derechos para la naturaleza, consagrados por primera vez en la constitución del Ecuador.
La encrucijada es cómo llevar esa declaración etérea a acciones concretas con efectos en el mundo. En nuestro artículo inicial, Natalia Greene repasa una serie de casos tramitados por la corte Constitucional que buscan hacer justo eso: generar precedentes a los que se puedan referir los jueces para hacer valer esos derechos en procesos futuros. El rescate del bosque protector Los Cedros o del río Piatúa del sacrificio minero al que parecían condenados produce gozo por sí mismo, pero también porque sienta jurisprudencia preceptiva para casos similares.
Otra hecatombe signada asimismo por la jerarquización social, la deshumanización y el racismo de nuestro presente colonial, es la que ocurre en las cárceles. Hacinamiento, masacres, criminalización, abandono, quemeimportismo... La valiente fotografía de Johis Alarcón se enarbola contra todo eso. Su documental “Ghetto dreamers” se enfoca con empatía en las angustias y esperanzas de los reclusos y reclusas y sus familias, las otras víctimas de un sistema penitenciario sin alma.
Nos asomamos también a la asombrosa “visión sonora” de los murciélagos. Paula Iturralde, quien dedica su vida a estudiarla, nos cuenta sobre radares de cacería de pasmosa precisión y de crías que balbucean como guaguas tiernos. Como en cada edición, aspiramos a que el ejemplar que tienes en tus manos ilumine, inspire y entretenga.