Marzo 2001
SECCIONES

inicio
archivo
suscripción
quiénes somos
índice
segmentos fijos


ÚLTIMO NÚMERO

contenido


CLUB DE
SUSCRIPTORES


suscripción
museos socios
tarjeta del club

CONTACTO

 

 

 

 

Por Jonathon Miller
Foto Heinz Plenge

El Jardín del Aguarico

La Amazonía no es solo un lugar rico en especies vegetales, sino además alberga el vasto saber que poseen sus pobladores acerca de ellas. El principal depositario de ese saber es el shamán.

La alta Amazonia es un área extremadamente diversa. En palabras del fallecido botánico Alwyn Gentry, “no hay ninguna otra región en el mundo con mayor diversidad biológica o cultural que la alta Amazonia”. Solamente en el Ecuador, un país relativamente pequeño, se pueden encontrar 20.000 especies de plantas, al menos 13 lenguas distintas con importantes va- naciones regionales, y montañas de más de cinco mil metros brillando sobre sus laderas cubiertas de bosques tropicales. La alta Amazonia es un verdadero tesoro natural y es una de las últimas regiones de la Tierra que aún mantiene altos niveles de diversidad biológica y cultural. Estas son algunas de las razones por las que esta cuenca se considera un área estratégica para la conservación. La importancia de proteger los bosques que todavía nos sobran es fácil de entender si tomamos en cuenta que ayudan a mantener la estabilidad climática global, acogen una diversidad biológica y cultural incalculable, y suministran agua, recursos renovables, medicina, fertilidad a los suelos, fundamentos espirituales, terapia y sombra.

Aquí, quisiera concentrarme específicamente en el actual problema de la desaparición del conocimiento tradicional sobre las plantas entre las poblaciones indígenas y rurales del Ecuador. También quisiera presentar a la etnobotánica como una herramienta que permite llegar a soluciones constructivas y creativas.

El saber vernáculo acerca de las plantas está desapareciendo a una velocidad alarmante, a momentos más rápidamente que el mismo bosque. Cuando la gente vive en una relación directa con el bosque, éste es visto como una farmacia y como un gran maestro espiritual. Esto genera respeto por el entorno y una mayor conciencia de la necesidad que hay de protegerlo. Con la desaparición del saber tradicional crece la dependencia en productos externos como medicinas alopáticas y alimentos industrializados, y el bosque sucumbe ante usos insostenibles del suelo. La explotación petrolera, la extracción de madera y la cría de ganado destruyen la integridad del frágil ecosistema selvático.

Los ancianos, en los que reposa el saber del bosque, por lo general no se interesan en compartir su conocimiento a menos que alguien se muestre dispuesto a aprender. Muchos jóvenes reconocen el valor del conocimiento tradicional, pero no saben cómo empezar a asimilarlo y aplicarlo en un entorno cultural y físico que ha cambiado mucho con respecto al de sus padres. Este es un grave problema porque la supervivencia del saber práctico desarrollado por las culturas del bosque es crucial para el bienestar de las poblaciones rurales, así como para la misma supervivencia del bosque.

En la alta Amazonia hay cientos de comunidades indígenas que han recibido títulos por miles de hectáreas de selva. Con la inclemente realidad de disolución cultural y presiones económicas a las que están actualmente sometidas, la supervivencia del bosque queda en las manos de gente que está olvidando la manera de vivir de la floresta.

Lee el artículo completo en la edición No 11
de ECUADOR TERRA INCOGNITA

inicio - archivo - suscripción

CONTENIDO REVISTA 11

 

 

portada inicio archivo subscripción inicio portada archivo subscripción