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Por Ernesto Arosemena
Foto Andrés Vallejo

Gallos, gallinas, galleros

Gran parte del éxito de un gallero radica en saber cotejar. Muchas de las peleas ya se deciden en la mesa. Si uno de los galleros es menos hábil que el otro, pueden resultar combates desiguales donde el ganador está puesto de antemano.

Parte de la identidad de los países sudamericanos radica en su apego por las tradiciones ancestrales. Éstas están siempre presentes en la gastronomía, la religión, las celebraciones y los pasatiempos. Entre estos últimos, no cabe duda que uno de los más populares en América Latina es la pelea de gallos.

En la naturaleza, los parientes del gallo doméstico peleaban por el control de las hembras y el dominio del territorio. Aunque la tradición ha sido pasada oralmente de generación en generación y no existe un registro exacto de cuándo la pelea de gallos se convirtió en espectáculo, si es conocido que los chinos comenzaron a domesticar los gallos para alimento alrededor del año 1400 a.C. Es probable que el ser humano primero haya utilizado al gallo para combates, y solo luego para la carne y los huevos. Si esto es así, hace más de 3.400 años que la valentía del gallo de pelea es admirada por los hombres. Ahora, a las puertas del tercer milenio de la Era Cristiana, el pasatiempo más antiguo de la historia sigue vigente.

En Ecuador estos espectáculos son predilección tanto de la Sierra como de la Costa. Poblaciones como Cayambe y San Antonio de Pichincha disfrutan mucho de esta actividad y son conocidas por ello. En Bolívar las peleas son parte infaltable del Carnaval de Guaranda y en Loja se las ve durante las fiestas de la Virgen del Cisne. En Manabí las peleas se multiplican a lo largo de las celebraciones octubrinas, aunque en algunos sectores no necesitan de ningún pretexto y los gallos son rutina de fin de semana, o de la tarde de los jueves.

Muchos pueden asumir que se trata de una fiesta popular, pero no es extraño ver a grandes personajes del país, ex presidentes o políticos de renombre, entrar a las sórdidas galleras de pueblo con guardaespaldas armados y su animal bajo el brazo. Durante horas su única preocupación es cotejar peleas, vitorear, beber y apostar por las violentas aves. Muchas veces los gallos son importados de países tan distantes como España o Inglaterra.

Hay muchas cosas interesantes que no todo el mundo conoce acerca de esta tradición. Una de ellas es que el gallo, cuando pelea, no lo hace “a mano limpia”. En las patas se les calza unas espuelas para que cada golpe haga más daño al contrincante. Éstas se fabrican de carey, de hueso de pescado y, en la actualidad, también de plástico. En el pasado incluso se utilizaban puntas de cuchillo. También era común que muchos galleros pongan veneno en las espuelas de sus gallos para que el otro muera más rápido. Ahora, el juez limpia el pico y las espuelas de ambos gallos con limón antes de la pelea para así eliminar cualquier sustancia nociva.

Apostar a los gallos es un arte para algunos y una ciencia para otros. Los apasionados son capaces de jugarse todo en una arena de pelea y salir mendigos o millonarios luego de pocos segundos. No hay necesidad de documentos legales que obliguen al cumplimiento de la apuesta, ya que es hecho respetado que “palabra de gallero, es palabra de caballero”.

Lee el artículo completo en la edición No 10
de ECUADOR TERRA INCOGNITA

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