Prefiere los riscos marinos poco profundos. Aunque se lo llame “común” y, en latín, vulgaris, es, en realidad, un ser extraordinario. Su gran cabeza rodeada de ocho tentáculos aventosados le dan un aspecto que desafía la imaginación. Un cuerpo dúctil, una piel de ilusionista y el sistema nervioso más grande e intrincado entre los invertebrados lo hacen el maestro del camuflaje y el engaño.
Grandes pulpos pueden escabullirse por hendijas mínimas. Su piel (por la que también respira) cambia de textura, de opacidad y de color (incluso produce “olas” de patrones visuales móviles). Esta piel y la plasticidad de su cuerpo le permiten imitar a rocas, plantas o peces venenosos.
Su asombrosa vida es corta, de poco más de un año. Cuando el macho fecunda a la hembra (mediante un tentáculo modificado) pronto envejece y muere. La hembra también muere poco después de haber cuidado a sus huevos y haberlos visto eclosionar.