Los antiguos caminos andinos
que fueron trazados en el territorio que hoy
pertenece al Ecuador se pueden rastrear a
través de las evidencias materiales
o de las referencias documentales del siglo
XV en adelante. En el primer caso, son huellas
de las vías que enlazaban pueblos y
regiones, y, en el segundo, descripciones
de expedicionarios, conquistadores y cronistas
europeos que recorrieron esta parte de América.
Éstos caminos, que por efecto del uso
milenario y la erosión se han convertido
en zanjas de muy variadas dimensiones, han
recibido el nombre de culuncos, Estos senderos
y los que se ampliaron o construyeron a raíz
de la expansión incaica, forman parte
de la red vial andina.
La red vial prehispánica, a más
de constituir el testimonio de la intencionalidad
de integración de los pueblos, registra,
desde el punto de vista físico, rutas
que enlazan diferentes regiones, sub-regiones
y paisajes geográficos habitados por
pueblos de muy diverso origen étnico
y grado de desarrollo socio cultural.
Si bien el sistema vial en el Tahuantinsuyo
estuvo conformado por dos ejes troncales,
uno andino y otro costero, en el caso del
Ecuador, existe una abundante información
de senderos que partiendo de la Sierra, particularmente
de Quito, permitieron implementar un eficiente
sistema de comunicaciones y de intercambio
regional con el noroccidente del país.
En efecto, antes de que Pedro Vicente Maldonado
–en el siglo XVIII– se propusiera
construir la vía a Esmeraldas, los
pueblos indígenas del noroccidente
de Pichincha, conocidos como los Yumbos, habían
establecido rutas de movilización a
través de los pasos naturales o “bocas
de montaña” que forman los ríos
como el Guayllabamba y el Toachi. Estos pasos
y las huellas de los culuncos, o caminos antiguos,
se han identificado en poblaciones como Nono,
Calacali, Lloa, Nanegal, en dirección
a Esmeraldas.
Los caminos antiguos, desde el punto de vista
histórico cultural, demuestran importantes
características de las sociedades aborígenes:
conocimiento del espacio físico y capacidad
de orientación a través de la
astronomía; necesidad de complementar
la economía a través del intercambio
de productos de cada región; existencia
de grupos especializados en el intercambio,
como es el caso de los yumbos y mindaláes;
y, finalmente, este conocimiento rompe el
mito de que los pueblos del Ecuador han cultivado
el regionalismo, entre otras razones por la
presencia de la cordillera de los Andes.
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