N° 39 Enero - Febrero de 2006
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Por Eduardo Almeida
Foto Eduardo Almeida

El León Dormido

Ocho kilómetros al norte de la pob1ación de Saraguro, en la provincia de Loja, se encuentra la parroquia de Urdaneta o Paquishapa, en cuyos campos se registra un sitio arqueo1ógico conocido como León Dormido o Paredones. El primer nombre obedece a la presencia de un promontorio rocoso que tiene la forma de un felino recostado, mientras que el segundo alude a la existencia de antiguas paredes de piedra.

El alentamiento arqueológico comprende tres sectores:

1. Un conjunto de cimientos, entre ellos una kallanca (construcción alargada) y restos de habitaciones mas pequeñas.
2. Área de las colcas o depósitos de alimentos. Está construida en la ladera oriental del cerro León Dormido. Se trata de una hilera de 12 depósitos cuadrangulares de aproximadamente 4 x 6 metros por lado.
3. Un sendero, probablemente incaico, que conduce a la cima de la colina convertida en mirador, que ofrece una extraordinaria vista del hermoso y productivo valle de Saraguro. En este trayecto, rocoso y empinado, se advierte un camino de probable origen antiguo. El camino se dirige a una cima en la que sobresalen algunas piedras. En la superficie de estas piedras existen huellas que probablemente fueron hechas por el hombre.

Las coleas son comunes en los asentamientos incaicos. Se construyeron como parte de la infraestructura del estado con la finalidad de almacenar los excedentes de la producción agrícola para luego utilizarlos en zonas deficitarias o en situaciones de calamidad o de guerra.

Durante la conquista y colonización española, los cronistas y viajeros las identificaron a lo largo del Tahuantinsuyo. En palabras del clérigo Murúa: “Estos depósitos, que ellos llaman colcas y nosotros diremos alholíes o graneros, estaban encomendados a personas principales e indios de mucha cuenta y razón, los cuales tenían todo lo que se gastaba por sus quipos. Estos bastimentos estaban guardados para que, cuando se ofrecía guerras o conquistas y el Ynga sacaba de las provincias gente de guerra, les diesen de ello lo necesario para el camino, y cuando pasaban por allí compañías de soldados, se les proveía por orden del Ynga”. (Martín de Murúa. Historia General del Perú. Edición de Manuel Ballesteros, historia, 16, Crónicas de América 35, Madrid, 1987, p. 36).

Otros elementos arquitectónicos estuvieron destinados a un centro administrativo y probablemente residencia de una guarnición militar y de autoridades locales. Los vestigios de estos edificios ahora se conservan únicamente en sus bases.

Aunque no hay estudios de este sitio, se lo cataloga como de origen inca, es decir de fines del siglo XV. Según Max Uhle, el nombre nativo de estas construcciones es Villamarca-Auna.

El área de Paredones se halla bastante destruida, no obstante se advierten hileras de muros y restos de paredes a ras del suelo. La zona de las coleas ha sido también alterada, principalmente por habitantes locales que han retirado las piedras para utilizarlas en viviendas actuales. Otro factor que amenaza estas estructuras es el matorral que cubre gran parte de los muros. En todo caso, hay suficientes evidencias como para emprender en un programa de rescate monumental y puesta en valor.






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