Pilaloma
es uno de los sectores del templo de Ingapirca,
localizado a 9 km del cantón El Tambo,
en la provincia del Cañar. Pilaloma
es una estructura semi ovoidal de piedra,
en cuyo interior se encuentran ocho recintos
habitacionales, de los cuales seis están
alrededor de una plaza. En el centro de ésta
se descubrió, en los años setenta,
una tumba múltiple.
En la superficie, la tumba tenía una
gran piedra ligeramente triangular. A nivel
del suelo se encontró un empedrado
circular que cubría el área
en la cual fueron depositados 11 cuerpos,
todos ellos envueltos en un fardo funerario
y colocados en semicírculo, con las
cabezas hacia el sur y los pies hacia el norte.
Los 11 cadáveres corresponden a adultos
de más de 20 años, ocho son
de sexo femenino, uno de sexo masculino y
el sexo de dos de ellos aún no ha sido
identificado. De acuerdo con la investigación
realizada por la Misión Científica
Española, se deduce que una mujer fue
el personaje principal de esta tumba, puesto
que su cuerpo estaba adornado con gran cantidad
de objetos de cobre, hueso y concha. En la
tumba también se hallaron vasijas,
compoteras y huellas de cordeles y textiles,
todo ello de filiación cañari.
Para los pueblos andinos prehispánicos
la muerte fue considerada como una etapa de
transición a otra vida. Desde la época
de las primeras sociedades agrícolas
de la península de Santa Elena, los
habitantes de la cultura Valdivia enterraban
a sus muertos en fosos abiertos en el interior
de sus casas. Los cuerpos estaban acompañados
de ofrendas y bienes que supuestamente ayudarían
al fallecido en su viaje al más allá.
Esta costumbre se convirtió en una
constante compleja en el ritual de la muerte,
llegando a ser una actividad que involucró
a todos los estamentos de la sociedad. Tanto
las élites gobernantes como los señores
étnicos y caciques eran enterrados
con un ajuar funerario compuesto por utensilios
de oro y cerámica; se acompañaba
el cuerpo con alimentos, bebidas, animales
domésticos sacrificados e incluso personas
allegadas al difunto.
La práctica del rito funerario deja
entrever el estatus y la condición
social de los individuos, y demuestra el valor
que representaba para los pueblos indígenas
la conservación y veneración
de los despojos mortales.
No de otra manera se explica la costumbre
de resaltar en el paisaje los sitios destinados
a necrópolis o cementerios. En el caso
de Pilaloma, se utilizó una huanca
o piedra de gran tamaño. Otras culturas,
como los caranquis en la Sierra norte, construyeron
montículos circulares de tierra sobre
las sepulturas.
La arquitectura de Ingapirca es de origen
inca, no así la tumba de Pilaloma que
corresponde a una ocupación anterior
(cultura Cañari). Este dato, a más
de otros testimonios, demuestra que los incas
reocuparon asentamientos de los pueblos locales
en su proceso de expansión en los Andes.
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