No. 29 - mayo junio 2004
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Por Eduardo Almeida
Foto Eduardo Almeida

Baños de Colluctor


Innumerables referencias históricas y testimonios arqueológicos revelan la importancia que tuvo el agua en las culturas aborígenes de la América andina. Desde la época de los primeros pueblos agricultores asentados en las costas de la provincia del Guayas, el agua fue considerada como uno de los elementos fundamentales para la existencia humana, no solo por ser indispensable en la dieta cotidiana, sino también porque de ella dependía el florecimiento de los cultivos y la consecuente estabilidad social.

La importancia del líquido vital se refleja en los diseños de olas, caracoles, aves marinas o peces que decoran diversos objetos de cerámica de la América prehispánica. Fue tal la importancia del agua, que desde el período Formativo (4000 a.C.) se instauró un rito a la lluvia y a la fertilidad, en el que era imprescindible la participación de la concha Spondylus, material considerado sagrado y extraído del mar ecuatorial.

Además del uso pragmático, los pueblos antiguos la utilizaron como elemento de purificación del cuerpo en las ceremonias mágico-religiosas. A finales del siglo XV, en cada centro administrativo importante, los incas construían los llamados “baños del Inca”, con la utilización de sillares pulidos y perfectamente ensamblados en un perímetro cuadrangular o, en su defecto, labrados directamente en la roca viva, como el identificado en la localidad de Colluctor, en el cantón El Tambo, provincia de Cañar.

Se trata de una roca de dimensiones ciclópeas (aproximadamente cien metros de largo y ocho de alto), en cuya superficie se tallaron varios elementos. En el sector norte se advierte una cavidad en forma de estanque de tres lados, un asiento y varios espacios escalonados a manera de terrazas sucesivas. En la parte central, a más de varios muros con piedras talladas en almohadilla, se encuentra el componente más importante, conformado por un estanque alargado dividido en dos compartimentos por una roca a manera de columna. El baño tiene cuatro hornacinas rectangulares, una escalinata de acceso y varios agujeros para el ingreso y desfogue del agua. Sobre el estanque se distribuyen grandes áreas escalonadas que hacen pensar en un lugar para el descanso y para tomar sol.

En el extremo sur del sitio, a más de la vivienda moderna levantada sobre el promontorio, se advierte la existencia de otro baño de paredes bajas, varios peldaños alargados y una grada. Las características arquitectónicas sugieren claramente que se trata de un baño que debió ser utilizado por la élite cuzqueña para fines de purificación ritual. Podemos pensar que fue así porque en varias partes existen figuras talladas con diseños de ranas, lagartijas y monos.

Los baños de Colluctor se encuentran muy cerca del complejo arqueológico de Ingapirca. Similares estructuras talladas en superficies rocosas se han registrado en los alrededores del Cuzco. Colluctor no ha sido suficientemente investigado, por eso no se conocen los detalles del contexto arqueológico asociados a esta obra. De ahí que la posibilidad de reconstruir las costumbres de la gente que ocupó este lugar es limitada.

El paso del tiempo ha empezado a alterar este monumento. Se evidencian los efectos de la erosión: causa de la pérdida de su fisonomía original. Además, la construcción está deteriorada, lo que nos impide conocerla en toda su magnitud.