Suelen ofrecer estos frutos amarillos y rojos, cocidos, en grandes bateas. Son arenosos y los comen con sal. Crudos, se los ve en grandes racimos, tal como los desgajan de la palma. Se dice que en otros países se aprovecha su harina para confeccionar pasteles, compotas y jaleas.
La palma de los chontaduros -algunos pronuncian chontaruros- crece en la selva subtropical, en aquella que no se inunda. Son propias de los declives del Pan de Azúcar, Sumaco y Reventador, montes y volcanes que se tornan misteriosos cuando se ocultan con la densa niebla que elaboran plantas y ríos.
Se ha de suponer que Gonzalo Pizarro, Francisco de Orellana y Gaspar de Carvajal, en la expedición que salió de Quito y que tan mal terminó para Pizarro, saborearon el chontaduro. Pero se sabe que mucho antes del siglo XVI, la gente de esos lugares lo consumía.
Pero en la actualidad, los habitantes serranos que como colonos han levantado pueblos y ciudades en esas tierras, aprovechan poco del chontaduro, acostumbrados como están a sus secos de carne y de gallina, a sus chicharrones y fritadas con mote. Los colonos serranos aprecian más la yuca y el plátano. Por cierto, serranos nuevos y nativos no entienden la comida sin fideos y arroz. Por si esto fuera poco, escasea el pescado, porque los ríos se han contaminado.
Otra cosa es el registro de las frutas que comen esos habitantes. Estas van desde la granadilla de Quijos, descubierta para la actualidad por el Clérigo. Agradecido, cura de Pimampiro, en el siglo XVII, y a cuya flor llamó "flor de la pasión", porque según él, en su corola se podían ver todos los artefactos que se usaron para martirizar al Señor, hasta una forma de uvas gigantes muy jugosas; las demás frutas son la mandarina, la lima, el arasá, etc.
La chicha de chontaduro, aderezada con canela, ishpingo y azúcar, muy fría, resulta una bendición cuando el calor hace de las suyas en esas regiones, Un pastelillo amasado con harina de chontaduro será una delicia, siempre y cuando en él entren huevos, mantequilla y esencia de vainilla. Los nuevos cocineros tienen en el chontaduro un elemento, casi desconocido, para sus caprichosas invenciones.