Pueden
parecer difíciles los manjares desde
el punto de vista de su elaboración,
sea porque los ingredientes no llegan a los
mercados de las ciudades grandes, sea porque
se ignore la técnica. Para los nativos
de las diferentes zonas, el asunto no es menos
difícil, aunque para ellos la necesidad
de comer simplifique los detalles y valore
lo sustantivo.
El acto de comer entre los nativos siempre
equilibra el legado de la tradición
y la angustia que provoca el hambre.
El hecho de utilizar el término nativos
solo busca indicar que se habla de la población
que vive en los diferentes lugares del territorio,
el término no alude a los pueblos identificados
con plumas, collares de dientes de jaguares
y pieles de tigrillos. Los nativos de algunas
provincias del país preparan el ayampaco.
Hemos visto, por ejemplo, en Babahoyo, cerca
al río, fondas que ofrecen estos envueltos.
Los mantienen calientes arrellanados sobre
anchas latas colocadas sobre la brasa. Averiguados
los orígenes del ayampaco apenas se
pudo saber que también los preparan
en la ceja de montaña, en los rumbos
subtropicales del cantón Pangua. No
quedó claro si su confección
era una práctica de los Tsáchilas,
llamados Colorados, o de otros pueblos del
interior del litoral, tanto del norte como
del sur. Tiempo después, se encontró
el ayampaco en un recetario de comida macabea,
que es como se denomina a la cocina de Macas.
La noticia no ayudó a esclarecer, más
bien, dio lugar a una constancia y a una suposición.
La primera se refiere al ámbito en
el que se trabajan los envoltorios: serán
zonas en donde abunden pescados de agua dulce
y plantas de bijao, y la segunda sugiere que
el ayampaco proviene de alguna cultura que
los arqueólogos instalan en el período
de Integración, es decir entre 500
d.C. hasta el 1533 d.C.
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