N° 29 mayo - junio 2004
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Por Julio Pazos B.
Ilustración: Pancho Cordovez

El pan de los señores
de la tierra


Los cronistas usaron expresiones como “tierra de pan sembrar” para indicar que era buena tierra para cultivos. Así pues, el término pan era un genérico. Sin embargo, también utilizaron el otro significado, el que aludía a la masa de harina de trigo que se ahornaba; este pan tuvo diversos tamaños y formas, los más consumidos por los conquistadores, en sus hogares de la Península, eran los panes leudados.

El pan que traían en los bergantines no duraba mucho, se agusanaba debido a la humedad. Harto sufrieron por esta contingencia, hasta cuando alguien inventó la galleta. Por esta razón y cuando llegaban a las islas del Caribe, su interés se concentraba en el pan de los nativos. Comieron y luego describieron el pan de yuca, denominado en lengua taína cazabe. Todavía en nuestros días, en República Dominicana se prepara este pan: luego de rallar la yuca y de eliminar sus componentes tóxicos, forman grandes tortillas planas que asan en tiestos.

Más tarde descubrieron el maíz y los manjares y bebidas que con él se hacían. El tamal, que es un bollo de harina de maíz envuelto con hojas y cocido al vapor. Las tortillas, que son masas asadas en piedra o tiesto; las arepas, que pueden ser, simplemente, masas de maíz duro, remojado y molido, que en Venezuela se rellenan con carne, y en Colombia se comen con chorizo y untadas con mantequilla. Como se ve, hay una gran variedad de bocados de maíz.

En tierras del incario y en las que no fueron conquistadas por los guerreros del Cusco, existió la humita. Con nombres diversos se conoce este bollo: envuelto, zambate, chumal y choclotanda. Este último término es una traducción de pan de choclo, expresión que apunta a los primeros tiempos de la conquista, de cuando los españoles suplían la ausencia del pan de trigo.

Quedémonos con humita y comentemos que inicialmente era una masa de choclo tierno envuelta con las hojas que protegen a la mazorca o chala. El choclo debió molerse en la piedra, que es como en el Ecuador se denomina al metate. Este artefacto no es un mortero. Siglos más tarde, llegó el molino de metal y con este se han hecho los millones de humitas que han consumido los ecuatorianos. Aunque el molino necesitaba la fuerza de un hombre o de varios, según la cantidad. Se dijo que hacer humitas era un trabajo colectivo, en efecto, para cada cosa se necesitaban manos: preparar y cortar la chala, moler varias veces el grano, amasar con huevos, manteca, queso, cebolla y sal, acondicionar un recipiente para cocer al vapor, acomodar los envueltos... También se hicieron humitas de dulce, aquellas que llevan azúcar o panela, y aguardiente con anís. La tamalera fue una invención muy atinada, de igual modo, los ayudantes de cocina; sin embargo de estos últimos hubo quejas debido a la calidad de la textura.

Los viajeros que se desplacen por los pueblos del Ecuador pueden observar que en las puertas de las fondas, en los mercados, en las puertas de los zaguanes, se venden humitas. Si los viajeros se sienten animosos pueden servirse humitas, acompañadas con café hervido, pasado, soluble o sencillamente inclasificable. Se recomienda saborear humitas pequeñas, calientes y ligeramente esponjadas, y no aquellas grandes, duras, blancas y tristes, esto último por haber sido hechas sin amor.



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