N° 16 Febrero del 2002
 
 
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Por Julio Pazos B.
Ilustración: Pancho Cordovez


Frescos


En los mercados públicos y en torno a ellos se venden frescos: en el interior de los mercados durante toda la semana y en sus alrededores en los días de feria y en los festivos. Hileras de frascos gigantes resplandecen en altos mostradores. Detrás de ellos una mujer robusta con delantal y sombrero blancos promociona, a viva voz, los frescos. En las festividades, cuando ríos de gente se queman con el sol en el cenit, las fresqueras ambulantes no se alcanzan con el negocio. Su grito aflautado es “frescu”, o si no un alargado “frescuuu”, o tal vez una serie apremiante de “frescu”, “frescu”, “frescu”…

No se diga que estos negocios funcionan a la buena de Dios, ni que la higiene municipal los tiene en el olvido. Se ven rótulos como estos: “Jugos con agua hervida”, enunciado que más que una advertencia es el comienzo de un misterio y, por cierto, que a nadie se le ocurra insinuar siquiera el asunto del agua no vaya a recibir un rotundo: “Ni en su casa le han de dar el jugo en agua hervida”. De modo que es preferible no aventurarse con preguntas o pesquisas imprudentes.

La variedad de zumos es, en general, la misma. En esto no se diferencian ciudades ni pequeños poblados. A la lista de jugos de naranjilla, mora, piña, tomate de árbol se suman el de badea, en la provincia de Manabí, y el de coco. Este último licuado y enriquecido con esencia de coco. Se enfrían los jugos con grandes trozos de hielo, mas, si se gana en frescura es posible que por el aumento de agua los sabores inolvidables de las frutas se adelgacen hasta convertirse en vagos recuerdos. También este asunto es delicado y no admite comentarios a la hora de beber estos zumos.

Pero no solo se ofrecen estas delicias. Hay lugares que ofrecen chicha de avena y hasta chicha de morocho. Hay ofertas de jugo de alfalfa, buenos para clientes anémicos y en general para los abúlicos, es decir para esos que no tienen gusto por nada. A éstos les suministran jugo de alfalfa con huevo. En el mismo sentido, se prepara malta con huevo, bebida muy eficaz que se recomienda a las madres que producen poca leche.

Pero fresqueras y fresqueros ambulantes suelen ser muy descuidados con sus baldes. Los dejan en cualquier lugar mientras van a cobrar alguna deuda. A una amiga le ocurrió lo siguiente: cierta fresquera dejó un balde en la calzada, junto a la acera. Mi amiga, que buscaba el micromercado “La bola de oro”, situado en la parroquia de Santa Clara de San Millán, algo distraída, digo, en ese momento, dio un paso y exactamente introdujo el pie en el balde. Sorprendióse mi amiga, pero más todavía cuando la dueña del fresco inició el reclamo, digo, el alboroto. La perjudicada decía: “ya botó jodiendo el fresco y con lo cara que está la naranjilla”. Mi amiga, que no podía sacar el pie del balde, trataba de calmarla mientras abría el monedero y se le caían los paquetes de caramelos y los frascos de aceitunas.



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