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no. 67
septiembre - octubre 2010

 

 

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Carta del editor

Lo que no vemos no existe. La indolencia general que ha acompañado la destrucción de los bosques amazónicos y la desaparición de los pueblos que los habitaban, se explica en parte por el velo que los cubrió. En gran medida, la creciente conciencia de esa hecatombe y la oposición pública a que continúe la debemos a las imágenes que nos muestran tanto el espanto de la pérdida como lo excepcional de lo perdido.

Y nada parece más oculto que lo que está bajo la superficie del mar. El fondo marino es la última frontera sin explorar y a las criaturas que allí habitan aún las cubre un misterio de ultramundo. ¿Será por esto la particular inconsciencia sobre los efectos en los océanos de nuestras actividades? Las últimas décadas han traído la sobreexplotación hasta el desplome de muchas de las pesquerías más importantes. En la superficie del Pacífico gira y gira mientras crece una concentración de basura plástica del tamaño de un continente pequeño. Estos acuciantes problemas parecen no conmovernos como pueden hacerlo –digamos– la contaminación urbana o el maltrato de mamíferos terrestres.

Lo ajeno del medio marino explica su opacidad. En las orillas, en cambio, el encubrimiento ha sido intencionado. Amparada por la trampa de talar el interior del manglar dejando en pie los bordes visibles, la industria camaronera ya se ha comido un tercio de este importante ecosistema.

Esta relación entre invisibilidad y apatía nos lleva a dedicar este número a mostrar algunas realidades marinas. Está el debate sobre la pertinencia del reciente acuerdo ministerial para la regulación y eventual desaparición de la pesca de arrastre en nuestros mares. Están en conflicto, por un lado, los recursos y empleos generados por esta actividad y, por el otro, la viabilidad de la pesca artesanal y de otras pesquerías en el mediano plazo. Adicionalmente, consideramos una iniciativa que pretende revertir la desaparición acelerada del manglar: la concesión de estos espacios a las comunidades de usuarios. Y presentamos a esa embajadora de los mares que algunas noches de su vida deja su ámbito acuático para desovar: la tortuga marina. Llevar estas realidades hasta sus casas no sería lo mismo sin la fotografía. Presentamos un proyecto que pretende justamente esto: mostrarnos un Ecuador bajo agua al que tan a menudo pasamos por alto.

 

Correo

* Este es un espacio de diálogo. Envía tus opiniones o noticias a ecuadorterraincognita@yahoo.com. Por espacio o claridad, las cartas pueden ser editadas.

La otra cara del pico y placa

Soy ambientalista como el que más, pero también tengo una capacitación técnica, alejada de la política. Esto me permite una perspectiva diferente de la de Andrés Vallejo E., autor de “A propósito del pico y placa”, impreso en la edición 65 de vuestra prestigiosa revista.

¿Cuáles son las razones que llevan a las autoridades a restringir la circulación vehicular? Contaminación y embotellamientos. ¿Cuál es su origen? Ningún misterio: la contaminación es producida por los motores a combustión que consumen derivados del petróleo. Los embotellamientos se producen por vías insuficientes y mal diseñadas. ¿Cómo solucionamos el problema? Existen dos propuestas: 1) vamos al pasado y desplacémonos en bicicleta; 2) vamos al futuro, eliminemos los contaminantes y corrijamos las causas de los embotellamientos.

Los países desarrollados han emprendido una carrera para producir vehículos no contaminantes, y van por muy buen camino. Por ahí se soluciona el primer problema. No andando en bicicleta ni restringiendo la locomoción y la producción. Los embotellamientos son más fáciles de solucionar, especialmente para quienes comprenden la palabra planificación. Aquí la foto está muy clara. La falta de planificación por parte de quienes administran nuestros recursos es la causante del pico y placa y de muchas otras restricciones. Nosotros pagamos la factura de su ineficiencia.

Rodrigo Vidal Lázaro, ingeniero civil, Quito

 


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REVISTA 67