Al estar en contacto con el entorno natural, sea desierto, mar o selva, con algo de diligencia y una pizca de suerte, se puede encontrar en poco tiempo ejemplares de animales camuflados. Algunos disfraces son muy simples –un saltamontes verde entre el césped–, pero otros son realmente sorprendentes en su detalle o en su extravagancia. De vez en cuando aparece un caso tan especial que la verdadera sorpresa es que hayamos logrado verlo –y nos hace felices y hasta orgullosos por tener los ojos tan agudos– cuando en realidad, simplemente hemos tenido mucha suerte; los mejores disfraces pasan desapercibidos.
En la naturaleza, nadie está a salvo todo el tiempo; los riesgos son reales y casi constantes. Por lo tanto, una gran proporción de los organismos han incorporado algunas estrategias para protegerse. Ser grande es una excelente manera de escapar a los riesgos de muchos depredadores. Como humanos, disfrutamos de esta ventaja, ya que no tenemos que preocuparnos por muchos animales menores que nosotros. La situación es muy diferente para los organismos pequeños, como los insectos por ejemplo. En vez de enfrentarse con solo un par de posibles devoradores, ellos tienen que lidiar con un sinfín de bocas suficientemente grandes para tragarlos. La respuesta evolutiva ha sido variada, pero el camuflaje ha sido efectivo y, entonces, adoptado en muchos linajes.
A través de millones de años y miles de generaciones de ajustes genéticos, tales organismos han llegado a tener un camuflaje sumamente eficaz. Con cada generación, se pule el sistema poco a poco; los mejores en esconderse de cada especie sobreviven para reproducirse y los peores mueren sin pasar sus genes. Así, los disfraces van mejorando mientras sus predadores también van refinando sus artes de cacería, incluyendo sus sentidos de visión, oído y olfato, para superar las defensas a través del mismo proceso –si no, ellos morirían de hambre sin dejar sus genes en la próxima generación. A la final, podemos apreciar los procesos de la evolución y la co-evolución con ejemplos lógicos y totalmente explicables, aunque los ejemplares no dejen de maravillarnos.
Estos disfraces resultan ser de suma importancia en la naturaleza, por lo que son bastante comunes. La mayoría de especies, hasta las más grandes y feroces, dependen de su capacidad de esconderse cuando hay peligro o cuando existe la necesidad de acercarse a una presa. Estos propósitos se pueden lograr usando el comportamiento o la apariencia, o ambos; casi siempre son los dos a la vez. El camuflaje no sirve de mucho si el comportamiento no es compatible con la estrategia; la semejanza con una hoja o un palo exige no moverse. Es justamente por eso que algunos insectos no se mueven bajo ninguna circunstancia, aun estando en la mano de una persona. Nos parece ridículo que un animal no intente escapar en una situación así, pero la respuesta más exitosa ante los retos de la vida, en la mayoría de casos durante mucho tiempo, ha sido precisamente esta; por lo tanto, los genes conservan ese comportamiento que ha salvado a sus ancestros miles de veces.
Existen varias estrategias de camuflaje, pero lo esencial es no parecer lo que se es. Tanto para un predador como para una potencial presa, la ventaja es obvia. La adopción del mismo color que el fondo es un buen inicio, pero al sumar un poquito de textura, el truco es aún más funcional. Los insectos, en particular, han desarrollado formas que se asemejan a varias partes de plantas. Los grillos y los insectos palo utilizan este juego muy comúnmente, pero también un grupo de aves, los potús, hacen algo similar. Estos pájaros tan extraños eligen una posición al final de una rama rota y no se mueven durante todo el día. De noche, bajo el cobijo de la oscuridad, salen para capturar insectos voladores. Increíblemente, anidan en los mismos lugares estrechos donde se posan, sin construir una plataforma más amplia para acomodar al huevo o al pichón. Los potús tienen el plumaje tan similar a la corteza de los árboles que, estando a menos de dos metros del ave, muchos turistas no pueden discernir su forma. Los chotacabras hacen, con éxito, algo similar en hábitats desde las dunas arenosas de la Costa hasta las selvas del Oriente.
Otra estrategia que funciona muy bien es utilizar materiales de la naturaleza que no parecen presas ni depredadores. Algunos organismos confeccionan sus casas o sus trajes con trozos de plantas o animales. Los cangrejos ermitaños son los más famosos de esta categoría, utilizando la concha de un caracol como armadura, pero hay otras especies que se decoran con algas para combinar aún mejor con el fondo. También se usan trucos de este estilo entre los animales terrestres. Uno de los bichos asesinos que vive entre la arena se forra completamente con los granos para hacerse invisible. Otro caso alucinante es la larva del bicho “alas de encaje” –se camufla con los esqueletos vacíos de otros insectos (que ya fueron consumidos por él).
Desde hace mucho tiempo, el hombre también se camufla para tener ventajas –en la cacería o en la guerra. Y cada vez incorporamos más tecnología y ciencia en los diseños que utilizamos en las variadas circunstancias. Estamos “evolucionando”; nuestros cerebros nos permiten avanzar en este sentido mucho más rápido de lo que pudiéramos hacer a través de la selección genética –la única opción en la carrera armamentista que sirve para la mayoría de organismos.
“Solamente conocemos las cosas que vemos y solamente nos importan las cosas que conocemos.” Este refrán se atribuye a unos indígenas de Norteamérica, pero tiene su relevancia en el tema de la conservación en cualquier parte del mundo. Aunque no vemos las especies camufladas a menudo, nos abruma observar los ejemplos extremos y en alguna medida los apreciamos. Todas las especies, grandes o pequeñas, vistosas o camufladas, tienen sus funciones en el ambiente y deberíamos cuidarlas, las veamos o no. Los ambientalistas dicen que estamos perdiendo muchas especies sin darnos cuenta. Una buena parte tiene que ser de estos insectos que no vemos. Según los entomólogos, hasta el ochenta por ciento de los insectos todavía estaría por descubrirse. Si tenemos alguna intención de manejar este planeta o sus recursos para que sean sostenibles, ¿no deberíamos por lo menos conocer, antes de que la eliminemos, el inventario de la diversidad?