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no. 65
mayo - junio 2010

 

 

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Carta del editor

Alrededor de 1950 la población del Ecuador pasó a ser mayormente urbana. Si bien el país pudo seguir teniendo un carácter agrario y rural durante las décadas siguientes, las dinámicas desencadenadas por el hallazgo de petróleo desde los setenta trastocaron sus referentes económicos y culturales. Cientos de miles de personas se dirigieron a las ciudades en búsqueda de las promesas de la modernidad y de los recursos emanados del estado petrolero. El progreso pasó a tener su locación neurálgica en la ciudad, y la ciudad su modelo en el modernismo norteamericano.

La actualización de esos sueños no siempre terminó pareciéndose a los ordenados esquemas con que se publicitaban las urbanizaciones: complicados intercambiadores a desnivel donde el tránsito fluye sin problemas, ordenadas calles flanqueadas por impecables prados, la rubia familia jugando segura entre las palmeras. Nuestras ciudades crecieron y con ellas sus problemas. Un urbanismo pensado para el automóvil dificultó la movilidad a la mayoría de la población, que no lo tiene. La contaminación y la inseguridad se convirtieron en realidades ubicuas. Nuestros patrones de consumo y de acumulación de desechos se tornaron insostenibles en el tiempo.

Partiendo de estas premisas y enfocándonos en Quito, en este número de Ecuador Terra Incognita nos preguntamos si otra ciudad es posible. Alejados de los esquemas utópicos, que tan mal suelen acabar, los autores de esta edición nos plantean que pensemos la ciudad de otra manera. Diego Lombeida sugiere que la veamos como un ecosistema, y aún como parte de ecosistemas más amplios con los que estamos ligados. Martín Bustamante y sus colaboradores nos abren los ojos al mundo vivo con el que compartimos el espacio urbano y su importancia para nuestra calidad de vida. Por último, el artículo de Melissa Moreano nos hace reflexionar sobre el origen y el destino del agua que pasa por nuestra casa, permitiéndonos así tomar conciencia y asumir la responsabilidad que nos toca cuando la utilizamos.

Esperamos que encuentren su lectura tan enriquecedora como nosotros su preparación.

 

Correo

No es la vinchuca

Acabo de leer el artículo sobre el mal de chagas (no. 63) y, primero que nada, permítanme agradecerles por la excelente iniciativa. Por fin alguien aborda el tema, que hasta el momento ha sido largamente ignorado en el país. Me quedan unas dudas, sin embargo, que ojalá se puedan aclarar en algún número futuro. La principal se refiere a la foto del chinche que ilustra el inicio del artículo. Yo he fotografiado al mediodía en la zona de Íntag ese mismo hermoso, lento y enorme insecto, inconfundible gracias a la cresta que lleva en la espalda. Hasta donde sé, no se trata de una vinchuca, por varios motivos: 1) es muy grande, 2) es diurno, 3) no tiene los colores de la vinchuca.

A continuación copio una descripción de la vinchuca: “Presenta diferentes formas (...) que van de los 2 mm hasta los 2 cm en el estado adulto. Es de color pardo, con un reborde de bandas transversales que se alternan en colores pardos y claros (...). Su cuerpo es chato, pero cuando se alimenta su abdomen se hincha y se levantan sus alas, las que normalmente están plegadas (...). No es común verlo durante las horas del día ya que se trata de un animal de hábitos nocturnos.” (www.fac.org.ar/fec/chagas).

¿Por qué es importante aclarar esto? Debido a que la desinformación en este tipo de casos puede generar un rechazo de la gente que no tiene conocimientos en entomología hacia las chinches en general y hacia la especie que está en la foto en particular. El artículo dice que hay varias especies de chinches, pero no especifica cuáles. ¿Será lo mejor matar a todas las chinches que se nos crucen por delante, solo por seguridad? En todo caso, si aquella bella monstruosidad de la foto se me cruza por delante, no voy a tardar ni cinco segundos en aplastarla, lo que sería muy triste si resultara no ser un vector de chagas.

Esto me lleva a la segunda inquietud. En el artículo se menciona, muy a la ligera a mi modo de ver, que “campañas masivas de fumigación de chinches (...) han dado grandes resultados en otros países.” Con esto Ecuador Terra Incognita está apoyando tácitamente dicha estrategia, que puede no ser la más adecuada para zonas de alta diversidad como la Amazonía o el Chocó ecuatorianos. En todo caso, habría que aclarar en qué consisten esas campañas de fumigación, si son casa por casa o bombardeos aéreos. Las fumigaciones masivas son siempre armas de doble filo.
Javier Carrera, Tumbaco

ETI: Efectivamente, las fotografías que ilustran el mencionado artículo no corresponden a una vinchuca, sino a Arilus carinatus y a miembros del género Harpactor, que son de la misma familia –Reduviidae– pero que no transmiten la enfermedad de Chagas. Lamentamos este error pues, como dice nuestro lector, puede traer consecuencias y temores innecesarios. No todos los chinches transmiten el Chagas, pero hay algunas especies que lo hacen; entre las principales en Ecuador están Triatoma dimidiata (foto), T. carrioni, Rhodnius ecuadorensis, Pastrongylus chinai y P. howardi. Los autores del artículo (quienes no son responsables del error en las fotografías) nos indican que la metodología de las fumigaciones consiste en inspeccionar las viviendas y, de encontrarse chinches presentes, proceder a la fumigación de esa casa y de sus inmediaciones. En el contexto del artículo, “masivas” se refiere a una cobertura geográfica amplia en que se inspeccionan gran cantidad de casas, mas no a fumigaciones indiscriminadas o aéreas. Esta estrategia ha interrumpido la transmisión vectorial de Chagas de Chile y Uruguay.


Corrupción y paisaje


Es refrecante encontrar un medio sobre el Ecuador en el que se pueda ver el bello país que es, porque si uno revisa los periódicos de cada día, los que más aparecen son el escándalo y la corrupción. ¿Hablan Ecuador Terra Incognita, por un lado, y los periódicos, por el otro, del mismo país? Y siguiendo la pregunta, ¿cuál de los dos es el país verdadero, el que se acerca a la experiencia cotidiana de la mayoría de la gente?

Salgo a la calle después de un agobiente día y me recibe la bofetada multicolor de las descomunales vallas de publicidad. Más allá, la estridencia luminosa de las pantallas gigantes que proliferan ilegalmente devalúa –lo contamina brutalmente– mi trayecto cotidiano. Me pregunto, ¿qué es la corrupción sino el irrespeto y el atropello institucionalizado? Mucho se parecen el funcionario que sega vidas con la velocidad irresponsable de su coche y el anunciante que posiciona a codazos su marca en el espacio público. ¿No nos merecemos los ciudadanos un paisaje que aparezca con orgullo en su revista?

Diego Matute, Quito


Fotografía y minas

Me pareció excelente el trabajo fotográfico de Karla Gachet e Iván Kashinsky (no. 64). Es un orgullo que en el país existan fotógrafos de este nivel. Esa sensación de intimidad y de ser partícipes de alguna manera de la vida de Ceci es algo que pocos logran transmitir en las fotos. El artículo de Jorge Anhalzer sobre las minas de oro ilegales que existen en el país es algo que no se debe dejar pasar. Esperemos que las autoridades, en vez de gastar tanto dinero en cadenas televisivas para mostrar a los ciudadanos las obras que supuestamente están realizando, busquen soluciones para todos los problemas de contaminación que existen.

Ana Sofía Arias, Cuenca

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