N° 65 - mayo junio 2010
 
 
 
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por Melissa Moreano*

 

Machángara de menta, eres mi río.
Atraviesas mi pecho y no los prados.
Aguas de historia y lágrimas de siglos,
mortaja de crepúsculos ahogados.

Jorge Carrera Andrade, “El río de la ciudad natal”, 1928

En la película Agua de la directora india Deepa Mehta, el río Ganges representa la purificación: cada inmersión limpia un pecado. Por eso en la película las viudas, seres excluidos en la India de 1930, acuden a él diariamente a bañarse. En el Ganges además se crema a los muertos y es lugar de meditación y oración. También es uno de los ríos más contaminados del mundo.

A inicios del siglo XX el río de Quito, el Machángara, era sitio de baño y esparcimiento familiar. A él acudían quiteños y quiteñas para darse el baño semanal, ataviados de largos camisones, en el agua limpia y cristalina, hogar de la preñadilla, pez andino ya desaparecido de sus aguas. Los fines de semana las familias iban de paseo al Machángara: llegaban a sus orillas para caminar escuchando el trinar del agua y tomar un baño refrescante.

Hoy, a inicios del siglo XXI, sería una locura ir de paseo al Machángara, peor aún bañarse en sus aguas. ¿Qué pasó con el agua del río? ¿Cómo y por qué se volvió la alcantarilla de Quito? ¿Cuándo dejamos de ver al río de Quito como lo miraba Jorge Carrera Andrade? Similares preguntas podemos hacernos sobre las fuentes del agua de Quito: la ciudad obtiene agua de lugares cada vez más alejados, de tal forma que nos es difícil a sus habitantes visualizar la importancia de su cuidado.

Pero no siempre fue así. Hubo un tiempo en que los quiteños utilizábamos el agua que nos correspondía, la que fluía por la cuenca en la que está asentada la ciudad, y en que las orillas del Machángara olían a menta.

Los pobladores antiguos de Quito utilizaban el agua que se escurría por los pliegues del Pichincha, las quebradas que en época de lluvias alojaban verdaderos ríos. Otra fuente debió ser sin duda el Machángara. La ciudad colonial siguió utilizando las mismas fuentes, acanaladas y conducidas hacia las pilas colocadas en distintas partes de la ciudad. Hay registros de inicios de la Colonia que nombran como fuentes de agua a la cascada de La Chorrera en el Pichincha, a la vertiente natural El Sena, al pie del Panecillo, y al agua del Atacazo.

Quito se mantuvo durante los tres siglos siguientes más o menos del mismo tamaño, ocupando lo que hoy es el Centro Histórico. A mediados del siglo XIX la ciudad creció por primera vez en superficie y población y demandó más recursos, entre los que estaba el agua. Se empezó a captar más aguas del Pichincha y del Atacazo y se perforaron pozos en el actual parque La Carolina. Los pozos extraían agua del inmenso acuífero –agua subterránea– que hay bajo el suelo de Quito.
En el siglo XX la ciudad seguía creciendo y el agua no alcanzaba. En 1858 había alrededor de 27 900 habitantes en Quito. En 1922 había 80 702. Entre 1958 y 1975 la ciudad pasó de ocupar 639 hectáreas a 6 156. Ante esta realidad, en 1960 se inició una carrera por captar más agua cada vez más lejos: primero fue el agua del Cotopaxi, luego el agua del Cayambe y luego el agua del Antisana. La perspectiva a futuro es el otro lado de la cordillera oriental: el agua amazónica. El plan para suplir las necesidades de agua de Quito es trasvasar 31 ríos que nacen en las faldas orientales del Cotopaxi y del Antisana. Entre los ríos que se trasvasarán están el Jatunyacu y el Cosanga. El primero es considerado el origen del Napo, el río más importante de la Amazonía ecuatoriana, y el segundo uno de sus grandes afluentes. Nos aseguran que con esas aguas Quito estará abastecida hasta el 2050… ¿Y después?

El agua que viene
Desde Quito podemos observar las montañas y los páramos, bosques y glaciares que nos brindan agua. Hacia la cordillera oriental veremos tres importantísimas fuentes: el Cayambe, el Antisana y el Cotopaxi. Cada uno forma parte de un área protegida que lleva su nombre: la Reserva Ecológica Cayambe-Coca, la Reserva Ecológica Antisana y el Parque Nacional Cotopaxi. En el lado opuesto, hacia occidente, están las fuentes primeras: el Pichincha y el Atacazo. No miremos hacia el Machángara, pues sus aguas no son aptas para consumo humano ni para ningún uso desde mediados del siglo XX.

Cada fuente está integrada a un sistema manejado por la Empresa Metropolitana de Alcantarillado y Agua potable, EMAAP-Q, que capta, trasporta, potabiliza, almacena y distribuye el agua de Quito.
El agua que escurre por las faldas del Cayambe es captada en el sistema Papallacta, y es conducida hasta la planta de Bellavista, en el Parque Metropolitano de Gualgüiltagua, donde es potabilizada. El agua del Antisana es captada en el sistema La Mica-Quito Sur, que utiliza el agua de la laguna de La Mica y de los ríos Antisana, Jatunhuaico y Diguche. El agua es conducida hacia la planta El Troje, cerca del Parque Metropolitano del Sur. Este sistema funciona desde el año 2000 y abastece a medio millón de quiteños del sur de la ciudad.

El agua del Cotopaxi es captada del río Pita en su nacimiento, cuando todavía es un río limpio y cristalino, y de la vertiente de Alumíes como parte del sistema Pita-Tambo, inaugurado en 1975. El agua es conducida a Puengasí y una parte a la planta de El Placer. El agua del Pichincha es captada en La Chorrera y diversas quebradas al noroccidente de la montaña. El agua del Atacazo es captada del río Cinto. El agua de La Chorrera y del Cinto es tratada en Toctiuco y El Placer, ubicadas en las faldas del Pichincha, y abastece al centro de la ciudad. El agua de las quebradas del noroccidente es tratada en una planta sobre la avenida Occidental.

Ahora que usted sabe de qué páramo, glaciar o bosque, de qué área protegida viene el agua que sale por su grifo, anímese a visitar esos ecosistemas y agradecerles por el agua que le brindan.


El agua pasa

El agua llega a nuestras casas por la tubería pública. En algunos inmuebles entra a una cisterna donde se almacena, y en otras ocasiones pasa directamente a los grifos y surtidores de agua ubicados en baños, cocinas o patios. Allí es donde nosotros la utilizamos para diversas actividades de aseo, alimentación, recreación.

En Quito se distribuyen alrededor de trescientos litros diarios por persona. El agua distribuida es la cantidad de líquido que sale de las plantas de potabilización. El promedio mundial es de 150 litros diarios consumidos por persona, con ciertas variaciones. En Amsterdam o Londres, por ejemplo, no se supera esa cifra: en Barcelona una persona consume 220 litros de agua al día y en París 112. Sin embargo, la misma EMAAP-Q señala que el consumo en Quito es de 170 litros por persona al día. Surge entonces la pregunta ¿por qué se distribuye casi el doble del agua que se consume? Según la EMAAP-Q, enormes cantidades de agua se pierden por fugas en los hogares debido al mal estado de las tuberías, de los tanques de los inodoros y por llaves mal cerradas que gotean. El 95 por ciento del agua de Quito se usa en las casas: su ahorro es asunto nuestro. Tal vez si todos cerráramos bien las llaves, cambiáramos las tuberías viejas o el tanque del inodoro por uno de tipo ahorrador podríamos prescindir de los ríos amazónicos.


El agua se va

En Quito, el agua que desaparece por el sifón del lavabo, de la ducha o del excusado se va directamente a los ríos Machángara y Monjas. Sin tratamiento ni depuración. Hemos invertido mucho tiempo, conocimiento y dinero en limpiar el agua que vamos a usar pero casi ningún esfuerzo en limpiar el agua que devolveremos a los ríos. El agua servida llega a los ríos a través de las tuberías de las casas y del sistema público de alcantarillado, cuyo manejo también está a cargo de la EMAAP-Q.

Toda el agua servida del sur, del centro y del norte de Quito se recoge en el gran colector de Iñaquito (una tubería muy grande) que desemboca en el Machángara a la altura del túnel Guayasamín. Casi dos metros cúbicos por segundo de agua sucia producida por millón y medio de quiteños caían al río en una enorme cascada (que fue la responsable, en parte, de la destrucción de la vía Interoceánica en ese sector). Aquí se construyó un túnel que actualmente lleva estas aguas directamente a la quebrada del Batán. El agua del extremo norte de la ciudad cae a la quebrada Carcelén o río Monjas. El 70% del agua servida de la ciudad va al Machángara, el 25% al Monjas y el 5% directamente al San Pedro.

Quito está ubicada en la parte alta de una cuenca hidrográfica, la del Guayllabamba. Los habitantes de las cuencas altas somos responsables del cuidado de los ríos: de nosotros depende que el río y sus comunidades vivas se mantengan saludables a lo largo de todo el recorrido que el río hace hasta el mar. Si ensuciamos el agua aquí arriba, toda el agua en el camino hacia el océano se perjudica. El río Machángara se une luego al San Pedro y juntos forman el Guayllabamba. Más adelante, el Guayllabamba recibe al Monjas y luego, ya en la Costa, con esa misma agua se forma el río Esmeraldas que desemboca en el océano Pacífico junto a la ciudad de Esmeraldas. Después de atravesar Quito el Machángara está “muerto biológicamente”: la contaminación es tan severa que ningún ser puede vivir ahí. A medida que avanza, el agua golpea contra las rocas y el lecho del río y se oxigena; se junta con otras aguas, menos contaminadas, y florece un poco de vida, pero la contaminación permanece por muchos kilómetros a lo largo de los cuales atraviesa poblados, riega pastos y huertas.

Como dije, Quito no cuenta con ningún sistema para limpiar el agua servida antes de devolverla a los ríos. La Municipalidad ha ofrecido que en unos años contaremos con una planta de tratamiento de aguas servidas. Con suerte y si se sigue lo planificado, este sistema estaría listo en 2012. Parte del proceso de tener una planta de tratamiento de aguas servidas es la construcción de colectores que recogerán el agua servida que se vierte directamente al Machángara e interceptores que separarán el agua lluvia del agua servida. Este proceso, que está avanzado en sus dos terceras partes desde Caupicho, en las fuentes del Machángara, hasta el Trébol, al momento está interrumpido, con riesgo de que se deteriore lo construido y aplazando la descontaminación de esta parte poblada.

La recuperación de los ríos que por años han recibido nuestra basura y agua sucia es responsabilidad de la Municipalidad de Quito, y es responsabilidad nuestra, como habitantes de la cuenca alta del Guayllabamba, velar porque esos trabajos continúen y culminen en la construcción y puesta en funcionamiento de una planta de tratamiento de aguas servidas. También es vital que todas y todos los que vivimos en esta ciudad dejemos de mirar a esos cuerpos de agua como las alcantarillas de Quito. Parte del proceso de devolverle la vida al río es volver bonitas sus orillas. El parque lineal Machángara, que va desde Caupicho hasta el Trébol, tiene ese propósito: que el río deje de ser un basurero y se convierta en lugar de encuentro y esparcimiento de los vecinos.

El agua de la Amazonía y la planta de tratamiento de aguas servidas

El agua que utilizamos en Quito viene de muy lejos, la mayoría de la cuenca amazónica. Literalmente estamos tomando el agua que debería fluir hacia el océano Atlántico y trasvasándola hacia el océano Pacífico. ¿Cuáles son los efectos? No lo sabemos. Pero en estos momentos en que estamos viviendo los impactos de los cambios ambientales globales, cuando se discute en la Asamblea el proyecto de la Ley de Aguas, debemos por lo menos preguntarnos ¿es justo tomar el agua que le corresponde a otras poblaciones? ¿Hay otra alternativa?

Debemos pensar, como ciudad, en una solución para el alto nivel de consumo y contaminación de nuestra agua. En un sistema de reciprocidad y solidaridad con los otros habitantes de este mundo (humanos y no humanos) no podemos tomar el agua que no nos corresponde. Tampoco debemos ensuciar el agua que luego tomarán otros. Municipalidad y ciudadanos debemos discutir públicamente sobre la instalación de una planta depuradora del agua servida y sobre el proyecto Ríos Orientales

*Melissa Moreano estudió biología. Ha trabajado en diversos procesos de educación ambiental. Fue investigadora de Yaku, Parque Museo del Agua y es miembro de la Fundación Numashir. memoreano@yahoo.com