N°56 - noviembre diciembre 2008
 
 
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por Cristóbal Cobo*


n edificio hecho con hierbas. El sentido común se resiste a la idea. Las hierbas han estado íntimamente ligadas a la historia de la humanidad. Nos proporcionan el grueso de los alimentos que consumimos, en forma de arroz, trigo, caña de azúcar y maíz, y el pasto y los granos con que producimos carne, leche y huevos. La mayoría de bebidas alcohólicas provienen de hierbas, así como ingredientes para hacer perfumes, como la citronela, e infinidad de aguas aromáticas. Nos relacionamos diariamente con ellas en parques y jardines. ¿Pero construir edificios con hierbas? ¿No es demasiado?


Pues no, ya que el bambú, o mejor dicho los bambúes, pertenecen a la familia de las hierbas, o gramíneas, como la botánica las denomina. Los bambúes están entre las plantas de mayor y más versátil utilización en el mundo, incluyendo la construcción. De las cerca de 1 500 especies de bambúes que hay en el mundo, alrededor de 280 son nativas del Ecuador. Entre ellas están las del género Neurolepis, que habita hasta los 4 300 metros de altitud y se utiliza en la Sierra para techar. También contamos con otros bambúes útiles, como el carrizo (Arundo donax, Aulolemia longiaristata, Chusquea spp.), el siksi (Cortaderia spp.), la tunda (Arundinella spp. Aulenemia queko), entre muchos otros. Sin embargo, seguramente la estrella, por sus excelentes cualidades físico-mecánicas, es la caña guadúa (Guadua angustifolia).
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El bambú en el Ecuador

Muchas veces asociamos al bambú con las culturas del Extremo Oriente, posiblemente porque de ahí llegó su noticia a Europa. De hecho, el término bambú tiene origen en el hindi o el indonesio, de donde pasó al portugués, y luego al resto de idiomas europeos. Efectivamente, la importancia económica y cultural del bambú en Oriente es grande y reconocida. Menos evidente pero igual de grande es su importancia en el Ecuador.

La arqueobotánica, que no es otra cosa que el estudio de los usos ancestrales de las plantas a través del análisis de fósiles de vegetales, indica que las plantas que aparecen con más frecuencia en el Ecuador prehistórico son los bambusoides. Esto sugiere que fueron bastante utilizados por las culturas aborígenes del Ecuador. En la costa de Manabí, el equipo multidisciplinario de investigadores liderado por James Zeidler y Deborah Pearsall han encontrado que los bambusoides –y en especial la caña guadúa– constituían, como hasta ahora, la materia prima más usada por la gente. La caña guadúa se ha utilizado en la construcción de viviendas, o como combustible para la cocina, alfarería y orfebrería. Sus propiedades como combustible son excepcionales gracias a su alto poder calorífico, es decir, la cantidad de energía que puede producir por unidad de masa: 4 500 kilocalorías por kilogramo seco, uno de los más altos entre los vegetales. Posiblemente la cultura La Tolita llegó a fundir platino, a más de 1 770 grados centígrados, usando caña guadúa. Al mismo tiempo, la caña en estado verde previene los incendios forestales, pues acumula mucha agua en sus tejidos y cavidades.

Para las etnias indígenas ha sido un recurso de inigualable valor, al punto que algunas lo consideran sagrado. Los shuar llaman a la guadúa kenku y la relacionan con la cosmogonía de la diosa Nunkui, la diosa madre, procreadora. Ella nace tras un recorrido a través de las diferentes secciones de la guadúa y luego se convierte en la madre de Etsa y Nantu: el Sol y la Luna. Pueblos indígenas de la Costa, como los tsáchila y chachi, se rapan cierta parte de la cabellera utilizando tiras verdes de corteza de guadúa. Entre ellos no se admitía que el cordón umbilical del recién nacido sea cortado con bisturí: tenía que ser con una tira de guadúa, pues aseguran que previene infecciones, posiblemente por sus propiedades antioxidantes.

Varias ciudades coloniales usaron bambú durante su construcción. Un ejemplo es Quito: si nos ubicamos en los pasillos del convento de San Francisco, observaremos que los tumbados están armados con carrizo, moya y tunda, que fueron abundantes en las llanuras de Quito. En el presente, estas especies deberían ser prioritarias en los proyectos de reforestación, como por ejemplo en el futuro Parque del Lago, en el actual aeropuerto. No solo se crearían múltiples empleos (en artesanía, construcción y cultivos) sino que también sería de gran ayuda ecológica para el control de la erosión, secuestro de carbono, mejoramiento paisajístico y biodigestión para el tratamiento de aguas residuales.

Guayaquil también ha sido erigida con bambú: allí casi todas las construcciones son de este material o fue usado durante su edificación, en forma de soportes de lozas para grandes edificios, postes, andamios, caña picada para casas o cerramientos. En la ciudad de Lima, la guadúa es conocida como caña de Guayaquil, porque la capital peruana fue construida con este vegetal proveniente de la cuenca del río Guayas. Hasta el presente, la guadúa tiene una demanda creciente en los países más secos del sur; Chile es un gran importador y re-exportador de guadúa ecuatoriana.

Los bambúes están presentes de muchas maneras en nuestra cotidianeidad. Los canastos con los cuales vamos de compras al mercado han sido elaborados con carrizo. En Latacunga está uno de los mercados de artesanías de bambú más grandes de América: allí destacan los canastos, cunas, aparadores, lámparas, adornos... Su fácil disponibilidad y su peso tan ligero vuelven al carrizo y al siksi ideales para la construcción de coloridas cometas, cuya presencia en las tiendas de abarrotes anuncia nuestras emociones con los vientos del verano. En la música se delata la nobleza de esta planta, al no saber si el viento que entra por el bambú es el que crea la melodía, o si el bambú es el que canta con el aire. Las quenas, rondadores, pingullos y zampoñas nos deleitan con su alma. Las vacas locas, los voladores y los castillos pirotécnicos también son hechos de bambú.

La importancia económica del bambú para el Ecuador va más allá de su uso artesanal. Por ejemplo, es indispensable para el cultivo del banano, uno de los principales rubros de exportación. Cada planta necesita uno, dos o hasta tres puntales o cujes de guadúa para sostener el peso del racimo, y no pueden ser reemplazados por maderos (por el peso y el costo), ni con tubos (porque se los roban). La guadúa es vital para la industria bananera, como para otras industrias, como la camaronera o las plantaciones de flores que la utilizan para construir cortinas rompevientos y estructuras de invernaderos. Si no fuera por las bondades de este material, el impacto ecológico de dichas actividades sería aún mayor del que ya es.

La guadúa es un recurso importante en la economía de subsistencia nacional. Pero como hemos sido educados para subestimar y hasta avergonzarnos de lo local, solemos pasar por alto esta importancia y su potencial. Es común ver guadúa en todo lado, pero es menos evidente que no podemos vivir sin ella. Es común deforestar y cosechar manchas silvestres de esta planta y menos cultivarla.

 
 


La caña guadúa como opción

La caña guadúa tiene algunas propiedades físicas y ecológicas por las que deberíamos considerarla una seria opción forestal para el país. Es liviana, fuerte, flexible, resiste grandes esfuerzos físico-mecánicos, por lo que sus módulos de compresión, tracción y flexión superan a los del acero en algunas aplicaciones. También se está investigando su resistencia sísmica para estandarizar su uso en ingeniería civil. Absorbe sonidos, olores, altas temperaturas y tiene estupendas cualidades estéticas.

Aunque muchas veces lo relacionamos con lo tradicional, el bambú se ha utilizado por mucho tiempo en aplicaciones tecnológicas de vanguardia. Por ejemplo, Thomas Edison utilizó un filamento carbonizado de bambú en la primera bombilla eléctrica que presentó al público, luego de haber probado miles de otros materiales. Las primeras bicicletas, los primeros aparatos aéreos y prototipos de navegación también fueron hechos de bambú. El 80% del papel que se consume en India y China proviene de pulpa de bambú. A pesar de la actual revolución en materiales sintéticos, el bambú está recibiendo atención renovada. Con él se elaboran muebles, laminados, aglomerados, carbón, fertilizantes, aceites, resinas, medicinas, artesanías, instrumentos, ropa, pañales e incluso teléfonos celulares. Dell, la segunda proveedora de computadores personales en el mundo, acaba de presentar un modelo con carapacho de bambú. Y Craig Calfee, uno de los pioneros en la fabricación de bicicletas de fibra de carbono, está construyendo bicicletas de bambú y avizora que este material producirá la próxima revolución en equipos de alta competición. Esta revaloración del bambú traerá consigo un importante aumento de la demanda mundial.

La plantación de guadúa en el Ecuador podría abastecer parte de esa demanda. Sin embargo, se podría preguntar, ¿es conveniente fomentar otro monocultivo? En realidad, sería un error establecer analogías con otros monocultivos, como los de eucaliptos, fomentados irresponsablemente por el Ministerio del Ambiente en la Costa. En primer lugar, el destino de los eucaliptos es producir astillas para exportación, con las que se hará pulpa de papel en el extranjero, dejando escasos beneficios económicos para nuestro país (véase ETI no. 37). La reforestación con guadúa no solo ayudaría a salvar los bosques en pie, al remplazar la madera que de ellos se extrae actualmente, sino que crearía empleos y productos con valor agregado.

Una segunda ventaja de la guadúa es su vigoroso crecimiento: hasta veinte centímetros diarios en una de sus etapas. Esta eficiencia para producir biomasa significa que se necesitaría una menor superficie cultivada para producir similares volúmenes de material. Además, es un organismo ecológicamente sociable y nativo a nuestro medio, por lo que constituye un hábitat propicio para insectos, reptiles, mamíferos y diferentes tipos de aves. Las manchas de caña guadúa son ambientes diversos, a diferencia de los desiertos verdes en que se convierten las plantaciones forestales. Estas y otras cualidades convierten a la caña en un elemento de reforestación adecuado, barato y rápido (ver recuadro).

Actualmente se protesta mucho por la deforestación, pero seguimos testificando el tránsito cotidiano de columnas de camiones cargados de árboles centenarios. Las empresas madereras presentan planes de reforestación, pero en la práctica estos consisten en la suplantación de bosque nativo por plantaciones monoespecíficas, que al producir solo una pequeña fracción de lo comercializado, únicamente maquillan la desmesurada depredación de los bosques nativos por parte de las empresas.

Podríamos detener la deforestación restaurando tierras degradadas con especies nativas, entre éstas la guadúa. El cultivo de guadúa es urgente para salvaguardar nuestra biodiversidad; si existe alguna mejor alternativa quisiera conocerla. Hasta tanto, seguiré pensando que, aunque no tiene que ser la única opción, ni tiene que ser exclusiva, sí es la mejor

*Cristóbal Cobo es promotor del cultivo de la guadúa y su uso, por alrededor de doce años, sobretodo en el noroccidente de Ecuador. Imparte conferencias y capacitación. cristocobo@yahoo.com

Más información: Red Internacional de Bambú y Ratán (INBAR), cuya sede latinoamericana está en Quito, en el edificio del Ministerio de Agricultura.

 

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