N° 51 Enero - diciembre 2008
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Foto Stuart Wilson / Getty Images
Vitrina navideña en Londres

Los límites de la Tierra

Texto Juan Alfonso Peña

La Tierra ha sido vista como una fuente ilimitada de recursos y un basurero infinito. Mientras la explotación de los recursos hacía bien a la economía, era vista como buena y deseable, sin importar el daño, contaminación, destrucción de la vida o contribución a la felicidad humana.

Durante el siglo XX se estableció con fuerza el modelo de desarrollo occidental como un ejemplo para el progreso. Pero este desarrollo no solo es imposible reproducirlo a escala global, sino que es insustentable en el corto plazo. La insaciable búsqueda de energía y materia prima necesarias para mover el proyecto llamado “desarrollo” nos está llevando hacia la extinción; algo así como una estampida humana de consumo en dirección al abismo. ¿Estamos acaso pensando que cuando lleguemos al precipicio alguien habrá construido un puente?

¿Qué es la huella ecológica?

La huella ecológica es una herramienta para calcular la sustentabilidad de un grupo humano, la viabilidad de llevar su modo de vida dentro de los límites biológicos del planeta. Mide la velocidad a la que consumimos los recursos y generamos desperdicios,en comparación con la velocidad a la que la naturaleza puede generar nuevos recursos y absorber los desperdicios. Quito y Guayaquil serán las primeras ciudades latinoamericanas en medirla.

El planeta tiene poco más de 11 mil millones de hectáreas biológicamente productivas. Si las dividimos para los 6,5 mil millones de seres humanos que compartimos el mundo, obtenemos 1,8 hectáreas globales por persona. Con esta área cada persona debería encontrar la manera de satisfacer sus necesidades: vestido, alimentación, vivienda, energía y absorción de desperdicios. Esta sería el área máxima para dejar una huella individual. Sin embargo esto no es así.

En realidad, hoy la huella ecológica del mundo es superior a la biocapacidad del planeta: 2,2 hectáreas globales por persona. Esto significa que tomamos los recursos un 25% más rápido de lo que el planeta tarda en reponerlos. Dicho de otra forma, al planeta le toma un año y tres meses producir los recursos ecológicos que utilizamos en un año.
En el caso del Ecuador, nuestra huella per cápita es de 1,5 hectáreas por persona, lo cual deja un balance positivo en relación con la biocapacidad del planeta. A esto se suma que la biocapacidad del Ecuador es de 2,2 hectáreas por persona, dejándonos un balance positivo de 0,7 hectáreas, convirtiéndonos en un país con poco más de 9 millones de hectáreas de crédito ecológico.

Desde una perspectiva ecológica global, los países llamados desarrollados, con un gran nivel industrial, de consumo y acumulación de capital, aparecen hoy como países “mal de-sarrollados”, porque a pesar de su estándar de vida y avances tecnológicos, son insustentables, tienen huellas ecológicas muy grandes y utilizan los recursos naturales de tal manera que están poniendo en peligro la sustentabilidad del planeta. Nos han vendido el sueño de los ricos y famosos, sin decirnos que está reservado solo para pocos. Si todos los habitantes del planeta tuviésemos el estilo de vida del habitante promedio de los Estados Unidos, necesitaríamos mas de cinco Tierras para proveernos. Pero solo tenemos una.

Por otro lado, casi todos los países latinoamericanos, tradicionalmente llamados “en vías de desarrollo”, mantienen un balance positivo entre su biocapacidad y la demanda de la población. América Latina resulta ser una región muy rica en capital natural y, por lo tanto, goza de una situación privilegiada en la mesa de negociación internacional del siglo XXI. Esto es así porque los países que tienen deudas ecológicas, como los europeos, norteamericanos o Japón, necesitan recursos que provienen de algún otro lugar del mundo. De países como los nuestros, con créditos ecológicos.

 

 


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