N° 51 Enero - diciembre 2008
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Foto Sebastián Crespo
La extensa playa entre Puerto Rico y Ayampe es el escenario donde se ubica la Hostería Alandaluz

Ecoturismo donde las piedras cantan

Texto Juan F. Freile

Viernes 11h00. Me bajo del bus 200 metros más allá, con la felicidad de volver a un sitio en donde amé la vida, como dice la canción de César Isella y Armando Tejada-Gómez. Entonces cruzo la costanera e ingreso por la elevada puerta amarilla y azul de caña, piedra de río y cadi. Paso el edificio de recepción, sala, cocina y restaurante, y me lleno los ojos con la impresionante arquitectura de la Hostería y Pueblo Ecológico Alandaluz, donde reina la caña guadúa.

Alandaluz nació hace unos 18 años. “Llegaron un grupo de foráneos de la Sierra y unos gringuitos”, cuenta Vicente Mero, habitante del contiguo pueblo de Puerto Rico. “Empezaron a desbrozar el monte dizque con la idea de venir a vivir, hasta que levantaron unas casas de moyuyo, caña y cadi”. Doña Tarsila Castro Murillo, nativa de Río Caña de Montecristi, hoy vecina de Las Tunas, los vio llegar y fue cargando varios sombreros de toquilla y mocora que había tejido recién, para vendérselos. Ellos, sin pensarlo dos veces, le compraron varios.

En ese entonces, Alandaluz apuntaba a ser un pueblo ecológico, un sitio donde las personas se integren en armonía con el ambiente. Así empezó y así ha transcurrido, aunque los caminos de la vida la hayan llevado al ecoturismo, su actividad primordial y sustento de todas las demás.

 

 


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