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Por Paúl Tufiño
Foto Erwin Patzelt / Archivo Histórico del Banco Central

Tsachilas

Los curanderos tsachilas se cuentan entre los más famosos y reconocidos de todo el país. En sus rituales hacen uso de diferentes símbolos, como piedras, amuletos y hasta garras de oso.

Mientras esperaba a Ángel Gende, representante de los tsachilas ante la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador, para una entrevista, me di cuenta que, pese a la clara imagen que tenía de ellos y lo renombrado de su cultura, nunca había visto a un tsachila en persona. Me preguntaba cómo sería él. Hasta ese momento solo había podido ubicarlo a través de su teléfono celular y me inquietaba saber cuánto quedaba aún de esa cultura, si salvo por ese “occidentalizado detalle” todavía pintaba su cabello con achote o llevaba alguna vestimenta tradicional que lo distinguiera.

Debo admitir que durante nuestro encuentro, en el primer momento me sentí algo desilusionado. Definitivamente, después de leer tantos libros y buscar retratos me había elaborado una imagen demasiado histórica. Ángel era un hombre más bien joven, de contextura atlética. Llevaba lentes y vestía ropa común y corriente. Su cabello lucia el popular corte hongo, mucho más estilizado que lo que había observado en fotografías de archivo donde los hombres mostraban casi rapados los costados de su cabeza. Llegó acompañado de toda su familia, todos ellos sin ningún rasgo cultural. A veces solo les delataba su acento.

En ese primer momento parecía claro que los actuales “indios Colorados”, como los bautizaron los conquistadores españoles porque pintaban su cuerpo y cabellos de rojo, al igual que la mayoría de nuestras etnias, hacía mucho tiempo que dejaron solo en los libros, que otros escribieron, gran parte de cientos de años de cultura y conocimientos invaluabies.

Entre aquellos secretos se encuentra el conocimiento de su origen. Actualmente una trama de conjeturas que escapa incluso a la conciencia de ellos mismos.

“No existe una versión muy clara sobre el origen de nuestro pueblo ‘, dice Ángel. “Eso ha sido una de las cosas difíciles entre nosotros mismos. Pero aquello tiene una explicación lógica. Nuestra biblioteca, nuestros ancianos, fallecieron hace unos 90 o 100 años de manera trágica por enfermedades como la viruela. Quizá podamos entender de esa manera el porqué no se pudo trasmitir nuestro origen a las nuevas generaciones. Algunos solo se acuerdan de un lugar llamado Cocaniguas, que probablemente se encontraba alrededor de lo que ahora es Alluriquín y Tandapi.”

Por su lengua, el Tsa fiqui, muy similar a la de los Chachis, y algunas costumbres culturales, los investigadores presumen que descienden de la cultura Chibcha, que originalmente estuvo dispersa en casi todo lo que es Colombia.

Entre tantas costumbres olvidadas, me interesaba en particular aquellas que él más añoraba.

“Cuando no existía la televisión, no había la radio, ni todo eso. Entonces, nos reuníamos toda la familia luego de la merienda, golpe de siete u ocho de la noche y mi abuelita se ponía a contarnos un cuento. Eso era para mí muy interesante, porque era la manera en que nos transmitían nuestras vivencias culturales. No eran cuentos por contar sino que eran historias que te hacían reflexionar era una especie de socialización. A través de estos cuentos te enseñaban cómo comportarte, qué cosas eran buenas y malas. Te condicionaban una forma de vida.

 

Lee el artículo completo en la edición No 5
de ECUADOR TERRA INCOGNITA

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