N° 48 Julio - agosto 2007
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Foto Jorge J. Anhalzer / Archivo Criollo
La operación de Hidroabanico, cercana a Macas, ha ocasionado protestas que el 6 de marzo pasado desembocaron en un atentado con dinamita que hirió a seis trabajadores. Actualmente genera 15 megavatios. Es diferente de las grandes hidroeléctricas porque no crea embalse (usa la corriente del río).

Hidroeléctricas como solución al problema energético del país

Texto Jorge J. Anhalzer

El mundo vive una crisis ambiental sin precedentes, situación que poco a poco va más allá de las comunidades ambientalistas tradicionalmente preocupadas por el problema. El calentamiento global, la concentración de gases invernadero, la contaminación del aire y el agua, son temas que cada vez están más presentes en la conciencia ciudadana, son asuntos a los que se les dedica foros mundiales, son parte del discurso de muchos líderes políticos del primer mundo. Incluso aunque no siempre por convicción, empresas y corporaciones tienden actualmente cada vez más a mostrar una cara más amigable al ambiente.

Parte del problema es el gran número de gente que cohabitamos en este planeta, agravado por el estilo de vida que cada uno lleva. Pues no contamina tanto, ni consume tanta energía un habitante recolector de conchas y cangrejos viviendo en el manglar esmeraldeño, y que alumbra con un candil su casa de caña guadúa, que un ciudadano norteamericano particularmente adicto al consumismo. Aunque la mayoría de nosotros estamos en diferentes puntos entre estos dos extremos, somos de todas maneras contribuyentes al problema. En definitiva, todos dejamos nuestra huella sobre el planeta en mayor o menor grado. El joven activista, que llega a su trabajo en bicicleta en vez del vehículo de combustión interna, deja una mucho menor huella que el que va en bus, máquina Cummins diésel turbo; peor todavía es aquel que va en carro privado motor V8, 4x4, él solito.

Pero deja el ciclista huella de todas maneras, pues en la fabricación de la bicicleta, los hornos metalúrgicos consumieron una cierta cantidad de energía y expidieron una serie de productos nocivos al ambiente. Cabe sincerarse y saber que varios de los componentes de la bicicleta son hechos a base de derivados de petróleo. Así es: manubrios, fundas de cables, parte de las llantas y caramañolas, por ejemplo, provienen de la aborrecida industria petroquímica. Pero haría muy mal el congruente joven activista en no subirse en ella y dedicarse a caminar descalzo, pensando que una pequeña cantidad de agentes nocivos se produjeron en la fabricación de la bicicleta y en las suelas de sus zapatos deportivos. Con la misma lógica, sería una locura que el policía de la esquina, en nombre de la Corpaire, detenga al joven ciclista en una de las calles de la ciudad por contaminante, pues su impacto es infinitamente menor que el de cualquier automotor de los cuales están atestadas las mismas calles de Quito. En el hipotético caso de que todos quisiéramos y pudiéramos seguir el ejemplo del joven de la bicicleta, no sólo respiraríamos un aire mucho más puro en Quito, sino que no maldijéramos los atascos y en general gozaríamos de una salud cardiovascular envidiable.

Curiosamente, la supuesta actitud equivocada del chapita de esquina es de alguna manera lo que está pasando en el país con las incipientes hidroeléctricas, proyectos que tienen una resistencia total, incluso de algunos grupos ambientalistas. Entre las diferentes plantas que se planea construir hay una variedad grande en cuanto a los impactos; hay algunas con enormes embalses que inundan vastos territorios, como el proyecto Baba, que anegaría cientos de hectáreas; otras que secan o cambian cauces enteros, como San Francisco y Agoyán que desaparecen al Pastaza por varios kilómetros de su camino hacia el océano Atlántico (la última le robó no sólo el agua sino además el nombre a la muy vistosa y turística ex cascada). Asimismo hay otras que, por las condiciones geográficas, por coincidencia o por conciencia de sus promotores o, simplemente por su modesto tamaño, causan menor impacto, pues sólo utilizan una porción del río del cual se nutren, y aprovechan los desniveles para lograr su cometido en vez de construir grandes embalses. Cierto es que producen afectaciones por más bien diseñadas que estén, por más cuidadosos que sean sus ejecutores; siempre mover materiales, enterrar tuberías, importar equipos, etc., causará malestar e inclusive afectaciones a los vecinos. El paisaje cambia y el status quo social, sobre todo de las comunidades aledañas, podrá afectarse no sólo por la presencia de la generadora eléctrica, sino por las protestas que puede suscitar.

 

 




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