N° 45 Enero - febrero 2007
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Foto Murray Cooper
La garceta nívea (Egretta thula), a la derecha, es un elemento común de nuestros humedales. En estos lugares comparte sin problemas habitación y comida con el gaviotín patinegra (Sterna sandvicensis), que ha llegado a nuestras costas escapando del frío invierno boreal.

Aves que vienen y van

Texto Juan F. Freile

Armados con potentes telescopios, binoculares y unos pequeños aparatitos manuales para contar, anduvimos durante casi tres meses contando y sumando aves nómadas en remotos parajes del Asia central. Cuando hice aquel viaje, conocía de la existencia de las aves migratorias; animales que no tienen un sitio fijo de residencia, sino que se trasladan entre las porciones tropicales y temperadas del planeta durante todo el año. Pero ignoraba que podían ser tantas las que se congregan. Se calcula que en el mundo son alrededor de 50 billones las aves que emprenden vuelos migratorios, y aunque obviamente no todas lo hacen juntas, hay regiones por donde pasan millones de ellas, varias descansan por un momento y luego continúan hacia sus sitios de verano. En ocasiones las contamos, allá en los humedales de la República de Kazajstán, con los ojos sorprendidos, las bocas abiertas y sin exagerar, por cientos de miles. Ignoraba también que en nuestro país, famoso por albergar una tremenda variedad de formas de vida –incluyendo desde luego a las aves– existe una considerable diversidad de aves migratorias, y que hay sitios excepcionales para observarlas.

Más de 1 600 especies de aves viven en el Ecuador, pero no todas están presentes al mismo tiempo: alrededor de 220 lo visitan temporalmente; son las migratorias. ¿Migratorias? ¿Y de dónde vienen? seguramente nos preguntamos. Pues de varias partes del planeta. Por ejemplo, 120 especies llegan desde el hemisferio norte, donde se reproducen pero no permanecen todo el año porque el invierno allí es muy crudo; de quedarse morirían de frío y hambre. Otras 21 especies, por su parte, migran desde el hemisferio sur; éstas escapan durante el invierno austral, entre marzo y octubre.

Tal es su necesidad de abandonar los rigurosos climas boreales o australes, que son capaces de volar enormes distancias. Las pequeñas aves playeras, como los chorlitos por ejemplo, pueden trasladarse no menos de 5 000 kilómetros durante un par de semanas, desde sus tierras de reproducción, en la tundra canadiense, hasta sus tierras de verano en la Patagonia o en las costas del Pacífico suramericano. Y la cosa sigue: además de las visitantes de latitudes lejanas, hay seis especies migratorias que llegan al Ecuador provenientes de lo que podemos considerar la América tropical; es decir, migran entre regiones próximas a la línea equinoccial. Un ejemplo es el pequeño pinzón carmesí de la Costa (Rhodospingus cruentus), que se reproduce en las tierras tropicales del suroeste ecuatoriano y luego migra hacia el norte, hasta Esmeraldas, durante la época seca de la Costa.

Contamos además con otro tipo de visitantes que, a diferencia de los grupos antes descritos, vienen al país ocasionalmente, y en otros casos con regularidad, pero a regiones muy poco frecuentadas por nosotros los humanos: el océano varios kilómetros mar adentro. Estas especies oceánicas, 29 en aguas ecuatorianas, conocidas como aves pelágicas, tienen la capacidad de volar muchísimos kilómetros en uno o pocos días y son, sin duda, las que menos conocemos quienes no nos hemos aventurado más allá de nuestro horizonte terrestre. Otras 11 especies nos visitan con frecuencia desde las costas peruanas y unas últimas 16 especies vienen solo accidentalmente a diversas zonas del país. Este modo nómada de vivir de varias aves –al igual que de otros animales– muestra lo etéreo de las fronteras nacionales que hemos implantado, al menos en lo que a la naturaleza respecta. Migrar entre las regiones de nuestro planeta, sin largos trámites ni papeleos, ni permisos de ninguna clase, es un privilegio del que pueden gozar todas las especies migratorias, con nuestra única excepción...

Por lo general asociamos esto de la migración solo con aves acuáticas (patos, garzas, gaviotas, patillos, cigüeñas, chorlitos), lo cual no es correcto. Por ello, cabe hablar también sobre los tipos de aves migratorias. Es cierto: hay muchas especies migratorias acuáticas o playeras, pero también las hay terrestres; y entre éstas las hay grandes como las rapaces, medianas como los cuclillos, pequeñas como los pinzones y pequeñitas como los colibríes. ¿Increíble no? ¡Colibríes migratorios! En otras latitudes, en particular en Norteamérica, hay especies de colibríes que se desplazan grandes distancias en sus vuelos migratorios (por ejemplo, desde el límite entre Estados Unidos y México hasta ¡el centro de Canadá!). En nuestro país no hay colibríes estrictamente migratorios, pero hay cinco especies que nos han visitado accidentalmente y se han ido, sin que sepamos de dónde vinieron ni a dónde fueron.

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