Se
puede afirmar que Tena es una ciudad quichua?,
le pregunté a uno de mis amigos nativos
que vive en Paushiyaku, un sector que fue
poblado antes de la fundación de Tena
en el siglo XVI, y que hoy es uno de sus populosos
barrios. La respuesta tardó en llegar,
y más bien empezamos a conversar sobre
esta ciudad y el vertiginoso cambio social
y cultural que experimenta a diario.
La forma más tradicional de diferenciación
social y de construcción de identidades
en la ciudad de Tena se da entre colonos —principalmente
mestizos provenientes de las provincias de
toda la Sierra— y nativos: el pueblo
Quichua de Napo, heredero de ancestrales culturas
amazónicas (Quijos, Encabellados, Omaguas
y Huitotos) y también de algunas etnias
de la Sierra norte, concretamente de las que
habitaron en los territorios que hoy pertenecen
a las provincias de Pichincha e Imbabura,
que habrían migrado hasta las estribaciones
amazónicas desde antes de la conquista
española. Sin embargo, en los últimos
años se ha ido consolidando una forma
de diferenciación de la población
nativa; ahora en Tena se habla de nativos
rurales y de nativos urbanos.
Los nativos rurales son los quichuas que de
alguna manera guardan su forma de vida tradicional;
viven en comunidades enclavadas en la selva
amazónica, trabajan en sus chacras,
cazan y recolectan frutos selváticos.
Esta clase de nativos eventualmente entran
a Tena para comercializar algunos productos
y a veces también van a otras ciudades
de Ecuador en busca de trabajo; eso sí,
por lapsos muy cortos. Los nativos urbanos,
en cambio, son una nueva generación
de quichuas que han surgido con el crecimiento
de la ciudad, accediendo a educación
formal y servicios básicos. La mayoría
de ellos forman parte de la burocracia local
(empleados de gobiernos seccionales y del
magisterio público). Las familias de
nativos urbanos, no obstante, mantienen algunos
aspectos de las formas de vida tradicionales;
los familiares se siguen reuniendo a socializar
en torno a un fogón; el quichua sigue
siendo el idioma hogareño, sobre todo
en la relación madre- hijo; la dieta
básica aún es la yuca y el plátano,
así como la chicha (de chonta o yuca);
y la mayoría de estas familias mantiene
una finca para la provisión de alimentos
básicos.
De alguna manera, estas características
culturales conviven con el ruido de la ciudad
y sus nuevos patrones expresados en la forma
de vestir, en la música que se transmite
en las emisoras radiales, en el abundante
comercio de artículos importados y
en la costumbre de divertirse en bares y discotecas.
Otra de las características culturales
que comparten los nativos urbanos con los
nativos rurales es la práctica y aceptación
del shamanismo. Los enfermos acuden al shamán
para que, con sus poderes sobrenaturales y
conocimiento de plantas medicinales, sane
su cuerpo y su alma. Eso sí, cuando
los dolientes no encuentran cura con la práctica
shamánica, se apoyan en la medicina
occidental.
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